capitulo 1

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Jorge aceleró la motocicleta hasta que el motor protestó. Estaba furioso, necesitaba soltar el grito que tenía guardado dentro
y estaba muy cerca de hacerlo.
–Tranquilízate, idiota –gritó Nico que estaba unos metros detrás de él, montado en su propia moto, persiguiéndolo a través del camino de tierra que llevaba a las Montañas Rocallosas–. ¿Tan desesperado estás por donar tu corazón a alguien?
–Eso no sucederá; al menos, no hoy –gritó Jorge, las ruedas aplastando la gravilla mientras doblaba en una de las curvas demasiado rápido. Estar tan cerca del peligro lo emocionaba y su ira disminuía poco a poco; tenía que hacerlo otra vez.
–¡Solo porque puedas ver el futuro no significa que no vaya a intentar seguirte!
A un segundo de llegar a la siguiente curva, el instinto de Jorge le advirtió que un grupo de caballos estaba cruzando. Clavó los frenos y dio un giro en U, lanzando piedras hacia el costado del camino. Acostumbrado a los movimientos repentinos de su
hermano, Nico lo imitó con elegancia, haciendo que su motocicleta se detuviera precipitadamente. Los dos se sentaron en la cuneta del camino mirando hacia el valle.
–¿Qué fue eso? –preguntó Nico con brusquedad.
–Caballos –respondió Zed y apagó el motor.
–Al menos aún tienes el suficiente sentido común como para no asustar a los vaqueros domingueros.
Nico apagó el motor y se tocó el bolsillo en busca de cigarrillos. Luego suspiró, recordando que había dejado de fumar. No lo había hecho desde que se unió al Departamento Policial de Denver. Ahora que ya era oficialmente miembro del lado salvaje, comenzaba a aburrirse de ser responsable. Era irónico que el resto de la familia hubiera escogido a Nico
para hablar con él sobre su comportamiento, reflexionó Jorge. El muerto se ríe del degollado.
–Esperemos a que nos alcance Diegi –el motor emitía pequeños ruidos mientras se enfriaba.
–No me digas: ¿le pediste que venga a ayudarte? –Jorge apoyó la motocicleta sobre el soporte y se bajó. El sol matutino de otoño le daba calor con su chaqueta de cuero, así que se la quitó y la arrojó sobre el asiento. El valle de South Fork estaba totalmente expuesto al sol, sin nubes donde esconderse; campos descoloridos, bueyes que apenas emitían una sombra donde estaban parados; mirando hacia el suelo, como si estuvieran plantados.
–No soy estúpido. Siempre eres más agradable con él.
–¿Tanto miedo doy que incluso un oficial de la policía necesita a alguien que lo ayude?
–Dímelo tú, Jorge. ¿Debo estar asustado?
Su temperamento volvió a dispararse por lo que su hermano implicaba.
–Nico, ¿qué demonios quieres decir?
–Últimamente estás emitiendo señales raras. Ninguno de nosotros sabe qué sucede dentro de ti y cuando esto le ocurre a un savant con tu poder, un joven sensato como yo se preocupa.
Jorge rio, pero su risa sonó vacía.
–Detente, eres un pesado.
–Hablo en serio. Tener dones como los nuestros es una responsabilidad. Pueden convertirte en una mejor persona o destruirte.
Sin mucho para decir, Jorge miró hacia el camino en silencio,
observando cómo Diegi se abría paso hacia la cima de la colina en su mountain bike. De todos sus hermanos, él era el ecologista. Prefería los músculos a la potencia. Debía haber dejado el jeep en el comienzo de la senda para luego seguir a las motos con gran esfuerzo.
–Aquí viene el Señor Galahad.
Por un momento, Jorge se sintió unido a Nico por el chiste
afectuoso sobre su hermano mayor, el chico de oro.
–Tiene un aura que siempre lo acompaña, ¿no?
–Son sus reflejos angelicales rubios. Eligieron un buen nombre para él. ¿Por qué tiene ese color cuando el resto de nosotros heredamos el tono de papá y mamá? –y para enfatizar lo que decía, revolvió el cabello oscuro de Jorge.
–Aleja tu mano si quieres conservarla –dijo Jorge dándole un
puñetazo a la palma de su hermano.
Nico sonrió.
–Todavía odias eso... Es bueno saberlo –agitó los brazos para mostrarle a Diego dónde lo estaban esperando–. Algunos de mis compañeros pagan una fortuna para tener reflejos como los de Diego. Pero ninguno lo admite.
Jorge los detestaba profundamente.
–Los reflejos son para las chicas.
–Díselo a los fashionistas en Denver.
–Las palabras hombre y moda no deberían estar en una misma oración –Jorge, cínico por naturaleza, sospechaba de todo lo que los estilistas ofrecen para hacer creer a los chicos que deben esponjarse y gastar miles de dólares en su imagen personal. Todo es una trampa, cuyo principal objetivo es ganar dinero.
–Xabi discreparía contigo en ese punto –el quinto hermano, Xabiani, tenía más ropa que el resto de los Beneditcs, sin contar a su madre.
–Es un caso perdido. Pero pensé que tú eras inmune a esas cosas. ¿Estás siendo más flexible ahora que vives en la ciudad? No me digas que has tenido, ¿cómo lo llaman?, manscaping.
Nico rio entre dientes.
–Oh, sí. Eso es tan propio de mí. ¿No te habías dado cuenta?
de todos los hermanos, él era el que tenía más barba y vello en
su pecho. Si alguien se le acercaba para depilarlo, las cosas no
terminarían bien–. Hey, chachi, descansa un poco.
–Gracias por esperarme, chicos –dijo Diego quitándose el sudor de la frente.
–No hay problema. No me perdería esto por nada en el
mundo –dijo Jorge–. ¿Cómo dejaría pasar esta gran oportunidad
espontánea de tener a mis dos hermanos mayores diciéndome
cuán idiota soy
–Ah, ¿tú crees que tenemos una intención oculta? –preguntó Xabi mientras apoyaba su bicicleta contra la moto de Zed.
–No te gastes en explicarlo. Ya sé cómo fue todo: mamá y papá están preocupados y como no pueden hablar conmigo, les pidieron a ustedes que hagan el trabajo sucio cuando vinieran a visitarnos. ¿Qué ha cambiado?
–El único que ha cambiado eres tú. ¿Qué está pasando dentro de tu cabeza, Jorge? Eres grosero con todos: los profesores, mamá, papá. Cielos, incluso con los clientes de la escuela de rafting. Ya no colaboras, a menos que te obliguemos.
Jorge ya conocía ese discurso, pero no podía hacer nada para que las cosas fueran diferentes. Estaba cambiando y lo sabía. Pero ellos no lo entendían. Las cosas que vieron juntos, los crí-
menes que su familia ayudó a investigar. Todo quedaba en él como sangre viscosa y caliente en sus manos. Se sentía como la dama de Macbeth, que intentaba limpiarse las manchas, pero se volvía loca cuando no podía quitárselas. Cuando conocía a alguien nuevo, lo primero en lo que pensaba era en los crímenes que esa persona podía cometer, en su lado oscuro, no en su lado bueno. No podía contar esto, ni siquiera a sus hermanos. Sonaría débil, como si confesara que no es lo suficientemente hombre para ese trabajo. En la preparatoria, donde ya tenía una gran reputación de rebelde, había aprendido que era mejor la
ofensiva que la defensiva.
–¿Te desilusioné, hermano? –se burló Jorge–. ¿Solo porque no quiero luchar contra el crimen como ustedes, héroes?
–Sabemos que lo pasaste realmente mal cuando intentaste
hacer que despidieran al maldito señor Lomas, pero esa injusticia no debe hacer que dejes de luchar por lo que creemos.
–¿Y en qué creemos exactamente? – Jorge quería largarse de esa discusión. Todavía se sentía pésimo cuando pensaba en cómo había fallado cuando intentó frenar al nuevo profesor, el señor Lomas. Abusaba de su cargo para hacerle la vida imposible a un estudiante de primer año. Él había visto lo que sucedía gracias a su don pero nadie, excepto su familia, le creyó.
En cambio, lo suspendieron hasta que se comprobó que sus acusaciones eran ciertas. Cuando se reincorporó, el director no se disculpó, solo le dijo que tendría que haber “manejado su ira de una manera más apropiada”.
–En defender a las víctimas, en eso creemos.
–Suena bien, Nico. Has prestado atención en la escuela de policías y aprendiste la jerga a la perfección
–Jorge, ¿realmente te has olvidado por qué hacemos esto? –preguntó Diego.
Jorge se encogió de hombros. Estaban jugando con él al policía malo y al policía bueno, y lo estaban logrando.
–Solías estar tan entusiasmado por unirte que prácticamente rompiste la puerta para formar parte de esto.
–Quizá mamá tenía razón en detenerme. Quizá me debería haber mantenido fuera de todo.
-Tal vez
él nunca fue lo suficientemente fuerte para poder limitarse a cada uno de los crímenes que investigaban juntos, como lo hacían sus hermanos. Ellos solamente veían una parte, pero jorgelo veía como un todo y la imagen no era bonita.
–O, quizá, necesitas recordar las buenas razones por las que
querías unirte –dijo Diego extendiendo su mano.
–Hey –jorge se echó hacia atrás, dado que ya conocía la habilidad de su hermano para evocar recuerdos.
–¿Tienes miedo de recordar,pequeño? No temas. Nosotros queremos a ese chico.
A Jorge le dolía saber que su hermano no estaba contento con la persona en la que ese chico se había convertido. Por lo general, Diego era el que veía las cosas buenas en la gente y si
no encontraba nada bueno en él, estaba en grandes problemas.
–Todavía soy ese chico, Diego –para demostrarlo, tomó su mano y la apretó con fuerza.

Este el primer capitulo de esta novela se que dije q lo subiria a penas terminara mi alma gemela pero estaba aburrida y quize actualizar, asi me dicen si les gusta. Despues se pondra mejor

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