Christmas Lights

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No soy muy amante de las cenas en familia, lo diré siempre.

Con tantos problemas que la convivencia le había traído a todos los miembros de la mía, prefería no estar presente cuando se recriminaran tanta estupidez entre ellos mismos, y este año no iba a ser la excepción. A parte de los gritos de general nazi por parte de mis abuelos y las idioteces que los provocaban (cortesía de mis primos), se nos sumaba un divorcio y dos ausencias en la mesa que nos habría encantado tener. O eso dicen todos.

Siempre es lo mismo , una semana antes de Navidad la familia comienza a intentar repartir quehaceres para cada quién, pero, como imaginarán, nadie hace nada.

Después, comienzan los gritos (como a los cinco días) y eso me hace recordar que lo único que me gusta es ver la lluvia caer en esta época. A nadie en la casa le gusta, por ende, se encierran en sus respectivos cuartos y se callan un buen rato.

Total, es una rutina que me sé de memoria. Recuerdo mucho cuánto me emocionaban estos días cuando tenía unos nueve años menos. Alucinaba viendo las luces y escuchando cantar a los demás. Creo que así aprendí a poner atención.

Este año sería lo mismo de siempre (tomando el 'siempre' como el lapso iniciado cuando comencé a dejar la emoción). Es más, últimamente no nos estábamos juntando mucho, lo más probable era una pequeña cena en familia sólo con mis padres y mis hermanos, el menos emocionado era yo, pero se me ocurrió salir a dar una vuelta (a todos se les hizo raro, nunca lo hago, ni siquiera soy de los que salen mucho de su cuarto) para dejar de respirar el aire tan pesado que mi casa se cargaba.

Iba por la calle Oxford, y debo admitir que tantos locales y casas adornados me llamaron la atención. Yo todavía esperaba que nevara, aunque supiera de lleno que eso nunca pasa en mi ciudad y estaba de más esperarlo. Era todavía temprano, pero el ver  tantas personas con suéteres que sólo usan una vez al año y niños emocionados como yo lo estuve alguna vez que no pude evitar sentir nostalgia.

Nostalgia por la sonrisa que acompañaba a todos mis cercanos.

Nostalgia por todo el tiempo que pasábamos juntos antes de empezar a jodernos la vida.

Nostalgia por no tener la vista clavada en un punto fijo, ni evadir a los demás.

Y por último, nostalgia por esas tres ausencias que probablemente nos harían sentir que podemos extender más nuestros codos en la mesa, pero que todos sabemos que nunca vamos a dejar de extrañar. Por sus voluntades incumplidas. De repente me entró un respeto al pensar lo que ellos darían por estar acompañados en una mesa apretada con gente que quieren.

Simplemente dí la vuelta para caminar de regreso a mi casa, sabía que no iba a cambiar mucho con los demás, pero como el cambio empieza por mí mejor dejo que el destino decida quién sonríe.


Feliz Navidarks :)


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