El encuentro

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El cielo está perfectamente nublado y comienzo a preocuparme. Visto mi mejor vestido de seda color violaceo, se ha dicho que ese color nos resalta a nosotras las morenas. Llevo unas pantis color piel. Mis nuevos zapatos Valdez me aprietan y aún no he considerado sacarmelos. Las primeras gotas comienzan a caer y mi idea se hace realidad: sé muy bien que en cualquier momento el gerente de la empresa The Lady's Price llamará y me dirá "lo siento querida, pero debido a las inclemencias del tiempo, ya no estaremos prescindiendo de tus servicios. Pero te tendremos en cuenta para la próxima". Y yo contestaré que eso no me dará de comer, y colgaré el teléfono, desilusionada. Lo cierto es que me había costado mucho conseguir trabajo y cuando me llamaron recordé lo desesperada que había estado como para presentar mi currículum en una empresa de meseras para fiestas en las piscinas. Era horrendo, pero no me quedaba de otra que aceptar. Pero tampoco pude hoy trabajar y antes que encerrarme a contar la cantidad de cajas que necesitaría para guardar mis pertenencias en cuanto me echasen del apartamento por llevar un mes atrasada con la renta, y salir con mi paraguas a dar una vuelta, decidí lo segundo. No había viento y a decir verdad no era más que otra llovizna, otro día nublado; otro día más.

Chocamos, y siendo sincera, mi humor no estaba exactamente por las nubes. Así que dude en disculparme. Lo siento, dije secamente. -Descuida, la culpa ha sido toda mía- contestó ella sollozando. Me apene mucho y a la vez, reconocí ese llanto. Era ella. Apenas pude ver su rostro asomando entre sus largos mechones color café. Me encanta su pelo, pensé. Pero me quedé sin decir una sola palabra. Nos inundó el silencio. -Debo irme- explicó. No.. por favor, supliqué. Me miró asombrada y se quedó justo allí, parada. Y así permanecimos. Calladas. Mirándonos fijo la una a la otra como si fuese posible ver un alma con los ojos. La invité a tomar un café y creo que pensó que lo hice por lástima o algo así. Pero la verdad es que me agradaba y hasta me hacía sonreír cada vez que se ondulaba el pelo con su dedo índice. El mesero ya me conocía y por ello estaba al tanto del contenido de mis mañanas: tres tostadas, tres cucharaditas de azúcar en mi café. Y esta vez fue para ambas. Ella observó los desajustes del lugar: unas cortinas mal cocidas, cuadros descoloridos, paredes que dejan entrever la humedad del lugar.

-Elena- Dijo con simplicidad.

-Jayme- Contesté. Esperaba que pidiera una reiteración, como todas las personas que he conocido en mi vida.《Perdona, ¿como dijiste que te llamas?》Pero no fue así.

- ¿Qué hago aquí contigo? -

- Quizá coincidamos en tener un mal día -

- O una mala vida - interrumpió bruscamente. Saca un cigarrillo y lo menea de un lado al otro de forma que entiendo que quiere salir a fumarlo.

- ¿Haz intentado dejarlo? -

- No -

- Sabes, nadie tiene una mala vida, tu eliges qué hacer con ella -

- ¿ A qué te refieres? -

- Pues mira:  a veces no somos culpables de las cosas malas que nos pasan, ¿cierto? Algunas cosas solo pasan y ya. Pero, ahí es donde entramos nosotros. Verás, tu no puedes cambiar esas cosas que pasan, ni elegir que pasen o no. Lo único que puedes hacer es decidir qué hacer con eso que te pasa. Puedes intentar ser positivo y salir adelante, o lamentarte toda tu vida y así, tener una terrible. Tu eliges - Se secó las lágrimas.

- Qué fácil decirlo, ¿no?

- Pero más hacerlo - respondí. No te creas que me va de maravilla

- ¿Cómo es eso?

- Así como escuchas, todos tenemos nuestros rollos, querida- Me sentí como un galán de telenovela, versión mujer, claro está. Y es que en realidad yo no era nadie como para darle consejos a una bella muchacha, pero me sentía en compromiso, ella parecía muy afect...

- Diablos, te conozco - exclamó interrumpiendo mis pensamientos. Pero claro que iba a reconocerme, no fue una sino setenta y dos veces las que me vio.

-Eres esa chica... esa en el trabajo, en mi casa. ¿Que diablos te pasa a caso me espías?

Le pedí que se calmara, y la senté nuevamente en la mesa, es que creo que por lo alterada que estaba pensaba irse.

- No te seguía... o quizás sí. Lo siento, es que te ví tan sola y triste que quise acercarme, pero no pude y me limité a observar. Realmente lo siento, estás en todo tu derecho de estar molesta- Tome mi sacón y quise echar a andar, esta vez me iría yo.

- Aguarda, no tienes por qué. Siéntate y terminemos el café; y la plática, por supuesto -

- Quise preguntar qué pensaba entonces, sobre lo que había hecho, pero mejor seguir así.

- Entonces te llamas Jayme. Dime Jayme, ¿tu que haces?

- Pues soy desempleada - Por el momento, añadí-

- Veo que también tu pasas por un mal momento-

-Veo que has entendido que solo son momentos-

Ella rió, y eso me bastó.

Flor de lotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora