capitulo 2

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"Recuerdo de jorge"
Ser el hermano menor apestaba. Jorge Blanco se inclinó al lado de la puerta de la cocina, para escuchar a escondidas lo que hablaba el resto de la familia. Oía la voz de su padre, siempre firme y segura, y luego la voz de su madre que, como siempre, sobresalía con sus gimoteos de sorpresa y shock. Si su madre tendía a ser dramática, su padre era el único capaz de calmarla. Eran almas gemelas, la otra mitad de cada uno en su sentido más profundo, y su relación era la base sobre la que se había
construido la familia. Jorge esperaba encontrar a su alma gemela algún día, así como lo habían hecho sus padres.

Ya era demasiado. No le importaba que sus padres tuvieran una charla en privado. Lo que le molestaba era
que todos sus hermanos pudieran formar parte de ello, menos él.
-Pero tengo nueve -se quejó antes de que le cerraran la puerta en la cara.
Su mamá bloqueaba la entrada. El agujerito por el que intentaba espiar estaba obstruido por la falda naranja con llamas en formas geométricas que ella llevaba puesta. Esa era su falda favorita, parecía que los animales estuvieran hechos de Legos.
-Sí, mi vida. Tú tienes solo nueve. Tus hermanos ya son adultos.
Tenía que admitir que sus tres hermanos más grandes, Nico, Diego y Facu, ahora eran lo suficientemente
mayores como para convertirse en esa criatura incomprensible, "un adulto", y para necesitar afeitarse e incluso
(puaj) para tener novias. No podía entender ni para qué se molestaban. Ninguna de sus citas eran sus almas gemelas y si fueran parecidas a sus compañeras de colegio, se tendrían que reír como tontas y usar prendas sosas y brillantes. Las chicas no hablaban sobre cosas importantes como béisbol, fútbol o música -al menos, no de música verdadera- solo de alguna bandita juvenil. Sin embargo, creyó haber encontrado un fallo en el argumento de su madre.
-Ruggero no es grande, solamente tiene diez años.
Su madre frunció el ceño y por un momento sus ojos se nublaron. Estaba utilizando su don para ver el futuro.
Conocía las señales porque él también podía hacer eso. Aunque su poder le decía que la puerta continuaría cerrada, su terquedad lo hacía pelear contra ese destino.
-Querido, en este caso, veo que necesitamos a Ruggero
-dijo su madre, casi justificándose-. Sabes que es bueno para las cuestiones científicas. Aparte, esta es la primera vez que lo dejamos formar parte de nuestras charlas. Cuando tenía nueve, no lo dejábamos.
Zed se puso a juguetear con el hilo suelto de su guante de béisbol.
-Entonces, ¿para qué necesitas a Xabi? Si es un inútil, solo un buen sanador.
-Xabiani no es un inútil, no permitiré que llamen inútil a ninguno de mis hijos, Jorge Blanci -respondió su madre, poniéndose firme.
-Ups. Lo siento, mamá.
-Trata de no volver a decir algo así nunca más.
De mala gana, Jorge apretó el puño dentro del guante.
-Pero si no puede ayudar, ¿por qué puede estar con ustedes ahí dentro?
-Porque no sería justo dejarlo fuera. Invitamos a Yves que, como tú dijiste, es más pequeño que él. Por lo cual,
si lo desea, Xav también puede estar.
-Y lo deseo -Xabi iba corriendo y, con sus largas piernas, saltó sobre Woodrow, el viejo perro de la familia que estaba despatarrado en la entrada de la casa. Woodrow gruñó pero no se movió. Jorge ignoró a Xabi. La discusión era con su madre, no con él.
-Pero yo también quiero ayudar. Tú sabes que puedo hacerlo. Puedo ver y percibir todo. Nadie más puede hacer eso, ni siquiera tú. Podía ver el futuro y lo único que veía era una puerta cerrada. Era tan frustrante.
-¡No es justo!
-Sí, lo es -el mayor de sus hermanos, Nici, le tocó el cabello cuando entraba, con paso largo pero con la elegancia de un luchador entrenado. Antes, en el tiempo libre que tenía cuando iba a la universidad, tomaba clases de artes marciales. Jorgr detestaba que le tocaran la cabeza. Nico, a quien admiraba casi tanto como a su padre, lo estaba tratando como a un niño.
-Es que eres un niño -le dijo Facu con una sonrisa, mientras seguía a Trace hacia al desayunador.
-Deja de leer mis pensamientos -Jorgr no se llevaba bien con su hermano, gracias al viejo hábito de Facu de manipularle la mente para que haga sus tareas diarias. Facu lo dejó de hacer luego de que su padre lo
descubriera. Pero Jorge aún no se había olvidado y estaba planeando un contraataque para la próxima vez que su hermano trajera a una chica a la casa. Y lo que Jorge tenía en mente era poner una rana debajo de los shorts de su hermano mientras él intentara impresionar a su chica. El súper-cool de Facu nunca podría superar la vergüenza.
-Si no quieres que la gente robe tus tontas ideas, ve y practica cómo usar tus escudos, enano.

Jorge intentó utilizar telequinesis para arrojarle la caja de leche sobre la cabeza. Le iba a demostrar quién era el enano. Sin embargo, su hermano pudo desviar el ataque sin siquiera transpirar.
-Nada mal, pero también tienes que practicar esto antes de jugar con los chicos grandes.
-Facu, no estás ayudando -murmuró Diegi, quien era un campeón para Jorge. Ahora que Diego había comenzado la universidad y ya no estaba viviendo con ellos, Jorge lo extrañaba.
Su madre le dio lugar a Diego y con una mirada le indicó que debía ver qué hacer para calmar las cosas. Samuel,que de los siete hermanos era el del medio, entró y rápidamente percibió el ambiente tenso. Entonces, se ubicó para distraer a Facu y a Nico, así evitar que empeoraran las cosas y que Diego pudiera convencer a Jorge.

Diego se arrodilló al lado de su hermano menor.
-Mira, Jorge, sé que estás enojado, pero también sé que cuando llegue el momento, tú serás el más poderoso de todos nosotros. Aunque ellos -señaló a sus otros hermanos que estaban reunidos en la cocina- no quieran admitirlo.
Eso tenía más sentido.
-¿No quieren?
-No. Tú, amigo, eres nuestra arma secreta. Y las armas secretas no se revelan hasta que uno está completamente listo para usarlas. ¿Tú ya lo estás?
Jorge se mordió el labio, pensando en lo que su hermano le había dicho.
-Supongo que no.
-Entonces, quédate en la banca por hoy. ¿Sí? Hazle compañía a Woodrow.
-Pero estoy en el equipo, ¿no?
-Claro, por supuesto que lo estás. Eres el jugador estrella del Equipo Blanco y tenemos que cuidarte.
-Genial.
-Perfecto, gracias por entender.
Luego, la puerta se cerró. Jorge se prometió que la próxima vez él estaría dentro y le demostraría a todos lo que tenía. Se acurrucó junto a Woodrow, acariciándole las orejas, justo donde al lobero irlandés le gustaba.
-Hey, Woodrow, los chicos malos la tendrán difícil cuando los tengamos ante nosotros, ¿no?
El perro bostezó en respuesta y Jorge lo tomó como un "sí".

El Comienzo de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora