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Habían pasado dos semanas desde que  chico de ojos azules había aparecido en mi parada y ahora mis dibujos consistían en él, en su rostro. Había conocido su nombre por accidente, Louis, venía con un amigo aquel día y escuché que el chico de cabello castaño y ojos miel reía y exclamaba un Louis, me parece que es el nombre más bonito de todo el mundo.

Miré aquel lugar donde ponía mis dibujos de él, tenía cuatro y eran de Louis, los demás los guardaba en mi maletín de dibujo. Mi abuela había venido hace unos dos días y yo le había contado que ahora sabía su nombre, dijo que debía de hablarle pero no me atrevería, ¿qué le podría decir yo? Oh, hola. Me llamo Harry y soy el chico que te ha estado dibujando desde hace días a escondidas de ti y escuché tu conversación con tu amigo para saber tu nombre, ¿te parece y vamos al café? No, definitivamente no iba a hablar con él pero si no lo haría, ¿cúal sería el propósito de esto?, ¿llenar mi cuadro de dibujos de su rostro y nunca hablarle? La verdad ni yo mismo sabía que debía de hacer para no quedarme en ese punto que hasta ahora me sentía impotente, pero yo era muy tímido para iniciar a hablar con él y más sabiendo que tenía dibujos de su cara por todos lados y que se paseaba por mi cabeza en los últimos días, definitivamente no iba a hablarle, pero no podía seguir así.

Me llevé mi mano hacia mi cabeza ya que ahora estaba estresado por pensar en cómo acercarme. Aparte, de seguro él no sabía de mi existencia y quedaría como un inútil, la situación me frustraba de sobremanera, sí sólo aquel día el autobús no se hubiera retrasado o hubiera tomado un taxi antes de que él llegara, hoy no estaría aquí comiéndome la cabeza.

“¡Diablos!” di un golpe a la pared h recargué mi frente en ella, lo mejor era olvidarlo y sacar todos éstos dibujos y olvidarme de él y de sus ojos, era lo mejor, porque si no de seguro me volvería loco en este lugar de cuatro paredes y yo no quería eso.

Escuché unos pasos corriendo hacia mi recámara y la puerta de mi habitación abrirse. “¿Harry?, ¿estás bien? Escuché un golpe y pensé que te había pasado algo...” sentía su mirada pero no la veía, seguía recargado en la pared. “Hazz...”

“¿Qué debo de hacer, mamá?” la miré y me senté en mi cama jalando mi cabello hacia atrás desesperado.

“¿Hace con qué, Hazz?” se acercó a mí y su voz era dulce, me tranquilizó.

“Con él...” señalé la habitación con sus dibujos. “Y-Yo me siento impotente...” puse mis codos en mis rodillas y recargué mi cabeza en mis manos.

Se sentó a mi lado y acarició mis cabellos con suavidad. “La respuesta ya sabes cuál es, pero no quieres hacerla” besó ni cabeza y se fue cerrando la puerta.

No es que no quería, es que no podía. Querer no es poder, porque a veces sí quieres, pero no puedes.

El Dibujante »LS«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora