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Mi abuela apreciaba el dibujo que había hecho media hora antes. "Es muy bello, tiene unos lindos ojos, Hazz" sonrió y me acarició el cabello para después dejar el dibujo justo donde antes estaba.

"Espero volver a verlo abuela, él es muy lindo..." miré a la ventana y la imagen de su perfil mientras miraba la pantalla de su celular se cruzó por mi cabeza haciéndome sentir extraño.

Hubo un poco de silencio y sentía la murada sospechosa de mi abuela. "Me tengo que ir, Hazz, pero dentro de unos días volveré y quiero que me estés al tanto con el chico" sonrió y me besó la mejilla. Bajamos por las escaleras y junto a mi mamá la despedimos.

Subí nuevamente a mi cuarto y decidí volver a dibujar, afortunadamente en algunas ocasiones él volteaba hacia la calle y pude ver su rostro de frente, así que dejé que mi mano trazará sus rasgos guiándose por los recuerdos de mi cerebro.

Se escuchaba el papel ser rasgado por la punta de mis lápices para contornos, el sonido de mis yemas tocar el papel de mi libreta y rozarlo para difuminar las sombras, el sonido del aire que salía de mi boca para quitar de encima los pequeños trozos de migajón que dejaba la goma al borrar, los lápices de madera dar vida a aquellos ojos y mi sensación de satisfacción al ver el dibujo terminado. Tomé una tachuela y lo puse a un lado en la parte superior del otro.

Fui por mi cámara a mi tocador y tomé una foto de mi pizarra; en ella tenía toda clase de dibujos tales como pájaros, árboles, personas, objetos comunes, mis familiares, gatos, paisajes, me gustaba mucho dibujar y lo hacia con cualquier cosa, pero los que más me gustaban iban dirigidos ahí para pasar al álbum de recuerdos.

Me acosté en mi cama y puse un poco de música desde mi reproductor, y cerré los ojos.

Mis párpados se cerraron, mis pestañas chocaron con la parte superior de mis mejillas, y en toda aquella obscuridad unos ojos pequeños, con cejas algo despeinadas, pestañas largas, párpados caídos y orbes azules como el mar y misteriosas como el océano, abarcaron todos mis pensamientos y mi cabeza en ése instante. ¿Cómo era posible que aquel chico que tenía poco de conocerlo en un momento se había vuelto dueño de mis pensamientos?, ¿a caso eso era mi obsesión? Los ojos azules fueron viéndose borrosos hasta desaparecer y que yo cayera en un profundo sueño.

El Dibujante »LS«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora