Estoy en un lugar en el que nunca pensé que estaría: la oficina de una terapeuta civil, sentada en ropas civiles. Dame un uniforme y estaré cómoda, pero la falta de uniforme azul mirándome fijamente desde detrás del escritorio tiene mis nervios en el borde. Habrá preguntas que va a hacer que me negaré a contestar porque tomé un juramento, y me mantendré firme en ese juramento hasta que esté dos metros bajo tierra.
Sé que solo está haciendo su trabajo, pero yo protegeré el mío. Querrá respuestas que no tengo. Si las tuviera, no estaría sentada aquí. Mi espalda está rígida contra la silla de madera. La mayor parte del acolchado que existía cuando la oficina abrió, no está, dejando el respaldo de la silla incómodo. Podría ser por la constante opresión que uno hace mientras es examinado, o por el encorvarse que nuestros cuerpos hacen cuando nos volvemos naturalmente abatidos o aburridos. Hay un hueco predeterminado, que indica dónde debería encajar agradablemente mi espalda, solo que la mía no lo hace. Está presionada tan rígidamente cómo es posible, buscando por la mínima comodidad.
Sorprendentemente, no me es entregada ninguna. He estado viviendo con dolor por los últimos cinco o seis años, he perdido la cuenta, y no veo el dolor remitiendo en el futuro cercano.
—Bienvenida, ¿por qué no comienzas diciéndome tu nombre?
—Suboficial Jauregui.
—¿Ese es tu primer nombre, Jauregui? —pregunta—. Me gusta ser personal y dirigirme a mis pacientes por su nombre de pila.
—No, mi nombre de pila es Lauren.
—¿Cómo estás hoy, Lauren?
Mis dedos hormiguean por sentarme inmóvil. No quiero estar aquí, pero la alternativa es menos atractiva. Una parte de mí está corriendo de vuelta a la base y a la seguridad que provee del mundo exterior, pero la otra parte de mí, la parte que estoy escuchando, tiene la esperanza que cuando haya acabado aquí, todo lo que pensé que tenía será mío otra vez. Si no, no sé lo que voy a hacer. Todo lo que sabía tenía, todo lo que pensaba que estaba esperando por mí, no lo está. Esa es una píldora difícil de tragar sabiendo que estás yendo a casa, a una familia, pero ellos no te quieren ahí.
—Hoy, estoy bien. —Aclaro mi garganta y cruzó una pierna sobre mi rodilla. Está a treinta y dos grados afuera y el sentido común diría que usara pantaloncillos, pero no me atreví a pensar que estaría así de relajada hoy aquí. Mis pantalones negros están libres de arrugas y de pelusas. Mis calcetines negros son del mismo tono que mis pantalones, y mis botas de combaten nunca me dejan. Tiro de la pierna de la del pantalón y coloco la mano en mi tobillo para mantener en su lugar a mi pierna. Tengo que poner mis manos en alguna parte. Tengo que mantenerlas ocupadas porque visiones de estrangular a alguien nublan mi mente si no las mantengo ocupadas.
La terapeuta toma sus lentes y los coloca en su rostro. Observo cómo su mano los desliza hacia arriba del puente de su nariz hasta que están descansando donde los necesita, solo para que vuelvan a empezar a deslizarse lentamente hacia abajo. No interrumpe lo que está haciendo para empujarlos otra vez a su lugar. Continúa escribiendo a medida que su mano vuela a través de la libreta de notas amarilla en una manera apresurada
—¿Sabes por qué estás aquí, Lauren?
Mi mano deja mi tobillo mientras que el dobladillo de mis pantalones se convierte en la prenda más fascinante que poseo. Jalo, empujo y enderezo el dobladillo repetidamente. Por supuesto que sé por qué estoy aquí, pero no creo que ella pueda arreglar mis problemas y si sí puede, tengo dudas de que el arreglo funcione.
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Thinking of you (CAMREN)
RomanceCamila Cabello ha crecido con las Fuerzas Armadas en su sangre. Pero cuando sucede lo inimaginable, y su futura esposa es asesinada en combate, Camila apenas puede sobrevivir, hasta que el hermano gemelo de Lauren, Chris, la ayuda a recoger los peda...