capítulo tres

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Paredes grises, puertas gastadas, sillas despintadas y almas rotas corrían por estos pasillos.

Era la hora de comer y estuve esperando por aquel chico, Yoongi. Dijo que nos veríamos a la hora de comer, ¿cierto? Puedo que lo entendiera mal.

Hice las cosa normales, lo que hacía siempre. Observé a los demás, a esta horrible comida, agua insana, medicina inútil. Cada día que pasaba odiaba más a mis padres por haberme dejado aquí. Probablemente se habían olvidado de mi. De todas formas no me importaba, yo ya me había olvidado de ellos.

Y por supuesto, Yoongi no vino. Solo nos permiten comer por separado. Es peligroso, eso es lo que nos dicen que excusa. Solo porque esto sea un manicomio no significa que todos aquí seamos unos asquerosos locos. O puede que sí...

– ¿No vas a comerte eso?.– Una voz a mi espalda me sobresaltó. Primero me asustó, pues pensé que se trataba de esos cabeza-huecas de los enfermeros, pero cuando me giré y vi quién era me quedé más tranquila.

– Eso ni si quiera es comida.– Empujé lo que había en mi plato con el tenedor mientras él traía una silla y se sentaba justo frente a mi.– ¿Puedes hacer eso?

– Sí.– Dijo seco mientras sacaba un cigarrillo y lo encendía, haciendo que tosiera repetidas veces.

– ¿Y bien? ¿No vas a hablarme de las 8 hermanas?.– Seguí tosiendo.

– Deja de toser. Sólo relájate.– Rodó sus ojos y yo le copié.

– ¿Qué pasa con las 8 hermanas?.– Le presioné.

– Agh. No está bien hablar de temas tan tétricos mientras se come.

– ¿Pero no quedaste conmigo para hablar de esto? ¿Por qué eres tan importante en este manicomio? No eres un maldito rey.

Él tiró su cigarrillo.– ¿Cómo es tu nombre?.– Puso tensa su mandíbula.

– Sori...

– Bien, Sori, ¿Vas a comerte eso?.– Dijo señalando con los ojos mi comida.

– ¿Qué?.– Realmente pensé que iba a hacerme una pregunta seria.

Él rió.– ¡Dios, Sori! ¿De veras pensaste que iba a asustarte con historias de viejas? Eres como los demás.

– Creo que debería irme.– Me levanté de mi silla, enfadada. No estuve aquí esperando para una broma estúpida. Él empujó con su pie mi silla, haciendo que perdiera el equilibrio y me volviera a sentar.

– No he acabado de hablar.– Él elevó el tono de voz y yo asentí rápidamente.– ¿Por qué estás aquí?

– Porque soy un monstruo.– Dije algo irónica.

– Entonces deberías estar en un circo, no aquí.– Puntualizó. Le hice burla y él rió.– Eres un paciente, estás aquí para que te curen.

– Bueno, han pasado dos putos años y no he cambiado en absolutamente nada.

– Es por eso que necesito tu ayuda.– Su tono se tornó más serio.

– ¿Ayuda? ¿No era que lo tenías todo aquí? Te tratan como a un rey.

– Necesito tu ayuda para hundir este manicomio.

– ¿Qué? ¿Por qué yo? ¿Qué es esto? ¿Una especie de plan para escapar?

– No voy a escaparme.– Sonrió de lado.– Solo hundiré esto. Os liberaré a todos.

– ¿No estábamos aquí para curarnos?.– Copié su frase anterior.

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