Capítulo Primero. -St. Vlad-

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Tenía mis ojos cerrados, mi cuerpo estaba relajado y mis músculos al igual. Era una completa tranquilidad.... Hasta que sentí pequeños roses de algo en mi cara poco a poco me daba cuenta que esos roses venían de mi cabello y aumentaban cada vez mas. Fui despertando de mi tranquilo sueño y abrí los ojos. Tenía mi cabeza recargada en el asiento y mi mirada daba a la ventana de la camioneta en donde viajábamos mi madre y yo.

-¿Tenias que bajar los vidrios, madre?- pregunte.

-Oh, lo siento- dijo ella un poco apenada- Solo quería bajar el de mi lado y he bajado todos, perdón, Ana.-

- No te preocupes, ya estaba despierta...-

-Habló tu abuela muy emocionada. Nos está esperando con muchas ansias.-

-Ella siempre... ¿Dónde estamos?-

- Ya estamos colindando con la bahia, no tardaremos en llegar.-

-¿Ya sabe mi abuela que mi padre y Sebastián llegaran después?

-Sí, se lo dije hace unas horas, cuando llamó.-

-Madre, ¿Por qué ellos no vinieron desde hoy, en vez de nosotras? Hubiera sido mejor, yo aun tenía pendientes en casa.-

-Ana, tu padre tiene muchos más pendientes que tú, y él no puede dejarlos para otro día, y aparte, tu abuela ya quería vernos.- Me dijo mientras seguía concentrada en la autopista. – ¿Rosalía sigue dormida? -

Volteé y en efecto, esa criatura angelical seguía en sus dulces sueños. Rosalía, mi pequeña hermana, si yo me quede dormida en este viaje, ¿Por qué ella no?

-Sí, aun está dormida...-respondí.

-Bien, llegaremos a una estación de servicio, espero y no despierte.-

Seguimos nuestro camino por la autopista. Nos dirigíamos hacia el hotel de mi abuela. Bueno, era en realidad de mi abuelo, Vladimir, pero tras su deceso mi abuela quedó como beneficiara de todo, una muy buena mujer emprendedora y deicida en lo que hacía y que día a día se esforzaba en mantener en alto el mejor hotel de la bahía. Me gustaba aquel hotel, no era lujoso pero tampoco carecía de nada. Con más de trescientas habitaciones y con empleados de muy buena reputación aquel hotel había sido por décadas, el mejor en la industria del turismo, todo eso gracias a Vladimir, mi abuelo, pero ahora mi abuela es la responsable de que eso siga en pie.

 Seguí observando por la ventana de el paisaje, recordando lo que había dejado en casa por hacer. Tengo que hacer unos arreglos a las grabaciones de Kila y Seth, compañeros de la universidad. Terminar de editar el proyecto de la señorita Sallow, revisar los oficios emitidos por mi escuela y preparar exposiciones para las clases regresando de este viaje. Todo eso sumarle las actividades extracurriculares y también ¿Dónde quedaría mi vida social? Extraño a mis amigos de la preparatoria y de los primeros años de universidad... Sin duda Tendría que organizarme en todo esto.

Llegamos a la estación de servicio y bajamos de la camioneta. Entré a la tienda y tomé un agua mineral y me aproximé a pagar. La mujer de la caja no se veía de muy buen humor, entonces me limite a hablar y preguntar su sabia por donde quedaba el baño, quería darme unos arreglos. Pagué el agua y busque por mi propia cuenta los baños. Estos estaban en el rincón más inhóspito de la estación. ¿A quien se le ocurriría poner baños aquí? Con mucha duda entre a ellos. Y como era típico de ver, una señora con el uniforme de la estación se encargaba de limpiar las tarjas en donde las personas se lavaban las manos. Me aproximé al retrete más cercano y antes de poder entrar a este la señora me interrumpió.

-¿Estas segura de querer sentarte ahí?- Me pregunto. La mire un poco atónita.-Yo que tu, no lo hacia.... No me preguntes por que.-

-Esta bien...- dije murmurando.

-Lo siento, chica. Quiero evitarte una infección. Tú te ves muy limpia y sana.- seguía diciéndome mientras se empeñaba en tallar bien las tarjas.

-¿Puedo lavarme las manos por lo menos?- pregunté. Ella levantó las manos a la la altura de sus hombros en señal de ''Tú sabrás''. Perfecto esta señora se sentía la dueña de la estación. Abrí una de las perillas y salió el agua, no tarde mucho lavándolas y terminé por sacarles en mi ropa.

- No es por ser fastidiosa pero esta estación estaba hecha un asco, aun lo esta. Tratamos de hacer lo posible por dejarla como estaba. – Me dijo mirándome a los ojos.

-Esta bien señora, entiendo su labor. No la molestare más por acá. –

-No te preocupes cariño, ve. –

-Suerte...- Lo que más quería en ese momento era salir ya de ahí. Me dirigí a la camioneta de mi madre y subí. Ella estaba en su celular y Rosalía bebiendo un néctar de manzana que se habían comprado ahí dentro.

-¿Todo bien, Ana? – Me pregunto mi madre. La mire y me limite a contarle lo que paso. Ella solo negó de mala manera y encendió la camioneta y seguimos nuestro camino.

Pasaron largos minutos y el silencio estaba presente, Rosalía aun estaba en esa transición en la que ni estas despierto pero tampoco dormido. Mantenía su mirada fija hacia la ventada contemplando el pasar de los arboles al igual que yo. De pronto mi madre soltó.

-¿Y... entonces? ¿Tenias muchos pendientes en casa? –

-Sí, algunos. –

-Te aseguro que sí tendrás tiempo de atenderlos, ya que acabe esto. –

-Eso espero... ¿Sabes lo que es estar presionada por tantas cosas? –

-Querida, también fui joven y fui a la universidad.-

-Las cosas cambian, madre-

El camino restante al hotel fue de temas relacionados al estudio... lo que implicaba estudiar administración. Nada que ver a lo que ella y mi padre estudiaron. Mi madre por un lado estudio gastronomía, y mi padre medicina, encargado de los neonatos de un hospital prestigioso en la ciudad, no me quejaba de sus estudios, era solo que no iban a lo mío y nunca quise seguir sus pasos.

Nos abrimos paso por los centenares de autos y miles de personas que transitaban aquella gran avenida que teníamos que cruzar para llegar al lado donde se encontraba nuestro destino. Y al fin llegamos... El grandioso ''St. Vlad''.










Una Estancia Inolvidable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora