Cómo enamorarse

28 0 0
                                    

Hace seis meses renuncié al trabajo. Generalmente habría durado mucho tiempo en un mismi lugar, pero eso cambia cuando el ambiente no es bueno. Y digamos que el simple hecho de que mi jefe cincuentón me pasara la mano de vez en cuando me asqueaba. A decir verdad, me lo tomé con calma. Sé que eso del acoso laboral - o como se diga - no está mal visto, sino que es algo así como tomado a la ligera, más normal. Así que no pensé en complicarme y simplemente lo abofetee un día cualquiera, esa fue mi leve venganza. Y así me fui, victoriosa.

Desde entonces me la paso bastante desocupada. Mi única rutina de lunes a sábados era seguirla a ella. Lunes, miércoles y viernes llegaba a su casa más temprano y salía a la azotea con su cara abatida. Algunas veces lloraba un rato, otras solo permanecía allí en silencio, observando las calles creo yo. Se la veía concentrada, tanto que nunca notó mi presencia en el balcón de enfrente. 

No buscaba molestarla, pero es que era tan bonita. Y para ser sincera, me intrigaba mucho la razón de su tristeza. 

Muchos habrían creído que ya había conseguido un trabajo, y es que despertaba a las ocho y esperaba a verla salir. Aguardaba unos minutos y salía tras ella. Mi plan era simple: cada vez que ella me sentía caminar detrás y volteaba hacia mi, yo simulaba una escandalosa conversación por celular. Ella me miraba durante unos segundos y se volvía en su dirección, y así todos los días. Nunca más la vi.



Flor de lotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora