Kyungsoo tiene muchos planes, por ejemplo, asesinar a un hombre o a dos o a tres... Kyungsoo tiene un solo sueño y este es, vengar la muerte de las personas que amó. No importa quién o quiénes se metan en su camino, él definitivamente tiene un solo...
Mi bebida se terminó y tiré solo aire de la pajilla. No quería levantarme, pero sentía sed. Miré el reloj: las doce en punto, no supe si de la noche o de la mañana, me era irrelevante. Calculé que podía resistir unos minutos más y acomodé mis enormes gafas antes de continuar.
Mi lengua se pegó a mi boca y se sentía agrietada. Cubrí mi rastro, borré mis caminos, mis pruebas. Ordené a mis dedos detenerse y levanté mis brazos, estirándome. La espalda y el cuello traquearon muy fuerte. Me levanté y vi en la silla la marca de mi trasero. Caminé a la cocina y bebí de un solo trago un vaso completo de coca cola. Eructé y estuve listo para continuar.
Ding dong —sonó el típico timbre, el que la mayoría de las veces pasaba en mutismo. Mi corazón corrió desbocado y controlé el impulso de esconderme bajo los escritorios. Tal vez fuera solo un error, así que esperé como si me hubiera congelado, pero el timbre se volvió loco. Ding-dong, ding-dong, ding-dong, ding-dong, ding-dong. Me coloqué tras la puerta y me llevó dos intentos para que mi voz saliera fuerte y sin tartamudeos.
—Password —pedí.
—Dinosaurio trooooll.
Reconocí la clave en voz de D.O. y el alivio me destensó los músculos inmediatamente. Cuando abrí la puerta, él entró con la misma confianza de siempre.
—¡Chen, Cheeeen! ¡¿Hace cuánto no nos vemos?!
—Ocho meses, dos días, cuatro horas y siete minutos con cuarenta y dos segundos, cuarenta y tres, cuarenta y cuatro... Creo.
—Fueron cinco horas, no cuatro.
—No. Cuatro. A menos que... ¿Estás contando desde que nos saludamos o desde que nos despedimos la última vez?
—Estoy bromeando, Chen.
—¡Oh! —reí.
—Awww qué lindo, Chen-Chen, aún haces ese sonido de cerdito cuando ríes. —Me apretó las mejillas y me aparté un poco.