capitulo 3

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Los recuerdos de su niñez lo acompañaron durante algunos días. Ese niño daba vueltas en su cabeza junto a otros recuerdos oscuros: los asesinatos sin sentido, los abusos y los sufrimientos a los que su familia puso fin, haciendo que el culpable fuera
juzgado. Esa pizca de inocencia, el pequeño que quería pelear contra los monstruos, parecía muy débil comparada con toda la basura que estaba amenazando con borrar a Jorge del mapa. Se aferró a ese niño, como lo haría una persona que se aferra de una roca para no caer al precipicio...

–¿Vienes a la clase de Música?preguntó Ruggero mientras se preparaban para ir al colegio- Empieza a la hora del almuerzo.

Ser un Benedict no era sencillo con tantas personas a las que igualar. Ahora que estaba en su último año, Ruggero era el mejor alumno de la preparatoria, si es que no lo era de todo el estado.
Parece que ser el complicado era el único papel disponible para Zed, dejándolo detrás de todos sus hermanos.

–Tal vez –Jorge guardó los palillos de la batería en la mochila.

–Eres demasiado cool como para anotarte, ¿no?

–Puede ser.

Jorge no iba a admitir que amaba la música. Era un hecho que iba a estar en la clase. Tocar jazz con Ruggero y los otros chicos de la banda era una de las pocas cosas de la preparatoria que valía la pena soportar hasta la graduación. Era una pena que el único pianista más o menos decente fuera el señor Keneally; que un profesor formara parte de la banda, provocaba que el estilo de Jorge se limitara, ya que tenía que actuar como si no le gustara.

–¿No te cansas de ti mismo, Jorge? –Ruggero colgó la mochila en la parte trasera de su bicicleta–. Debe ser difícil de mantener esa actitud cabrona con todo el mundo.

–A veces –respondió Jorge y salió disparado hacia la preparatoria.

Entró al edificio con un nivel de ansiedad mayor al habitual. Los últimos días habían sido más extraños de lo normal en Wrickenridge High. La mente de Jorge divagaba en direcciones bizarras en los momentos menos pensados. Como unos días
atrás, luego de clases, cuando estaba recostado sobre el asiento, pasando el rato con tres amigos en el estacionamiento y hablando sobre motos, y de repente tuvo la sensación de que alguien se estaba riendo de él, burlándose. Por un momento se vio vestido con un atuendo tonto, como si fuera el personaje de un cómic. Su primer instinto fue darle una golpiza a la persona que se estaba riendo, pero luego se dio cuenta de que, aunque sintiera que venía desde afuera, esa imagen estaba dentro de su mente. Era una locura.

Irritado y desconcertado (aunque no le gustaba admitirlo),abandonó el estacionamiento a toda velocidad y fue a dar una vuelta para aclarar su mente.

Hoy todo parecía estar tranquilo. Durante las clases, no captó pensamientos de ningún desconocido. Tenía que haber una explicación. Se preguntaba si algún otro savant habría aparecido en el colegio, aunque era poco factible, ya que su madre conocía a todos los miembros de la Red en la zona. Era más probable que él estuviera al borde de la locura. Solo para corroborar que sus sentidos habían vuelto a la normalidad, al comienzo del almuerzo vigiló el edificio en busca de algún lugar donde hubiera alguna fuente de pensamientos. Pero no encontró nada. Lo único malo de esto fue que llegó tarde a la clase de Música, cuando en realidad no quería hacerlo, más allá de lo que le había dicho a Ruggero.

–Sr. Blanco, es muy loable de su parte unirse a nosotros.

En la sala había una ola de imágenes que provocaban que Jorge no pudiera prestar atención al sarcasmo del profesor. Era como saltar a una piscina llena de superhéroes. Hizo rodar los palillos de la batería. Quería golpearse la cabeza hasta que su
mente se comportara. La boca del señor Keneally había dejado de moverse, así que el sermón que no había estado escuchando
debía haber terminado.

El Comienzo de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora