CAPÍTULO 3

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Bajamos a cenar al comedor. La comida ya estaba servida y mi abuela sentada a la mesa.Nos sentamos uno en frente del otro y la abuela nos empezó a servir.

Solo se escuchaban los cubiertos chocando contra los platos, cuando de repente mi abuela se aclaró la voz y empezó a hablar:

-Ya sé que en vuestro pueblo ibais a un instituto y he pensado en matricularos en el más bueno de esta ciudad- cuando terminó mi hermano y yo nos miramos.

-Ni lo pienses abuela, paso de ir a un instituto nuevo en el que no conozco a nadie- respondió mi hermano por mí.

-La verdad es que ya lo he hecho, empezáis la semana que viene... ah! y el director quiere conoceros , así que le dije que iríais mañana por la mañana.

-Abuela estás loca !? Cómo haces una cosa así sin consultarnos tan siquiera? Conmigo no cuentes para esto!- grité levantándome de la mesa. Estaba tan enfadada que ni siquiera terminé de cenar.

Cerré de un portazo la puerta de mi habitación y empecé a llorar. Esta situación me estaba sobrepasando y ,sin pensarlo un segundo, cogí el teléfono y marqué el número de Jaime.

Aún era pronto para la hora marcada así que no tenía muchas esperanzas.

Un pitido...Dos pitidos...Tres pitidos

-Hola?-contestó mi mejor amigo.

-Jaime! -suspiré- No sabes cuanto te extraño. Te echo mucho de menos...-intenté que no se me quebrase la voz, pero me fue imposible.- Mi abuela nos ha apuntado a un instituto nuevo y yo no quiero ir.

-Yo también te echo mucho de menos... escucha no llores, vale? No pasa nada. Todo saldrá bien.

-No Jaime, tú sabes lo mala que soy en estas cosas de ¨hacer amigos¨ y no me gusta. Todo es horrible.- Dije mientras me caían las lágrimas.

-Más horrible es para mí que no estás conmigo. Tú piensa que tu abuela solo hace lo mejor para ti y creo, aun que te cueste, que deberías por lo menos intentarlo antes de tirar la toalla.

-Ya lo sé, pero no es fácil.

-Bueno, lo siento pero tengo que colgar. Inténtalo, Vale? Hazlo por mí.

-Vale lo intentaré, buenas noches.

-Te quiero- Y sin esperar respuesta, colgó.

Miré el reloj y eran las nueve menos diez. Si mañana quería ir a hablar con el director de aquel instituto, sería mejor que descansase.

Sin finales felicesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora