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Música, gente, alcohol y más gente...

Miró la habitación iluminada únicamente por un láser verde que recorría cada rincón y que de vez en cuando cambiaba de color por un rojo, azul y de nuevo volviendo a verde. El humo que lanzaba una máquina desconocida le producía un dolor terrible de cabeza, sin contar el olor a plástico quemado que tenía, pero que nadie parecía notar. El exceso de bebidas les había nublado esa capacidad, se dijo Olivia mientras era arrastrada por Eyer hacia el corazón de la casa, donde todos bailaban animadamente.

Buscó con su mirada a alguien desconocido, pero todos los rostros que se encontraban ahí eran del instituto o alguien que frecuentaban del pueblo. Bueno, no era como si pudiese haber algún extraño en aquel lugar, era imposible, incluso hasta el más marginado estaba ahí y las personas conocían su rostro. Aunque no era como si Olivia esperase ver a alguien diferente... ¿Qué buscaba exactamente?

Lo único que la animó, fue no ver a Minerva por ahí, revoloteando sus alas de abeja reina alrededor de Eyer.

Sonrió, irguiendo su espalda y levantando el mentón. Sí, sería bueno que la comenzaran a ver con él, a ver si de una vez por todas Minerva comprendía que él era su trofeo.

-¿Querés tomar algo? -le preguntó Eyer al oído, para hacerse escuchar sobre la música estridente.

Olivia asintió con efusividad, y él emprendió la marcha hacia la cocina, donde había más tranquilidad, pero no menos borrachos. Eyer tuvo que apartar a un chico de tercero, que se acercó a Olivia con los brazos extendidos, ella rió, tomando un vaso que él acababa de tenderle y, tras darle un sorbo, comenzó a bailar al ritmo de la música.

Sabía que debía comportarse frente a Eyer para así lograr conquistarle, aunque si él la había llamado significaba que eso no sería muy difícil, ¿cierto? Después de todo, dudaba que lo hiciera sin razón alguna.

Volvió a mirarlo, él hablaba con los chicos que estaban en la cocina sobre algún tema trivial, de seguro se conocían, algo que no se le había pasado por alto a Olivia era que él había saludado a la mayoría de los presentes, pero no era una sorpresa, Eyer parecía ser muy amable con los demás, algo que sumado a su encanto, podía atraer a las personas.

Eyer la miró de repente, sonriendo con su dentadura perfecta y se acercó. Todos estaban mirándola y Olivia tuvo que continuar bailando para no quedar como una tonta, no había escuchado lo que estaban hablando y ahora todos los muchachos allí la inspeccionaban con aprobación, algo que a Eyer parecía agradarle. Los saludó con un ademán y le ofreció su mano a Olivia para salir de allí, cosa que hicieron con facilidad, el tumulto sólo se encontraba en el living y ellos habían frenado en al corredor que conectaba una serie de habitaciones con la cocina, el living, y finalmente la entrada. Él había encontrado nuevos conocidos, cosa que ya a esas alturas Olivia no sabía si admirar, preocuparse por qué decir, o molestarse por la poca atención que parecía estar dándole a ella que claro que quería un poco de privacidad con él.

-Ella es Olivia -sin embargo, Eyer parecía estar satisfecho presentándola a cada persona, como si fuese un trofeo... No, eso era muy exagerado incluso hasta para Olivia, aunque él sí estaba emocionado por el hecho de que ella estuviese con él. ¿En serio ella le gustaba? Sí, eso estaba claro, pero Olivia no se esperó que lo demostrarse tanto -o sólo que le gustase tanto como parecía hacerlo-, en su primera cita.

-Un gusto -saludó, sonriendo a una pareja de chicos de su edad, que le miraban demasiado alegres.

-El gusto es nuestro, creeme -le dijo la chica, con una sonrisa singular a la de Eyer, a quien dirigió la vista con las cejas a lo alto-. Me impresionás, primo, ¿así que estás de novio?

OLVIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora