—Entonces, ¿irás al baile? —La vista de Astrid abandonó la ventana y el verde paisaje que ésta mostraba y se dirigió hacia la mirada insistente de su psicólogo. Le costó darse cuenta que se había desconcentrado, así como darse cuenta que tenía la boca ligeramente abierta. Cerró su boca y se dedicó a encogerse de hombros.—No tengo con quién ir —Respondió lentamente y con el entrecejo levemente fruncido.
—¿Y por qué no invitas a alguna chica? —Preguntó el hombre luego de recostarse en el respaldo de su silla y cruzar las piernas. La muchacha negó con la cabeza rápidamente y miró sus ojos.
—No, no. Ésa definitivamente no es una opción —La rubia suspiró y se llevó la mano a la boca, para comenzar a morderse las uñas. Nuevamente y casi sin darse cuenta, su mirada volvió a posarse en la ventana, por la cuál pudo observar que comenzaban a caer pequeñas gotas de lluvia. Repentinamente, Astrid sintió una necesidad prominente de cambiar el tema de conversación; así que comentó lo primero que pasó por su cabeza. —Hay una chica nueva en el pueblo —Dijo mirando a Ernie; éste levantó la vista de su bloc de hojas y la observó con las cejas levemente arqueadas. —No sé su nombre, pero sé que su apellido es Longhi. Llegaron ésta mañana, vive sólo con su madre... Si yo tendría que vivir sólo con mi madre, ya me habría escapado —Comentó con una pequeña sonrisa, haciendo sonreír también al hombre que estaba del otro lado del escritorio. —Es muy bonita... Es pelirroja y sus ojos son celestes, muy bonitos —Repitió. Astrid pensaba que seguramente estaba haciendo una sonrisa tonta mientras decía todo eso, y la verdad era que sí, la estaba haciendo.
—¿Y por qué no la invitas al baile? —Preguntó el psicólogo con una pequeña sonrisa de cómplice. La sonrisa de la rubia se borró casi al instante, mientras que sus ojos fulminaron a los del profesional.
—Es completamente hetero, se nota a una milla —Respondió rodando los ojos, como si estuviera cansada de hablar de éso. —Además, no iré al baile —Añadió, firmemente y segura de sí misma. Ernie la miró y asintió levemente, luego anotó algo en su bloc de hojas que Astrid no pudo ver, pero le habría gustado saber qué era.
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Dancing in the Street de David Bowie y Mick Jagger sonaba en los oídos de Astrid mientras ésta dibujaba tontos garabatos en su cuaderno. De pronto, por la cabeza de la muchacha pasó el recuerdo de la última carta que había recibido de su padre. La había leído el día anterior y en ésta decía que la llamase cuando pudiese, que debía contarle algo muy importante; pero al estar a punto de ir a la sesión con Ernie, pensó que lo llamaría después, olvidándo de hacerlo.
A pesar de que la medianoche había pasado hace un largo rato, la segunda de los Kramer se colocó su abrigo rápidamente y salió con un silencio digno de admirar. Corrió las tres cuadras que la separaban de la cabina del teléfono, con sus monedas tintineando en el bolsillo de su chaqueta. En pijama y completamente despeinada, marcó el número de su padre y esperó, en silencio, que éste levantase el teléfono en Chicago.
—Oh, darling, cómo me haces esperar... —Recibió del otro lado apenas contestaron la llamada. Una gigante sonrisa se dibujó en el rostro de la muchacha, quién reconoció al instante la voz y el humor caracterísitico de su antecesor.
—¿Cómo sabías que era yo? —Preguntó sin borrar su sonrisa y con el entrecejo levemente fruncido.
—Querida, solo tú eres capaz de llamar a ésta hora —Respondió él, como si fuera una clara obviedad. "Es verdad", pensó Astrid; y le pidió a su padre que le diera las noticias.
Lo que escuchó luego, hizo que se tambaleara y debiera sostenerse de las paredes vidriadas de la cabina. Su padre había terminado de construir su habitación y la invitaba a pasar todo el verano con él, en Chicago.
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Gioia&Astrid.
Teen FictionGioia Longhi y Astrid Kramer son dos personas completamente diferentes, pero si en algo ambas están de acuerdo es que Kate Moss fue, es y será la mejor modelo en todo el mundo... Y que detestan a más no poder a Ruby Nakahara. Tras la llegada de la...