Capítulo dos.

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Alex. El chico que había roto mi corazón en más de una ocasión estaba parado a escaso metros de mi, mentiría si dijera que no estaba nerviosa.
Mire rápidamente alrededor para buscar una salida, lo más lejos de Alex, pero digamos que jamás he tenido buena suerte, y este día no iban a cambiar las cosas. La única salida disponible era por donde estaba Alex. Dios, si realmente existes, ayúdame, hazme invisible. Que Alex no me vea. Pooooor favor.

Vamos Mia, tú eres fuerte, él es solo un chico, vamos camina. Hacia adelante, deja de mirar el piso. Me reprendí. Levante mi rostro y alce un poco mi mentón y camine a paso firme hacia la salida. Sin mirar hacia ningún lado más que al frente, ni siquiera al suelo... Y ese fue mi error... Todo sucedió demasiado rápido, una pequeña pelota saltarina en el piso, mi pie sobre ella, las bolsas que tenía hace unos segundos en mis manos ahora estaban volando, y en un abrir y cerrar de ojos mi cara estaba en el piso.
Y así es como Mía Martin trata de pasar desapercibida...
Trató de levantarme rápidamente, ya hay personas a mi alrededor, pero nadie hace ningún movimiento, y de pronto... Risas y más risas.
Putos.
Me termino de parar y busco las cosas que antes estaban en mis bolsas y ahora están por el suelo, luego de un minuto todo está en su lugar y camino rápidamente, pero con cuidado, a la salida.

-Había olvidado lo torpe que eres, Mia.-Dijo una voz a mi espalda. Alex, no podía dejar de recordar su odiosa voz.

Maldito, maldito. Maldito. Dios, se supone que me ayudarías.

-Y yo había olvidado lo fastidioso que eres. - respondí secamente, y seguí caminando, hasta tomar un taxi, no iba a caminar hasta mi casa ahora, sinceramente, me dolía todo. Y tenía la leve sensación de que me había roto un poquito el labio. Llevaba largos diez  minutos en el taxi y aún no llegaba a mi casa. Hoy no era mi día.

-¿Donde vives, niña? - Me preguntó el chofer

- En Marina con Marcos.

-Este recorrido no va hacia ese sector, pero si quieres puedo hacer una excepción. - Me dijo el chofer, mientras aparcaba a un lado de la calle y me miraba por el espejo con una sonrisa pícara.

Mierda. Moriré. Me violaran. Mia,¿por qué siempre tienes tan mala suerte?
Revise rápidamente si tenía el seguro de niños, y para mí suerte no lo tenía puesto. Así tome todas mis cosas y salí corriendo del taxi. Para mí suerte estaba a diez calles de mi casa.

Luego de otros quince minutos, por fin estaba llegando a la calle de mi casa, mientras doblaba me di cuenta que había alguien con una capucha negra sobre su cabeza fuera de mi casa. ¿Y si era el chofer-violador? Mire a ambos lados buscando con que defenderme y encontré varias piedras pequeñas y las guarde en mis bolsillos.

Cuando estaba a dos metros de mí entrada, y la persona no se movía, se me ocurrió una idea muy mala.

-¿Quién eres y qué quieres?- le grite al chico, que estaba en mi puerta. No respondió. - Vamos, date la vuela y respóndeme.

Nada sucedió, así que tome las piedras de mis bolsillos y se las lance a su cuerpo. Ocho piedras para ser exacta.

Un grito agudo se escapó de sus labios, mientras me gritaba que me detuviera.

-¿Qué demonios te pasa? - me grito el chico mientras se daba vuelta y se quitaba el gorro.

Alex.

- Lo siento, pero me asuste, ¿estás bien? - le dije mientras me acercaba a él.

- ¿Qué crees, Sherlock?

-Que si, y además fue tu culpa, así que adiós, burro.

Abrí la reja de mi casa y entre, cerrando la puerta de esta en la cara del burro.

-Hey, Mia, déjame pasar, acá afuera hace frío. -Me dijo haciendo un tierno puchero.

-Pues, congélate. Tú no eres mi problema.

-Vamos, Mia, sé que quieres que pase. Se te nota.

Sabía que estaba sonriendo, lo conocía bien... Ojalá que llueva y se moje todo. Muajajaja

-Si claro, en tus sueños, adiós.

-Bueno, déjame afuera, Ángel, pero no sabrás la sorpresa que te tengo.

Su voz era genial, realmente conocía pocos hombres que tuviesen un lindo tono de voz. Alex sabía la mucho que amaba cuando me decía Ángel. Todo empezó cuando me obsesione con un libro: hush, hush. Y comencé a tener la loca idea de que encontraría a mi propio Patch, pero luego de "intentarlo" con Alex, y que todo saliera muy mal, me negaba total y absolutamente a tener una relación.

-No me digas Ángel. Y no quiero nada de ti.

Mentira, soy muy curiosa y lo único que quería era saber que me traía.

-Sé que esto te gustara mucho -Dijo suavemente. -Esta es mi manera de decir que lo siento y mucho, recibe mi regalo, por favor.

-Bien, pero aún no te perdono.

Abrí nuevamente a la reja para que Alex me pasara mi regalo, pero de pronto comenzó a llover, despacio por unos segundos, y en menos de un minuto había un aguacero.

-Entremos, vamos, rápido.

Abrí la puerta de mi casa luego de tres minutos, digamos que aún no sé bien abrir puertas... Lo que llevó a que estuviéramos empapados.

-Espera aquí, iré por unas toallas. -Le dije mientras prendía la calefacción, y subía por las escaleras.

Para mí suerte mi casa estaba ordenada, y mi habitación también. Julia había venido hoy. Por lo que no pase ninguna vergüenza con Alex. Me seque y me puse ropa limpia y seca, y segundos después tome una toalla limpia y una sudadera que tenia de Alex.

Esto es jodidamente raro, después de no haber hablado por más de un año, Alex volvía a mi vida de improviso, tal como se fue.

-Ten. - Le tendí las cosas.

Aún hacía frío, por lo que empecé a tiritar. Y desvíe la mirada del torso desnudo y bien definido de Alex.

-Ven aquí. -Dijo mientras jalaba mi brazo y me envolvía con los de él. -Tú siempre serás la primera, ¿lo sabes, no? -susurro en mi oído.

Ahora ya no tenía frío, pero tenía al chico que me había enamorado y también dejado: sin polera.... De pronto sus labios estaban demasiado cerca , su cercanía me confundía, lo quise mucho, pero me lastimo aún más.

-Alex.- dije suavemente.

-Mmmhm.

-Siento tu cosa, en mi estomago.

-Oh, lo siento. Pero estas un poco mojada y te estoy abrazando, digamos que para mí es una muy buena combinación. -dijo mientras sonreía, una sonrisa coqueta y de medio lado. Sus ojos me decían que quería más. Más de mi.

Prohibido EnamorarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora