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Imagen multimedia: Derek Smith.

Escuché aparcar el coche de mis padres. Eran las 15.58, la hora de llegada se había adelantado. Sentí girar la llave en la cerradura y por fin abrieron la puerta. Brandon escondió las pistolas en mi cuarto por si me quedaba a solas con él allí. Primero entró mi padre, a seguir mi madre y después de ella el desconocido. Me miraba fijamente. Era alto, con ojos azules. Tenía el pelo castaño y llevaba el peinado que todos los tíos llevaban: el pelo cortado en los laterales y por detrás, arriba el pelo largo. Tenía un brazo entero tatuado. Llevaba una camiseta básica azul oscura, unos pantalones caídos y unas New Balance azules. Nadie dijo nada hasta que decidí hablar.

— Becca Hardword. — Le tendí la mano.

— Derek Smith.

En vez de darme el típico apretón me besó la mano. Me aparté y no dije nada al respeto.

— Becca, no te lo vamos a presentar — dijo mi padre —. Tendrás que conocerlo por tu propia cuenta. Tú seguirás durmiendo en tu cuarto y él en el de invitados.

— Me parece bien. Si esperas que me siente a hablar con él vas bueno. — Aclaré.

— Derek, subamos a tu nuevo cuarto para que te puedas instalar.

Mis padres subieron mientras Derek esperaba a que entraran en su cuarto. Subí y él venía conmigo.

— Un poco borde si eres. —Me susurró al oído y entró a su cuarto sonriendo.

Pasé totalmente de él y entré en su habitación. Mis padres estaban a punto de abrir el armario. El cubo se caería sobre ellos.

— Papá, mamá — dije —. Creo que deberíais dejarlo solo. Supongo que sabe lo que es un armario y como se utiliza, no hace falta que se lo expliquéis.

Asintieron.

— Bueno Derek, bienvenido a casa. —Dijo mi padre.

Salí con ellos de la habitación. Mis padres se fueron a trabajar y me quedé sola en casa con él. Brandon se había ido a las piscinas con Brenda así que la tarde iba a ser larga. Me dirigí a la puerta de Derek a esperar que abriera el armario. No tardó mucho. Lo abrió y todo el líquido con insectos se le había caído encima. No gritó, así que abrí la puerta.

— Bienvenido. — Sonreí.

Cerró la puerta y se sentó en la cama.

— Me parece que tú y yo nos vamos a llevar muy bien.

— Que sepas que voy a hacer todo lo posible para que abras la puerta de mi casa, salgas y no vuelvas a entrar.

— Lo tendrás difícil, hermanita.

— ¿A sí? — Lo miré seria.

— Sí. Yo no me voy de un sitio en el que tenga comida, un cuarto solo para mí y una hermanita como tú.

— ¿Qué quieres decir con "como yo"?

— Ya lo irás viendo estas primeras semanas.— Sonrió.

— Tengo un espray de pimienta. — Aclaré. 

Se rió.

Me fui a mi cuarto y encendí el ordenador. Tenía un mensaje de Angel.

               AngelCum69: A las seis en el parque. Tenemos que hablar.

No le respondí, eso significaba que quedaría con él. Ya eran las 17.35 así que me preparé deprisa. No me gustaba la idea de dejar al desconocido solo en mi casa, pero si cuando volviera faltara algo en mi habitación sería la excusa perfecta para que se fuera. Así que abrí la puerta de su cuarto.  

La atenta mirada del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora