U n o

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Corinne:

Escueta y enigmática, la carta reposaba en el tocador de Corinne Mallory. Al principio había decidido ignorar la citación que había en la misiva, pero la había detenido el nombre que la firmaba. Ignazio Boschetto había estado casado con su mejor amiga, y Lindsay había estado loca por él... hasta el día de su muerte. Eso había logrado que Corinne se tragara su orgullo. Fuera cual fuera el motivo de la visita de él a Canadá, la lealtad que le guardaba a Lindsay había hecho que aceptara verse con Ignazio.

Pero en aquel momento, cuando faltaban menos de dos horas para que se viera con aquel hombre cara a cara, no estaba tan segura de haber tomado la decisión adecuada.

Miró la poca ropa que tenía en su armario y decidió que algo de color negro sería lo más adecuado. Lo combinaría con perlas ya que una cena en el Pan Pacific, el hotel más prestigioso de Vancouver, requería un toque de elegancia... aunque las perlas no fueran verdaderas y el vestido negro fuera de seda falsa.

Por lo menos sus zapatos negros llevaban grabado el emblema de un conocido diseñador, lo que suponía un recordatorio de la época en la cual había podido permitirse algunos lujos.

También era un recordatorio de Lindsay, una pequeña mujer llena de sueños que no había creído en la expresión «no puedo hacerlo».

—Compraremos un edificio destartalado en una buena zona de la ciudad —le había dicho su amiga—. Y lo convertiremos en un hotel, Corinne. Yo me encargaré de la gestión y de la decoración y tú de la cocina. Podemos hacer lo que nos propongamos. Nada nos detendrá. ¿Y si nos enamoramos y nos casamos? Tendrá que ser con hombres que compartan nuestra visión de la vida.

En aquel momento su amiga había esbozado una gran sonrisa.

—¡Y ayudaría si fueran muy, muy ricos! —había continuado—. ¿Y si no lo son? No importa porque nosotras labraremos nuestra propia suerte. Podemos hacerlo, Corinne. Sé que podemos. Lo llamaremos Hotel Bowman-Raines. Cuando cumplamos treinta años seremos famosas por nuestra hospitalidad y nuestra cocina. La gente matará para hospedarse en nuestro hotel...

Pero todo aquello había sido antes de que Lindsay fuera a Sicilia de vacaciones y se enamorara de Ignazio Boschetto, que era muy, muy rico, pero que no había tenido ningún interés en absoluto en compartir los sueños de ella. En vez de ello, la había hecho suya. Y Lindsay se había olvidado de su sueño de crear un bonito hotel y se había mudado al otro extremo del mundo para convertirse en su esposa y crear una familia.

Pero la suerte en la que su amiga había creído tanto la había golpeado con ferocidad ya que con sólo veinticuatro años había enfermado de leucemia y su pequeña hija de tres años se había quedado huérfana...

Corinne parpadeó para apartar las lágrimas de sus ojos y se aplicó máscara de pestañas.

En la planta de abajo, oyó cómo la señora Lehman, su vecina y niñera ocasional, colocaba los platos para darle de cenar a Matthew.

Al pequeño no le había hecho gracia enterarse de que su madre iba a salir.

—Odio cuando vas a trabajar —había dicho mientras le temblaba el labio inferior.

Corinne tenía que admitir que su hijo tenía razón ya que muchas veces no podía llegar para acostarlo. Frecuentemente su trabajo le exigía trabajar hasta tarde y durante las vacaciones de su pequeño. Pero no había mucho que pudiera hacer para evitarlo, no si quería tener dinero para pagar el alquiler y poner comida sobre la mesa.

—No llegaré tarde y prepararé tortitas con arándanos para desayunar —le había prometido a Matthew—. Pórtate bien con la señora Lehman y no le hagas pasar un mal rato cuando te acueste.

En Sicilia Con Amor/ Ignazio BoschettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora