Capítulo 18

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La densa oscuridad en una tenue luz


Desde que había aprendido a redactar un informe aceptable para la escuela, Harley cupo en la cuenta de que no era más que una víctima del destino, alguien a quien le habían arrebatado todo sin ninguna razón aparente y por eso decidió acabar con partes de él que eran vitales para convertirlo en la persona que solía ser, para sentir lástima, compasión, tener sentido común y discernir entre lo que lastima y lo que no. Pasaron algunos años luego de perder a la persona más importante en su vida para que se volviera un muchacho asocial que destilaba indiferencia, y a veces odio, para cualquiera que se le acercara. Después de todo, pensaba que nadie se quedaría por siempre con él, no importaba quien fuera, pues, al final, morimos solos; y estaba seguro de que nadie valía lo suficiente como para que él tratara de despertar su sentir otra vez. El mundo lo había moldeado durante todo el tiempo que su corazón fue rompiéndose cada vez más, así justificaba cada acto suyo.

Por ello, odiaba intensamente a todo aquel que él considerara que entre la fortuna y la desgracia, habían elegido su propia desgracia. Jóvenes que arruinaban sus vidas con drogas, que se dejaban influenciar por amistades tóxicas, que nunca alzaban la voz para protestar, aquellos que se hacían daño al propósito bajo la "excusa" de tener baja autoestima o necesitar amor, eran insoportables para Wood. Porque ellos podían elegir, él nunca pudo y ya estaba arruinado, ¿no era así?

Scarlet Niqueria era una muchacha de segundo ciclo en una de las tantas facultades de Emory, quien pese a ser tan nueva en el mundo universitario, ella y su mejor amiga, Jennifer Oxferdeson, ya se habían hecho muy populares en todo el campus debido a los rumores que circulaban sobre ellas, sus prácticas, actitudes, sus almuerzos, actividades, forma de vestir, su apariencia y los nombres con los que ellas mismas se habían bautizado para ser llamadas así por todos: Ana y Mia, respectivamente.
De más sería mencionar que Harley Wood las despreciaba por lo que eran, por lo que representaban.

Por ese motivo, Harley sintió la sangre hirviendo en cada vena y arteria de su cuerpo, así como una inflamación en su hígado cuando, al ingresar a la habitación de Jude, vio que Ana y Mia se hallaban al lado de aquella conversando bastante animadas mientras Thompson las observaba desde una esquina. El muchacho dio un fuerte golpe en la puerta provocando que las tres jóvenes se sobresaltaran y le clavaran una temerosa mirada. Entonces, con el ceño fruncido y la voz más imponente que pudo emitir, exclamó:

—¿¡Y ustedes qué mierda hacen aquí!?

Un breve silencio se hizo presente en la habitación, el frío entró por la ventana, la manecilla del reloj contó un segundo más y Thompson bufó. El rostro de J ya había empezado a enrojecerse de la vergüenza que estaba sintiendo cuando Ana decidió ponerse de pie y con una mano en la cintura, protestó:

—¿Se puede saber quién eres tú para hablarnos de esa manera, Wood? —escupió la última palabra apretando la mandíbula.

—Yo tengo más derecho de estar aquí que ustedes —ironizó con algo que pareció una risa, extendiendo los brazos.

—¿Ah, disculpa? —mofó para luego acercarse con lentitud a Harley y mirarlo directo a los ojos al instante de pronunciar—: ¿Derecho o deber porque la culpa te mata?

Mia, quien se hallaba sentada en la camilla de Jude, silbó izando una mano antes de soltar una breve risa. Jude escondió su rostro entre las sábanas. Thompson permaneció de pie en la misma esquina observándolos a todos con un inexpresivo semblante.

—¿¡Qué dices!? —Entrecerró Wood sus ojos.

—Que nosotras somos amigas de Jude. ¿Acaso tú eres su amigo?

—¡Já! Ni muerto —afirmó, severo—. Pero yo estoy aquí, vengo aquí desde antes que ustedes y donde yo estoy no puede haber basura ni desperdicios... Se contamina más de lo que ya está.

—Auch... —soltó Mia sin pensar con el afán de enfatizar y no aburrirse.

—¿Más de lo que ya está contigo aquí?—Sonrió enarcando una ceja al creer que había tenido la última palabra.

—Dale —siguió la amiga de Ana.

—Exactamente —contestó con una media sonrisa.

—¡Já! —bufó, por último, Mia.

—Imbécil... —pronunció Ana entre dientes antes de escupir en la camiseta de Harley.

El muchacho alzó el rostro para mirar a una de las chicas más delgadas y frágiles de Emory desde arriba, como si hubiera querido señalarla con el mentón, entrecerró sus grises ojos y con aires de superioridad como queriendo recalcar que él llevaba la razón, ordenó con firmeza:

—Lárguense...

—¡Demasiada peste para quedarme! ¡Mia! —vociferó a su amiga—. Vámonos de aquí.

—Sí. Te vemos luego, Jude. —Acarició el cabello de J, le sonrió, se levantó de un brinco y corrió hasta llegar a donde estaba Ana, ya en el umbral de la puerta, esperándola.

Harley les echó un último vistazo de soslayo, esbozó una mueca como quien no puede hallar belleza ni bondad en solo un montón de oscuridad y volvió a sentirse asqueado.

—Mírame como quieras, Wood, pero al menos yo no le hago daño a nadie, mucho menos al propósito... —dicho esto, salió junto a su amiga dando un portazo.

La habitación volvió a quedarse en silencio, solo el electrocardiograma del que estaba conectada Jude podía oírse con sus incesantes vibraciones. El viento corrió ligeramente las cortinas, con lentitud Harley y Riley dirigieron sus ojos a la pecosa chica que cubría la mitad de su rostro con las sábanas. Parecía que ninguno de los dos había esperado las visitas anteriores.

—Hola, Harley... —susurró J.

El aludido no pronunció palabra, se acercó a ella sin dejar de clavarle su inexpresiva mirada hasta que estuvo lo suficiente cerca de ella como para asestarle un leve golpe en la nuca. La chica soltó un quejido, estuvo a punto de gritarle algo, quizá, más grosero de lo que se hubiera esperado de una chiquilla flacucha, pero Harley la atropelló con sus palabras.

—¿¡Se puede saber qué mierda hacían esas locas aquí!? —vociferó cogiéndose el puente de la nariz.

Jude se limitó a mirarlo unos segundos, luego bajó la mirada, entrelazó sus dedos sobre la sábana y quiso desaparecer. Pronto, tuvo que fruncir el ceño sin fijar sus ojos en un punto específico para evitar que una lágrima que ya se asomaba, brotara. Aplicó fuerza en sus manos y mordió sus labios, su vista ya se había nublado y solo por Riley deseó con ira y frustración haber sido más fuerte. No pudo evitar llorar.

—Ay... No puede ser... —gimió Harley, resopló, dio un par de vueltas en su sitio, pasó su mano por su cara y volvió a dirigirse a J—: Pecosa, ¿por lo menos sabes quiénes son esas tipas?

—¡Por supuesto que lo sé! —gritó desgarrando su garganta en medio del llanto—. ¡Pero fueron las únicas que quisieron estar conmigo ese día! ¡Te recuerdo que tú me evitaste y trataste como si fuera una porquería!

El electrocardiograma se aceleró.

—¡Ya te estás autocompadeciendo! ¿¡Dónde tienes tu autoestima, eh!? —Extendió los brazos y luego los dejó caer sobre sus laterales—. "Tengo un problema. Me acercaré a la gente que tiene el mismo problema pero peor para poder recuperarme". ¿¡En qué cabeza cabe una lógica tan estúpida!?

—¡Cierra la boca, imbécil! —Tomó el control remoto que se hallaba sobre su mesa de noche y se lo arrojó a la cara, pero Harley logró cubrirse a tiempo.

—¿¡Es en serio, Jude!? ¡Después de que trato de alejarte de gente tóxica y enferma, ¿me respondes así?! —Se inclinó sobre la camilla y la miró a su altura—. ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? —Ella lo miró con su respiración acelerada y las lágrimas que corrían abundantes por sus coloradas mejillas—. Te estás matando... Poco a poco... —Entonces el llanto de la muchacha se incrementó al punto que tuvo que cerrar los ojos y cubrirse la boca, que ya no emitía sonido alguno.

Wood resopló al incorporarse, la observó un par de segundos y luego a Riley, quien seguía de pie a un lado, también mirando a J.

—¡Y tú, di algo! —le exclamó Harley.

Thompson se acercó a la camilla, se sentó junto a Jude, esperó unos segundos más antes de tomar las manos de la chica y acariciarlas entre las suyas. Ella no lo miraba a los ojos, trataba de esconderse, entonces él frotó sus mejillas para enjugar sus lágrimas y acomodar algunos mechones desordenados que se habían caído sobre su frente con la agitación de los gritos. Al final, J se armó de valor para verlo y tomar una de sus manos que acariciaba su rostro, por lo que él sonrió. Y ella lo trató de imitar. Permanecieron así un instante eterno en el que Harley se desubicó y no hizo más que verlos con una mueca en el rostro.

