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Era un día frío, como cualquier otro día en invierno. El cielo estaba completamente nublado, ni siquiera un pequeño rayo de sol era capaz de atravesar las densas nubes que se encontraban juntas en el cielo. No había ningún tipo de diferencia en el ambiente.

Los niños jugaban afuera. Sus pequeños cuerpos estaban abrigados con varias capas de ropa, lo que podría parecer gracioso ya que hacía que los niños parecieran gusanos andantes. No había nada fuera de su lugar. La mismas risas de los niños adornaba el lugar como cualquier otra tarde, los autos pasaban por la carretera con la misma velocidad que ellos siempre tenían.

Pero a pesar de todo, Rebecca Mond presentía que algo malo iba a pasar ese día. Tenía esa corazonada de que algo malo podría pasar. Se sentía igual que el día que su madre la echó de casa. Pero por su propio bienestar, ella decidió dejar ese pensamiento a un lado. En cambio, se dirigió a su auto y comenzó a conducir a su trabajo.

Cuando su madre la había echado de su casa, ella había decidido que no iba a dejar de perseguir sus sueños. Así que comenzó a trabajar en una empresa. Ella estaba en el área de atención al cliente. Era el mejor trabajo que ella había podido conseguir. Su meta era ahorra el dinero suficiente para pagar la carrera que ella deseaba estudiar, carrera la cual su madre rechazó. Una de las razones por la cual ella no le permitió la entrada a su casa nunca más.

Su deseo era estudiar artes. Desde muy pequeña se sentía muy atraída a todo lo que derivaba lo artístico. La música, la actuación, la escritura, etc. Su familia era una de negocios así que se habían negado rotundamente a aceptar que una de sus descendientes no quisiera seguir sus pasos.

Al llegar al edificio que había sido su refugio y la fuente de su economía en los últimos meses, Rebecca bajó de su auto. Ella sintió un escalofrío cuando el aire fresco del invierno golpeó su cara. Claro, ella ya se había acostumbrado a la temperatura que había dentro de su auto.

Frotó sus pequeñas manos para crear un poco de calor y antes de que muriera congelada, entró al edificio de cristal. Era sábado, así que estaba mucho más vacío de lo normal. No habían tantas personas estresadas corriendo de un lado para otro tratando de hacer el negocio de sus vidas. Aburrido, pensó Becky.

Los pasos resonaban en el lugar a medida que ella avanzaba. Parecían ser efectos de una película de terror, le recordaba a una película que ella había visto con su amiga una vez. No había podido dormir tres noches seguidas. Ella dirigió su cuerpo al gran elevador de cristal, muchas veces la sensación de vértigo aparecía cada vez que ella miraba hacía atrás, donde ella podía mirar los autos pasando.

El elevador se detuvo en el piso número tres. El edificio era de siente pisos, así que se podría decir que estaba en la mitad del edificio. Caminó libremente, saliendo del elevador para encontrarse con un pequeño pasillo. Al final de este, habían dos puertas enormes de madera que la llevaba a la enorme estancia donde estaban todas las personas atendiendo las llamadas de los cientes.

-Rebecca, pensé que no vendrías. Hoy es tu día libre, perdón por haberte llamado; pero necesitábamos más personal. Por alguna razón hoy hemos estado recibiendo muchas más llamadas de lo usual. -Ericka, su jefa la miraba sonriente. Ella se había comportado muy bien con Rebecca el tiempo que ella había estado allí. Era imposible negarle algo a Ericka. Era como si ella sintiera la necesidad de obedecerla.

Desde que Rebecca conoció a Ericka, Becky sintió una gran confianza hacia ella. La manera en la que Ericka hablaba, de una forma dulce y cariñosa, como si le estuviese hablando a su propia hija. La manera que sonreía, le recordaba a su abuela, la única persona que en verdad se había interesado por ella. Ericka era una mujer adulta, podría tener cuarenta años con facilidad. Sus ojos era azules como el agua de mar, su cabello negro como carbón, decorado con algunos pequeños cabellos blancos que ella a veces teñía para ocultar.

Nota: Esta es una historia corta de cuatro partes, espero que les guste es la primera historia corta que escribo.

Portada hecha por AloneWithTheStars

Sin EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora