Era una estancia lo suficientemente grande como para que vivieran todos los Weasley. Los muebles estaban muy anticuados, pero tenían que recordar que su realidad ya no existía. Heather fue la primera en recorrer el pasillo y se detuvo frente a un espejo de cuerpo completo.
Heather era una chica alta y delgada, de tez blanca pero más morena que sus dos amigas. Tenía el cabello castaño, liso y largo, por debajo del pecho. Unos ojos verdes desafiantes destacaban en su rostro.
-Deja de mirarte anda -Charlotte apareció justo detrás de ella y a su lado estaba Abby.- Ya sabemos lo fea que eres.
Charlotte era la más bajita de todas, aunque realmente ella no era pequeña de estatura. Era delgada, quizá la más de entre las tres. Su pelo era negro e igual de largo que el de Heather, su piel era más pálida de lo normal, pero a ella la sentaba bien. Sus ojos pardos imponían. En cambio, Abby era otro mundo. Ella era la más alta de las tres y la que parecía más mayor, era delgada, pero menos que Charlotte. Abby tenía el pelo corto, justo por encima de los hombros, rubio aunque con mechas rosas que nacían de sus puntas. Tenía los ojos color miel, aunque a la luz de sol se veían mucho más bonitos.
-Jamás pensé que las túnicas fueran tan bonitas -Admitió Heather, quien vestía una túnica rojo oscuro.
-Venga, será mejor que ordenemos un poco este sitio, tened en cuenta que ahora vivimos aquí -Habló Abby con una sonrisa, de no ser por ella, Heather y Charlotte vivirían carcomidas por la suciedad.
-Vale, pero después vamos a comprar unas escobas -Sugirió Charlotte con una sonrisa dibujada en la cara. Estuvieron limpiando la casa que había estado sin cuidar desde lo que parecían más de cuatro años. Al final, agotadas se pusieron en marcha para comprar unas escobas, pues era uno de sus mayores sueños. Como eran bastante caras, al final se compraron una Nimbus 2000 entre las tres y llegaron a casa. No tardó alguien en llamar a la puerta.
Cuando abrieron, un hombre mayor, con larga barba y pelo blanco plateado y gafas de media luna las sonrió con dulzura. Abby, boquiabierta le dejó pasar y le ofreció asiento.
-D-Dumbledore... ¿Qué hace usted aquí?-Preguntó Heather.
-Bueno chicas, supongo que a estas alturas tendréis muchas preguntas, pensaréis que esto es un sueño o que la comida os sentó mal. Bueno, no es nada de eso. Habéis sido las muggles elegidas. Supongo que pensaréis que Harry Potter es una historia ficticia y que J. K. Rowling es una escritora normal y corriente. Pues he de deciros que no es así. Nuestra historia es real, J. K. Rowling es una vidente que ha estado escribiendo nuestras vidas en unos libros para que los muggles se sientan cercanos a nosotros, los magos, y que no nos teman. Lo que sucede, es que Rowling, es una vidente muy buena y todo lo que ha predicho hasta ahora se ha hecho realidad. Nosotros no sabemos el resto de los libros, pero sospechamos que habrá desgracias, muertes y dolor para aquella gente que es inocente. No podéis cambiar el transcurso de la historia, lo único que podéis hacer es cambiar las muertes en el momento en que pasan. Sois las únicas que pueden hacer esto, sois las elegidas. Nuestra salida.
-¡¿QUÉ?! -Gritó Charlotte con una mueca de confusión.
-Señorita Harvey, pensé que eras más perspicaz -Se rió Dumbledore.
-Pero, ¿no puedes hablar con ella y pedirle que cambie las adivinaciones?- Preguntó ofendida.
-No, Charlotte, no. Las adivinaciones no pueden ser cambiadas, el destino que Rowling ha visto es el destino que nos corresponde. Pero ella no contaba con que vosotras aparecieseis, fue la profesora McGonagall la que se dio cuenta y me avisó inmediatamente. A mí se me ocurrió llamaros puesto que no sois unas muggles normales.
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De pronto en Hogwarts
FanfictionHeather, Charlotte y Abby son tres mejores amigas a las que les encanta Harry Potter. Nada más terminar el séptimo libro por cuarta vez, las amigas bajan a la cocina y poco después se encuentran con una sorpresa. Dobby, el famoso elfo libre de la sa...