—Ya es tarde... —pronunció Riley con suavidad—. ¿Quieres comer algo? Te traigo los scones, ¿ya?

Jude asintió.

Su unión se rompió con una lentitud estremecedora cuando él hubo de ponerse de pie y alejarse rumbo a la puerta. Harley no le quitó la mirada de encima. Jude prefirió suspirar y fingir que ya no sentía nada, pero el electrocardiograma la delataba.

—Hey... —llamó Harley al otro chico pero este pasó de frente—. ¡Hey! ¡Te estoy hablando! —Riley salió de la habitación—. ¡¿Pero quién te has creído!? —exclamó y salió de prisa detrás de él.

J se quedó sola en la habitación, con un dolor agudo en la punta de su corazón que deseaba salir como las más saladas lágrimas que alguna vez habría llorado. Pero prefirió mirar el asomo de luz que se desprendía de la ventana. Dibujó una media sonrisa en sus labios, suspiró, se estrujó el camisón sobre el pecho y susurró para sí como si se tratase de un secreto: "Riley..."

Mientras tanto, el par de universitarios andaban a paso ligero en los corredores del hospital, entre enfermeras y doctores, pacientes y familiares, uno de ellos, a unos pasos detrás del otro, todavía soltándole improperios que eran ignorados.

—¡Te estoy hablando! —gritó Harley, por enésima vez antes de que una enfermera le ordenara que bajase la voz y se fuera rauda por el pasillo.

Unos metros más avanzaron antes de que Riley se detuviera y le clavara una fría mirada a su acompañante.

—Es genial que digas las cosas tal y como las piensas, eso es algo que ella admira en ti. —Se encogió de hombros y sonrió con ironía—. No muchos son honestos pero... Si vas a abrir la boca, que no sea para destruir a la gente.

—No es mi problema que la gente sea cobarde y no pueda afrontar su realidad —acotó llevando sus manos a los bolsillos.

—Oye... —Rió, deslizó una de sus manos por su oscura cabellera y se acercó a Harley hasta estar a unos centímetros de él—. Te lo digo así: Vuelve a hacerla llorar y te corto las bolas.

—Sabes que está enferma... Ni siquiera tengo que decírtelo. Te has dado cuenta, ¿no es así?

—Y seguro se sanará en cuanto otro suicida le diga que se hace daño... Vaya genio... —dijo y se alejó para seguir dirigiéndose a la cafetería.

Harley se quedó allí de pie, con los ojos perdidos y los hombros tiesos, esperando que la luz de la sagacidad lo iluminara pero ello nunca sucedió, así que se encaminó a sacar su propia conclusión, la cual mermó la tensión que se pudo sentir minutos atrás. Corrió hasta alcanzar a Thompson y le preguntó con cierto interés y ánimo:

—¿Estás enamorado de J? —Alzó una ceja.

Riley suspiró.

—¿Tenemos que enamorarnos de las personas para apreciar sus vidas y sentimientos? Qué bien. Apenas me entero.

—Te digo lo que veo.

—Pues deberías usar lentes... o la cabeza... —pronunció entre dientes.

—¿Eso es un sí o un no a mi pregunta?

—Es un: "eres un idiota".

—Bah.

Llegaron a una sala de espera de paredes azules, en la cual se hallaba una televisión en un rag que miraba un grupo de personas sentadas en los sillones y sillas del centro. La quietud era palpable, pocos mantenían conversaciones, algunos niños caminaban por el lugar pero, por suerte, eran bastante tranquilos y serios para su edad. Riley se dirigió a la máquina dispensadora de golosinas y comenzó a buscar con la vista algún bocadillo que le abriera el apetito. Harley se recostó en la máquina y lo miró con parsimonia sin esperarse la siguiente pregunta:

—Y a ti, Harley, ¿te gusta Penélope?

—¿¡Qué!? ¡Claro que no! —Reaccionó de inmediato—. ¿De dónde sacas eso?

—Mm...

—¡Que no!

—No he hecho ningún comentario al respecto, solo te hice una pregunta.

—¡Y te digo que no!

—Pues pareciera...

—No hay nada, absolutamente nada, nada de nada, —decía moviendo una de sus manos en son de poner énfasis— que me pueda agradar en una chiquilla tan inmadura, metiche y débil.

—¿Eso ves? —Rió. Encontró una galleta que quiso y colocó una moneda en la máquina—. Yo pienso que es linda.

—¿¡Linda!? —Dibujó la mayor de las morisquetas en su cara arrugando las comisuras de sus ojos y su ceño.

—Si no lo admites, entonces la invitaré a salir. —Recogió su galleta y le dirigió a Harley una mirada burlona—. ¿Eso te molestaría?

—Enfermo...

Riley soltó una risa sincera y se acercó a Wood.

—Tranquilo, belleza. Solo tengo ojos para ti. —Le guiñó un ojo y se alejó de nuevo rumbo a la cafetería en el primer piso.

—Belleza... —Resopló—. ¿¡Otra vez es por mi cabello!? ¡Thompson, vuelve aquí, maldita sea!


Riley había soltado una breve y algo silenciosa risa mientras Harley seguía refunfuñando al respecto. Llegaron a la cafetería, pidieron los pastelitos de Jude y se apresuraron en volver a su habitación para verla todavía despierta y de buen humor antes de que llegaran las ocho de la noche.
Al ingresar al tétrico dormitorio, ella tenía luz en los ojos solo para Riley, quien le sonreía con discreción al momento de verla comer los scones que le había traído. En tanto, solo había silencio para un Harley que se hallaba en el sillón individual de la habitación viendo alguna película que en realidad lo aburría, en la tele. Pasados unos minutos más de la interminable conversación de J y Thompson, y dado que él no era invitado a ella, Harley prefirió soltar un bufido y levantarse del mueble para ir hacia la puerta.

—¿A dónde vas? —preguntó Thompson.

Wood se detuvo y con cierto recelo respondió con un audible susurro:

—Baño.

—No te demores.

Harley parpadeó un par de veces y con la mirada tensa sobre su compañero, se sobresaltó al preguntar:

—¿¡Pero desde cuándo...!?

—No te demores —interrumpió con el ceño fruncido y la mandíbula tensa.

—Ya... —dicho esto, salió de la habitación.

Jude no contuvo la carcajada que aquello le produjo y le sonrió a Riley al momento de decir:

—Lo cuidas bien.

—Oh, no. No soy su niñera... Estamos comprometidos.

La muchacha volvió a reír, ruidosa.

—Debe amarte...

—¿Bromeas? Está loco por mí...

Entre tantas risas y sonrisas hubiera sido desagradable, incluso para él, oír un comentario serio fuese sobre la reciente relación entre él y Wood o sobre las compañías que ella había tenido hasta antes de que el susodicho apareciera. Cómo decirle que, tal vez, solo trataban de vigilarse el uno al otro, cada acción e intención que pudiera involucrar a Jude. Cómo decirle que si bien no le había parecido la mejor manera de expresarse, había apoyado la opinión que Wood había tenido sobre Ana y Mia. "Ellas no te harán sentir mejor, Jude...", pensaba para sí cuando su sonrisa se esfumó. Entonces, como si hubiera podido leer sus pensamientos, ella también calló y su mirada se tornó tan oscura como la de él; quizá hubo de entender lo que había sentido. Por ello pensó que podrían estar conectados, pero solo en el dolor, solo para sentir pesar...

***

De pie frente al espejo del baño, Harley habría de notar por enésima vez su moretón en la mejilla que días atrás Thompson le había dejado luego de haberse conocido. ¿Qué hacía allí junto a ellos? Ah, no quería que lo fueran a denunciar por maltrato hacia la chiquilla pelirroja. ¿En realidad le importaba o solo era una excusa? Quizá no tenía nada más que hacer o se dejaba llevar por la corriente. Bueno, qué importaba. No se había cuestionado demasiado el porqué de sus acciones en los últimos diez años y no lo empezaría a hacer debido a Thompson y a J.
Al volver al cuarto de J, los dos muchachos que ya se hallaban allí lo siguieron con la mirada hasta que Harley hubo de sentarse nuevamente en el sillón.

—Tardaste —señaló J.

—No habrá cena para ti —agregó Thompson, a lo que Jude no pudo aguantarse una exagerada sonrisa que quería estallar en carcajadas.

—Bah... —Resopló el aludido.

Así, ella y Thompson se miraron con complicidad, como hablándose en un idioma de solo dos personas, él señaló a Harley con la cabeza y ella se decidió por decir en voz alta:

—Gracias por preocuparte por mí, Harley.

—¿De qué hablas? —preguntó sin mirarla y con una mano sosteniendo su cabeza sobre su mejilla.

—Lo de Ana y Mia... Sé lo que piensas y creo que al final, lo hiciste por...

—No es por ti —interrumpió, seco—. Esas dos no me caen y ya. No estés sacando conclusiones estúp... —Jude le hubo de lanzar el control remoto—. ¡Ah! ¡Mocosa de mierda!

—¡Dije que gracias por preocuparte por mí, Harley! ¡Qué haría yo sin ti! —repitió, firme.

—¡Ni quién se preocupe por una...! —Jude volvió a tomar el control y lo alzó para amenazarlo con volver a lanzárselo.

—¡Dije que...!

—¡Ya! ¡De nada! ¡Baja esa cosa! —vociferó cubriendo su rostro con ambos brazos, a lo que Jude sonrió, triunfal.

"Pequeña idiota", pensó Harley antes de que su celular vibrara en el interior de su bolsillo de la chaqueta. Los tres muchachos hubieron de oír el aparato, por lo que llevaron la mirada al objeto que Harley revisó con poca atención. Un mensaje de texto de un número desconocido figuraba en la pantalla: "Ya le dije a Agatha para que vayas a su fiesta por Halloween. Ella dice que estás invitado, aunque igual piensa que no irás. Sé rebelde y llévale la contra yendo ;) Soy Camile Mawson".

Un suspiro bastó para despertar la curiosidad de sus compañeros, quienes, antes de que él se diera cuenta, se hallaban a su lado leyendo su mensaje junto a él. Harley volvió a suspirar, algo hastiado.

—¿Y de qué te vas a disfrazar? —preguntó Thompson.

—Podrías disfrazarte de vampiro —sugirió J—. Como ya eres pálido solo te falta la brillantina encima.

—Yo puedo ser tu hombre lobo... —dijo Thompson alzando ambas cejas.

—No iré. No me gustan los eventos sociales —repuso Harley.

—"Ni mi gistin lis ivintis sicilis" —repitió J arrugando la nariz—. Qué ñoño eres. Si yo pudiera iría, pero ya ves que no...

—Es una pérdida de tiempo...

—¿Conocías a Camile Mawson, Wood? —preguntó Thompson.

—Supongo... ¿Por qué?

—Si ella va, Peny irá. ¿Aun no quieres ir?

—¿Sigues con eso? ¿Qué tengo que ver yo con ella?

—Mira, si vas, podrían pasar cosas que no estás acostumbrado a vivir... —insinuó, provocativo.

—¿Cómo qué?

—Te podrías divertir... —contestó J—. Además, no tendrías que venir a verme por ese día.

—Parece que me verán por allá —concluyó, convencido del último argumento de la pelirroja.

—Miserable... —musitó ella.

Lo poco que Harley había logrado entender en toda su vida sobre las relaciones interpersonales lo había usado para evitar a toda costa construir alguna con cualquier persona. Ya que no conectaba con nadie, estaba seguro de estar llevando a cabo su cometido; sin embargo, con la llegada de aquellas personas a su seco mundo, nada parecía funcionarle. El mundo a su alrededor estaba cambiando o, tal vez, solo un poco y muy en el fondo, él mismo. Aun así, prefería guardar silencio aunque a su alrededor todos rieran tal y como lo hacían J y Thompson en ese momento. Después de todo, no consideraba a nadie amigo suyo mas pensó que tampoco estaba mal perderse un día en un lugar repleto de gente de su edad que buscaba despertar hormonas. También podría intentar burlarse en su mente de lo ridícula y estúpida que podía ser la raza humana. Pero antes debía responder un mensaje de texto, tal y como le había salido del corazón decirle:  "¿Cómo carajos conseguiste mi número, Mawson?"

***

Los días previos al treinta y uno de octubre pasaron tan de prisa que solo los estudiantes en exámenes sintieron cada copo de nieve que hubo de llenar las calles de Georgia para la fecha. En cuanto a Harley, solía ir a diario al hospital a visitar a Jude aun cuando Riley no se lo había pedido, de algún modo se le hizo costumbre acompañarla hasta la noche, llevarle algún postre de vez en cuando y hasta el recado de algún maestro, a lo que ella había comentado: "Sé que me amas en secreto. Admítelo", y él, enfadado, hubo de contradecir: "¡No hay nada más que hacer". ¿Si la quería? ¿Por qué habría de?, se preguntaba a sí mismo. También dejaba ir las tardes con Thompson, quien parecía disfrutar con hacerlo gruñir o soltar improperios, pero dejaba en claro su intención de vigilar cada movimiento en falso que Wood pudiera dar. ¿Si le agradaba la compañía de este? ¿Por qué habría de?

En Emory, Harley trataba de evitar a todo a quien conocía, sobre todo a Regina Berry, Camile Mawson y Penélope Marks. Huía cada vez que oía cerca de una de ellas, no entendía ni justificaba sus acciones, pero era lo que el instinto le dictaba que debía de hacer, hasta que un día hubo de sorprenderse a sí mismo garabateando en una hoja el esbozo de una niña de moño de desordenado en la cabeza. "Podría ser cualquiera", se dijo.
Ya para el mismo día de Halloween eligió usar unos ceñidos vaqueros, una camisa blanca sencilla y sus típicas botas. Al verlo, J y Thompson entrecerraron los ojos tratando de adivinar qué clase de disfraz era aquel.

—Si te pones un chaleco y un sombrero, podrías ser un vaquero —dijo Jude con su pulgar sobre su labio inferior mientras escudriñaba al chico.

—Sí... Vamos a la tienda de disfraces que está a unas calles, Wood. Seguro que hay algo... —sugirió Thompson sin más, como si no importara, como si le diera igual.

—¿Me traes una galleta, Riley? —pidió Jude con menos timidez que días atrás.

—Claro —contestó guiñándole un ojo.

El electrocardiograma se aceleró con levedad y Harley bostezó.

—Aw. También hay amor para ti, Harley, Harley —se apresuró Jude en añadir con una voz chillona mientras estiraba sus brazos hacia él como si quisiera abrazarlo.

—Ew... —contestó este y se dirigió a la puerta junto a Thompson.

Los chicos salieron del hospital a paso ligero, pues la noche caía y si bien Harley tenía hasta más allá de la medianoche para estar fuera de casa, el horario de visitas en la institución ya se iba a terminar y Riley no podría volver. Cruzando la calle había una tienda de disfraces muy conocida entre niños y mamás, a la que pocos acudían pero siempre había un par de ojos curiosos merodeando el lugar; fue allí a donde los muchachos de Emory ingresaron.
Luego de darle la vuelta al lugar, de varios suspiros de Harley, quien no entendía bien qué hacía allí, Riley halló el chaleco y el sombrero perfecto que había imaginado.

—¡Hey, Wood! —llamó desde un extremo de la tienda—. Ponte esto.

Harley obedeció sin decir palabra alguna. Se veía como un verdadero vaquero de las películas viejas del viejo oeste. Riley caminó a su alrededor observándolo y al terminar, sonrió de manera exagerada y con una mano sobre su mejilla, exclamó:

—¡Di-vi-na!

Harley lo miró, inexpresivo, por unos segundos  formulando su reacción antes de responder a la defensiva.

—Háblame así de nuevo y te romperé la nariz —amenazó.

—¿Qué pasa? ¿No estás seguro de tu masculinidad? —preguntó con la voz más grave que pudo impostar.

—¿Qué? —frunció el ceño y la curva de sus labios se viró hacia abajo.

Riley estalló en carcajadas y le lanzó un golpe contundente en la espalda a su compañero, quien tuvo que dar un paso para no caer. De esa forma, Harley comprendió que Thompson... podía ser extraño.

***

Las siluetas de los cuerpos se perdían en la tenue luz que se mezclaba en una densa oscuridad de discoteca. Harley agradeció que no pudiera ser reconocido por nadie, así no se sentiría más ridículo de lo que se veía. Llegó a preguntarse si aquello era mejor que pasar la noche con Thompson y J.
Veía formas extrañas, disfraces estrafalarios que más bien parecían cosplays, veía superhéroes, animales, enfermeras, fantasmas, momias, hombres lobo, vampiros, hasta árboles y plátanos. "Que todos son raros...", se decía.

Una risa escandalosa lo sacó de sí mismo, peor aun cuando sintió el peso de una persona algo pequeña a sus espaldas. "¡Disculpa!", oyó detrás de él. Entonces se giró para dar la cara, no solo era mujer, era ella. Vestía un mameluco gris ceñido a su cuerpo, llevaba una boina sobre su moño, guantes blancos y la cara pintada del mismo color. Era el mimo más ruidoso que había visto.

—Harley... —musitó ella mirándolo a los ojos.

Cuánta debilidad.

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