El auto paró en el estacionamiento de un motel, llamado "eclipse". El lugar por fuera parecía bastante decente, un largo pasillo conectaba todas las habitaciones. Las paredes estaban revestidas de un color dorado pálido, y no tenían más decoración que un potus colgando al lado de cada puerta.
Nos acercamos a la recepción, detrás del mostrador una señora regordeta, de pelo canoso y gigantes anteojos levantó su mirada y nos miró con desaprobación. Seguro pensaba que éramos una de esas parejas que venían sólo a tener sexo. Y de todas formas esa era la mejor explicación que podía dar.
Hasta ese momento estábamos de la mano, creía que así podíamos refutar mejor la teoría de la recepcionista. Pero él dió un paso adelante y de un tirón se soltó de mi.
Apoyando los codos en el mostrador pidió una habitación a nombre de Aiden Wate. Me resistí a preguntarle si ese era su nombre, y ahí la realidad me golpeó. ¿Por qué siquiera estaba con este chico? No sabía ni su nombre, ni de donde era, no sabía absolutamente nada de el. Y lo peor de todo es que tampoco tenía a donde ir.
Sacó la llave número diecinueve de su perchero, y se la dejó en la mano.
Aiden o como fuera que se llamaba, dió media vuelta y se encaminó a la habitación. Yo caminaba detrás de el, examinándolo. Ahora me importaba un comino guardar las apariencias para que no sospecharan. Todo esto me generaba cierta desconfianza.
Entró a la habitación, y al instante un aroma a fresas me atrapó, el cuarto estaba bien, tenía una cama grande , cubierta con un acolchado color beige, y de cada lado dos mesitas pequeñas de roble. Aiden se tiró en la cama, y sacudiéndose los pies se sacó los zapatos.
Entré al baño, apenas podía moverme de lo pequeño que era. En la parte de arriba de la bañera había una ventana por la cual podría pasar, pero por el momento no pensaba escapar. Desde adentro le pregunté a Aiden si quería usar el baño, y me respondió con un ronco no.
Busqué toallas limpias dentro de la mesita de la pileta y gracias a Dios, encontré dos. Estaban limpias, pero tenían un olor a humedad terrible. Y lamentablemente me tenía que conformar con eso.
Abrí la canilla de la bañera y esperé hasta que se llené completamente, después de todo, hace rato que necesitaba un buen baño. Estos últimos días habían estado plagados de sucesos anormales.
Tenía la costumbre de quedarme en el agua, desde que esta estaba caliente, hasta que se volvía extremadamente helada. Era algo que había adaptado desde chica, y me servía para relajarme y darme un tiempo a pensar.
Cerré los ojos y millones de imágenes pasaron por mi mente, ¿en qué momento mi vida se había vuelto tan...complicada?
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.
-¿Qué quieres?- pregunté
-Te quería contar que es el único baño de la habitación y tengo que ir- dijo Aiden con algo de apuro. Se escuchaba el repiquetear de sus pies en el suelo- si no sales en tres entro, uno, dos...- no llegó ni a tres que la puerta se abrió y el chico se apresuró a abrir su bragueta y largar todo lo que tenía adentro de espaldas a mi.
Miré para otro lado asqueada, y me tapé para que no se me viera nada. Era la peor habitación de hotel en la que estuve, ni siquiera había una cortina de baño barata.
Aiden se acercó a dónde estaba y pidiéndome disculpas por haber entrado, tocó el agua y dió un brinco hacia atrás.
-Dios, chica. Eso sí que está helado.
Agarró la toalla y me la tendió para que salga. A decir verdad, el agua estaba verdaderamente helada y no me había dado cuenta. Empecé a tiritar un poco, pero no pensaba salir de la bañera si el estaba mirando.
-Sal tú primero, no quiero que me veas así. - el accedió y cerró la puerta tras salir.
Agarré la toalla y me envolví en ella. Del otro lado se oyó la puerta de la calle abrirse. Asomé mi cabeza por la puerta del baño y la habitación estaba más que vacía. Quise vestirme, pero no encontraba por ningún lado mi ropa. Maldije por dentro a Aiden, y cuando me estaba planteando hacerme un lindo vestido con el acolchado beige de la cama, el chico entró con una bolsa en la mano.
-Exhibicionista- me replicó con una mueca chistosa en la cara y siguió hablando- Es para ti- dijo tendiendome la bolsa-me tomé la molestia de comprarte algo de ropa, aunque yo preferiría verte así- me guiñó el ojo y entró al baño.
Rápido como un guepardo saqué todo lo de la bolsa, y me vestí. Estaba sorprendida porque haya coincidido con mi talle. Ahora llevaba puesto una remera mangas cortas azul y un short negro, hasta ropa interior me había traído. Estaba contenta y me sentía limpia.
Por un momento pensé que éramos una pareja como cualquier otra, pero no. Él era un completo desconocido, y yo, yo ya ni sabía quién era.
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Antes de la próxima luna llena
WerewolfHolland puede parecer una chica normal, pero no lo es. Su pasado esconde mucho más de lo que imagina, descubrirá que nunca fue lo que siempre creyó ser.