Capítulo 3

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Ya era treinta y uno de agosto, mañana tendrían que ir a la estación de Kings Cross. Recibieron la respuesta de Dumbledore el veintitrés, por lo que las tres chicas felicitaron a Wondersmith por haber hecho tan deprisa la entrega. La carta decía:

Queridas Rooney, Rosewood y Harvey,

Ya deberíais saber que en cuanto os surja una duda, podéis contactar conmigo sin ningún problema. Respecto a las preguntas que me enviasteis, os responderé con gusto.

Me temo que no podréis regresar a vuestra realidad, os explicaré el por qué cuando vengáis a Hogwarts, una vez allí podremos comunicarnos de una manera más sencilla. No hay problema en que os enamoréis de un personaje, sois jóvenes y debéis vivir vuestra vida con todas sus experiencias, claro está. Es cierto que evitar las muertes y cambiar las parejas cambia bastante el futuro, pero queremos que esto sea justo y como lectoras, seguramente querríais cambiar un par de cosas, ¿me equivoco? J.K Rowling está de acuerdo, ya que estos cambios no afectarán a los libros ya escritos, solo a la realidad en la que vivimos.

De todas maneras, os explicaré todo una vez nos volvamos a ver en persona. Solo tened paciencia. Y en cuanto a la posdata de la otra carta, señorita Rooney, es mejor que os enteréis según vayáis avanzando en vuestra vida. Pensar que ahora, las tres, formáis parte de la historia y que afectáis a ella en muchos sentidos.

Atentamente,

Albus Dumbledore.

PD: ¿Os importaría traerme unos cuantos caramelos de limón? Os lo agradecería mucho.

Después de leerla, las tres tomaron la decisión de hablar con él en vez de enviarle otra carta. Obviamente compraron un paquete de caramelos para Dumbledore, pues era lo menos que podían hacer. Compraron ropa muggle para pasar desapercibidas, aunque hace menos de un mes se encontraban vistiendo con prendas no mágicas. Prepararon el baúl, asegurándose de tener todos los libros, las varitas, las jaulas para meter dentro a sus mascotas -menos a Newt, quien iría en el bolsillo de Abby- y túnicas de repuesto. También tenían el uniforme, que ya habían estrenado, recordando los que tenían en su otra vida. Pero ese era de verdad. Del Hogwarts de verdad.

Aquella noche, ninguna de las tres pudo dormir, así que se quedaron hablando de cómo sería aquel curso.

-A mí no me importa si haces muchos amigos o no, Heather, me importa más cómo vamos a hacer para salvar a Cedric Diggory -Refunfuñó Abby.

-Bueno, pero eso es a final de curso, a mí me importa más en que casa vamos a estar -Interrumpió Charlotte. Siguieron hablando, y poco a poco se quedaron dormidas.

A la mañana siguiente, las tres chicas acabaron de preparar las maletas, cerraron la casa y bajaron a la calle.

-Chicas... Tengo una pequeña duda... -Comentó Charlotte.

-¿Qué? -Preguntaron Abby y Heather al mismo tiempo

-¡¿Cómo vamos a ir a la estación?! -Exclamó la pelinegra.

La pregunta fue resuelta casi al instante. Un coche verde viejo, pero en funcionamiento, se estacionó delante de ellas como por arte de magia y las recogió. El hombre que conducía el automóvil llevaba ropas extrañas, como si aparentase ser un muggle pero no muy acertado.

Llegaron a la estación de Kings Cross y buscaron el acceso al andén nueve y tres cuartos. Esperaron a que ninguna persona no mágica estuviese a la vista y corrieron con decisión a la pared y después de menos de una fracción de segundo, estaban en el andén nueve y tres cuartos. Un montón de niños se despedían de sus familiares y subían con gran entusiasmo al tren, que ya había llegado y desprendía humo por su chimenea delantera.

De pronto en HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora