II.

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Peter atravesó el cielo de Londres, volando hasta la estrella donde Nunca Jamás se encontraba. En su espalda llevaba una gran bolsa de tela en la que había metido a los hermanos Darling. Con ayuda de Campanita la había llenado de polvo de hadas, que era especial para volar y gracias a eso se había vuelto ligera.

Aterrizó en la casa del árbol donde él y los niños perdidos vivían, abrió los candados en la puerta de madera y entró. Dejo el gran bolso en la sala y se encaminó a la habitación más grande, donde se encontraban los demás habitantes. Luego de quitar el candado que había puesto para que los niños perdidos no salieran, dejó el paso libre para que Campanita se adentrara y él tras ella.

—Hola, Peter — saludaron los seis niños temerosos, manteniéndose sentados sobre sus camas.

—Hola. Veo que han limpiado — dijo paseando la vista por el lugar.

—Tal como nos lo pediste — respondió Nibs, el único de los niños perdidos con derecho a hablar.

—Y veo también que aún tienen comida.

Asintieron.

—La hemos cuidado para que nos alcance.

—Pues me parece que se han portado muy bien durante mi ausencia.

—¿Nos contarás un cuento? — preguntó Nibs con media sonrisa asomándose de su boca.

Aunque los niños perdidos pasaban la mayor parte del tiempo en silencio, limpiando y cuidando de no hacer enfadar a Peter, siempre se ponían felices de escuchar los cuentos que Wendy inventaba sobre ellos, en especial porque era el único momento del día donde Peter no gritaba o se molestaba por todo.

—De hecho, he traído algo mejor. Déjenme traerlo.

Peter salió de la habitación con Campanita volando sobre su hombro como siempre, cerró de nuevo la puerta y se dirigió a la sala donde se encontraban los hermanos Darling, esperando que ya hubieran despertado abrió la bolsa.

Wendy tenía las manos y piernas atadas, así como un pañuelo cubriendo su boca, pero por sus movimientos de forcejeo, Peter supo que había despertado.

—Hola, Wendy. Bienvenida a Nunca Jamás — dijo Peter con una sonrisa.

Wendy intentó gritar pero fue imposible que alguien la escuchara, se movió con fuerza pero nada cambió.

"Déjame ir, por favor" pensaba aterrada.

¿Cómo era posible que el chico dulce que ella había creado fuera solo ficción? ¿Por qué Peter se la había llevado?

—Tranquila, Wendy, no te haré daño. Solo quiero que les cuentes a los niños perdidos un cuento. ¿Bien? Yo voy a quitarte el pañuelo de la boca y te llevaré con ellos, les contarás el cuento y luego te dejaré ir. Pero debes prometer que no comenzarás a gritar.

Wendy lo escuchó con atención y consciente de que esa era su única oportunidad, asintió lentamente. De inmediato Peter hizo lo que le había ofrecido y ella se mantuvo en silencio, pero luego de un minuto le preguntó:

—¿Por qué haces esto, Peter?

—Créeme, es por tu propio bien.

Y fue todo lo que dijo.

Luego de eso la tomó en brazos y la llevó hasta la habitación, donde los niños perdidos miraban sorprendidos la escena. Peter dejó a Wendy sobre una silla con las manos y pies aún atados.

—Niños, esta es Wendy y hoy será ella quien les narre el cuento. Wendy, ellos son los niños perdidos. Bien, ahora que los he presentado, estaré afuera.

Peter salió de la habitación y cerró la puerta, Wendy pudo escuchar como el candado se cerraba, pero confió en que al terminar el cuento Peter cumpliera lo prometido.

—¿De verdad eres Wendy? — preguntó Nibs incrédulo.

—Sí.

—¿Y has venido a Nunca Jamás a contarnos un cuento?

—Amm, sí.

—Pues gracias. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que vimos a... Tú sabes... Un humano.

—¿Qué? ¿Pero qué hay de ustedes?

—Nosotros no somos humanos, Wendy.

—¡Pero claro que lo son! Son niños, como mis hermanos, como yo.

—No, somos abandonados, perdidos — explicó Nibs, muy seguro de no ser un humano.

¿Qué tanto había hecho Peter con esos niños? ¿Cuánto les había mentido?

—Son niños perdidos — aclaró Wendy.

—¡No! Los niños tienen mamás que los quieren, nosotros no tenemos una — chilló frustrado el pequeño.

—¿Están seguros?

—Sí, Peter nos dijo que nos había traído con él porque no teníamos mamás que nos quisieran y nos dejaran ser niños. Ellas querían que creciéramos. Peter nos salvó y nos convirtió en perdidos, lo cual es mejor que ser adultos —. Nibs hizo cara de asco al decir la palabra "adultos".

Para Wendy, que era inteligente, todo eso sonaba estúpido y cruel. Peter Pan no solo era un era un mentiroso, también era manipulador. Había hecho creer a esos niños que sus madres no les querían para justificar el hecho de haberlos raptado, así como el tenerlos prisioneros. Encima, les había dicho que estaba salvándolos de crecer. ¿A costa de qué? ¿Vivir encerrados y con miedo? En la tierra, Peter sería un criminal, y podía apostar a que existían madres llorando por sus hijos desaparecidos, hijos que estaban en un lugar tan lejano como inalcanzable.

—Escuchen, chicos, ustedes no deben creer en esas cosas que Peter dice. En la tierra hay mamás buenas que cuidan de sus hijos. Tal vez ellas quieren que crezcan, pero es por su propio bien.

—¡No! Crecer es malo, malo, malo.

—Bien. Entonces, ¿por qué mejor no pasamos al cuento?

—No. Queremos que te vayas — dijo Nibs y los demás niños asintieron.

Acto seguido, comenzaron a clamar por Peter. Un minuto después, el joven apareció.

—¿Qué sucede? ¿Se ha terminado la historia?

—No, queremos que Wendy se vaya.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Ella dice que crecer está bien.

Peter puso cara de disgusto y asco, al mismo tiempo que les prometía que lo solucionaría. Salió de la habitación y al volver venía acompañado por Michael y John, que más que estar asustados o tristes, parecían felices.

—¡No queremos irnos nunca de aquí! ¡Este lugar es increíble!

Al escuchar a sus hermanos gritar y celebrar por su secuestro, Wendy se dio cuenta que Peter había hecho lo mismo con ellos que con los niños perdidos, los había hecho creer que estar en Nunca Jamás era mejor que estar en casa con su familia.

—Ellos son Michael y John, sus nuevos compañeros. Salúdenlos.

Educadamente todos se acercaron a dar un apretón de manos a los hermanos Darling, quienes los recibieron con gusto. Por otra parte, Peter tomó a Wendy en brazos para retirarla de la habitación.

—¿A dónde va Wendy? — preguntó John.

—Wendy dará un paseo — mintió Peter y los dos hermanos asintieron.

—Que te vaya bien, Wendy — comentó Michael inocentemente.

Y antes de que ella pudiera responder, Peter la llevó fuera de la casa.




Nunca Jamás: la historia perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora