capitulo 4

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"No vas a ir" me repetía una y otra vez. "Ni pienses en ir, toma un buen libro o busca una película y piérdete en ellas" seguía diciéndome pero no hice caso a ninguna de las dos.
Pago el taxi que se estaciona enfrente del restaurante italiano "Riccardo Trattoria", no sé qué hago aquí con un vestido negro hasta las rodillas con la espalda escotada, un pequeño chal negro, unos zapatos dorados y bolso combinando con ellos. Mi maquillaje es sencillo pero resaltándolo con un pinta labios rojo, no exagerado si no leve el color. No recuerdo nada de cómo acabe aquí así vestida, se supone que esto es lo que debo evitar.
Camino con pasos temblorosos hasta la entrada donde una chica me abre la puerta amablemente. Me indica el lugar donde un joven simpático está parado detrás de un atril. En este momento tengo miedo de preguntar... ¿Y si ese tipo sólo quiso jugarme una broma?


-Buenas Noches-saluda con una sonrisa.
-Buenas Noches-sonrió nerviosa.
-¿Tiene una reservación?-pregunta y quiero correr.
-Emmm... sí. Está a nombre del Señor Hayes -mi voz sale más nerviosa que mi risa. Me aclaro la garganta y sonrío.
-Déjeme checar-dice y busca el nombre en la computadora. Miro a ambos lados, de mi lado derecho se encuentra como un pequeño bar y de mi lado izquierdo parte del restaurante.
-Aquí esta, la Señorita Soraya la llevara a su mesa-me señala a la chica que abrió la puerta. Le sonrió y vuelvo la mirada al chico frente a mí- Que tenga una buena velada y disfrute de la comida.
-Gracias-respondo con voz más clara.
La chica me indica que la siga, pasamos la parte principal del local donde veo desde parejas hasta familia comiendo, sonrió a unas cuantas personas que me sonríen. ¡Dios mio! Soy demasiado tímida pero estoy obligando a mis pies a que no hagan un ridículo aquí delante de tanta gente. Soraya abre unas puertas corredizas y me indica a que pase, doy un paso adentró esperando encontrar a Hayes pero no, no está. Suspiro de alivio pero el terror se apodera de mí. La chica se despide y cierra las puertas. Me encuentro parada en medio de una vista magnífica, toda la pared de frente es de cristal y lo que hay detrás es un pequeño jardín de tulipanes y calas, bañadas con una luz tenue.

Sólo hay una mesa para dos personas, en medio una única vela rodeada de pétalos de tulipán amarillo, dos sillas una frente a otra, un juego de vajillas de porcelana blanca con tenedores de plata aún lado y dos copas en cada lugar. Tanto las mesas como la sillas están cubiertas de blanco, la mesa con un cubre mantel encima de color dorado y las sillas con un fino listón del mismo color que termina en moño. Ambas son de madera.
Todo esto es como si hubiera sido sacado de los libros que he leído pero es tan real que siento morir. Han pasado quizás 10 minutos y yo sigo parada sin rastro de Hayes. Genial me dejo plantada. Sigo pasmada, tanta elegancia me dejaron así.


-¿Qué demonios hago aquí?-me digo y me maldigo en silencio. No debería estar aquí, no debería haber venido. Todo esto me recuerda a él y eso es lo que no quiero. Siento que mis ojos se llenan de lágrimas. Tengo que salir antes que él llegue, así que giro para salir pero al hacerlo me choco con un pecho duro. Doy un paso atrás y tropiezo pero dos amables manos me agarran por mi cadera antes de que caiga y mientras coloco mis manos en unos hombros anchos para no hacerlo. Levanto la vista poco a poco y el pecado en persona me mira confundido. Viste de traje negro con camisa blanca sin corbata, el último botón abierto. Frunce su ceño y eso hace que en su frente se dibujen tres líneas, su nariz es recta, sus cejas son pobladas y sus ojos azules oscuros están cubiertos por pestañas espesas y largas. Por un momento le tengo envidia. Miro más abajo en su rostro y me encuentro con unos labios gruesos, definitivamente son besables. Me falta el aire.


-¿Te encuentras bien?-dice esa voz con acento británico que me tramó todo el día.
-Si-consigo decir levantando la vista. Quita una mano de mi cadera y la pone sobre mi mejilla, con su pulgar seca una lágrima que se me ha escapado.
-No lo estas-dice inspeccionando mi mirada- ¿Qué pasa?
-Nada-le digo mientras me estabilizo y libero de su agarre.
-¿Por qué te ibas?-pregunta mientras sigue con cara de confundido.
-Yo... Bueno verás, esto está mal. No debería de estar aquí-digo sosteniéndole la mirada.
-No deberías pero estas-se acerca un paso más a mí-¿Según tú porque no deberías?
-No te conozco, no sé nada de ti sólo que...-espera, sólo sé que se llama James y nada más- Sólo se tu nombre y ya.
-Apellido-corrige-Hayes es mi apellido.
-Ahí lo tienes. Ni tu nombre se, mira esto es una locura y no debí venir-en cualquier momento puede secuestrarme, violarme o matarme. ¡Oh dios no! Porque no le pensé antes de venir... oh no lo hice y lo olvide. Me doy una palmada mental por lo que voy hacer.

Huyendo del amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora