Alguna gente cree que siempre tiene la razón
Otros son callados y tensos
Otros parecen tan amables, pero por dentro podrían sentirse tristes y equivocados
Siempre pensé que era afortunado por haber nacido en este mundo, quiero decir, de entre millones de posibilidades, yo había sido el espermatozoide más rápido, ¿no? Vale, que seguramente sueno como un loco pero esto es lo que hay, no se asusten, soy una buena persona, o al menos eso me gusta pensar.
Siguiendo la cuerda de esto de los espermatozoides y esas cosas, yo, Julian Casablancas, el espermatozoide más rápido, nací un veintitrés de agosto en un lugar que por seguridad, no mencionaré.
Nah, sólo bromeo, nací en ese territorio ruidoso y concurrido que llaman la capital del mundo a finales de los setenta, de ahí lo psicodélico de mi personalidad, eso decía mi loco amigo Nikolai, pero de él les hablaré mejor más adelante.
En fin... mi padre era un empresario muy conocido, tanto que para cuando nací, ya había fundado la que se convertiría en la agencia de modelaje más importante del mundo entero, pero eso es algo que tendrá más relevancia después. Mi madre, era mujer hermosa en todos los aspectos, había sido Miss Dinamarca (lugar del que provenía), se había convertido en una exitosa modelo y actriz, y bueno, ¿qué logro mayor que ser mi madre? Sí, estoy de broma, lo que intento decir es que ella sin duda era la mujer más hermosa del universo, al menos de mi universo.
Mi hermana mayor, Cecile, era una chica algo distante, supongo que no podría simpatizarle del todo, a fin de cuentas, mi madre se había convertido en la segunda esposa de mi padre después de que él y su mamá se divorciaran, ¿me siguen ahora? Ah, sí, mi madre era esa chica adorable e ingenua de diecinueve años que se había involucrado con un hombre mayor y divorciado que tenía una hija del anterior matrimonio. Pero esa es otra historia...
Aún con todo, yo no era tan infeliz ni tan miserable al final; a veces Cecile se quedaba en nuestra casa, aunque eran pocos los momentos en que podíamos compartir junto con nuestro ocupado padre, además, a pesar de la profesión de mi madre, siempre estaba pendiente de mí y de mi papá, hacía lo mejor por ser una excelente mujer, y así, las cosas iban bien dentro de lo que cabía decir. Hasta que, claro, todo cambió.
La agencia de modelaje de mi padre era cada vez mucho, muchísimo más conocida y las modelos que de allí salían se convertían en verdaderos diamantes que no tardaban en brillar ante el mundo.
Un día salió un gran escándalo a la luz: mi padre mantenía un amorío con una de la modelos, quien para colmo de males tenía dieciséis años, e incluso la prensa rosa y manipuladora llegó a decir que estaba en embarazo: Sthephanie Seymour, jamás olvidaré ese nombre, ella fue el detonante de aquella bomba de tiempo en la que mi padre se había convertido. Claramente mi madre no lo soportó y se divorció de él, pero cuando quise irme a vivir con ella, mi padre me detuvo, sacando un montón de argumentos que ahora me parecen más que tontos, pero al final accedí a quedarme a vivir con él, sin tener idea de que lo lamentaría una y otra vez tiempo después.
Un sentimiento horrible comenzó a crecer en mi interior, bueno, varios sentimientos horribles, para ser sincero.
Mi padre trabajaba cada vez más y más, ya casi no estaba nunca en casa y mi única compañía eran la servidumbre y mis instrumentos musicales (un piano y tres guitarras), siempre amé la música. Pero estaba solo y jodido como un imbécil, y de a poco comencé a... ¿odiar será la palabra correcta? Bueno, no lo sé, simplemente no me gustaba verlo incluso si él estaba en casa. Nuestra relación tenía varios quiebres, quiebres que nos perseguirían por mucho tiempo.
Todo seguía igual de aburrido y monótono hasta que al colegio al que iba llegó un nuevo estudiante, un franco-ruso que me simpatizó desde el primer momento y con quien pronto forjé una gran amistad. Nikolai Fraiture era callado y tranquilo, como un pequeño arroyo de aguas cristalinas, si se me permite decir. Le encantaba interpretar el bajo, y empecé a acompañarlo con la guitarra, a veces pasábamos tardes enteras tocando sin parar, en ocasiones las improvisaciones se convertían en sonidos interesantes que me pedía que escribiera para que no los olvidara, y luego yo terminaba añadiendo letras. Ah, sí, a los catorce empecé a escribir canciones junto a quien para ese momento era mi mejor amigo.
Sin embargo, a pesar de que la compañía de Fraiture me hacía más llevaderas las cosas, mi soledad interior me seguía a todas partes. Entonces, sin estar seguro de cómo, empecé a refugiarme en el alcohol, y como sabía que a Nikolai esa clase de prácticas le disgustaban, lo hacía con otros chicos de la escuela, los tipos rudos, por así decirlo.
Y un día, uno en el que estaba furioso, todo cambió para siempre...
Era mi cumpleaños, ¿lo recuerdan aún? Sí, veintitrés de agosto, ¿y qué creen que hizo mi padre? ¡Bingo! Lo olvidó. Olvidó que era el cumpleaños de su único hijo varón, quien incluso vivía con él, pero no olvidó irse de fiesta con las modelos más hermosas de la agencia ni gastar miles de dólares en sus tonterías y sus propios caprichos personales. Yo solo pedía un día de calidad con él, y ya sé que dije que casi no me gustaba verlo, pero no siempre podía jugar al chico rebelde, ¿no? Yo seguía siendo un adolescente: solitario, tímido y vulnerable; separado de su madre y con un padre disfuncional. Era un miserable, sí señor.
En vista de que estaba solo en casa, llamé a los vagos punk con los que fumaba (sí, también fumaba ya) y bebía en el colegio, y los invité para que fueran a mi casa. Casi no se la creen, en verdad, supongo que en parte era porque mi casa parecía una de esas mansiones sacada de las películas de Hollywood y además todos sabían de sobra quién era mi padre. No es tampoco como si yo asistiera a un colegio común porque no era así, toda mi vida estudié en institutos de la élite, pero creo que yo era otra cosa.
-¿Seguro que podemos beber y fumar aquí, Casablancas? -Lo que me faltaba, uno de los chicos malos se había acobardado al llegar.
-Sí, no pasa nada -contesté con tranquilidad.
-¿No tendremos problemas si llega el señor Casablancas entonces? -Preguntó otro.
Resoplé, ya molesto. Quería perderme por completo ese día. No estaba pensando ni quería hacerlo demasiado, estaba furioso con mi padre, estaba acabado...
-¡A la mierda con todo! -grité, sacando una botella de vodka del bar de mi papá y abriéndola ágilmente para beber de un solo trago sin copa ni nada.
Los chicos chiflaron como perros flojos ante mi atrevido acto, entendiendo que realmente no habría problema con nada, y no tardaron en ayudarme a gastar el alcohol que tenía en casa, pronto llegaron más chicos y chicas, y cuando menos pensé, mi casa estaba plagada de gente, algunos que ni siquiera conocía y otros con los que poco hablaba, pero todos estaban allí, incluso chicos de cursos superiores al mío, pero lo estábamos pasando bien.
De repente, unas llantas resbalaron en el asfalto frente a mi casa con un sonido seco, algo que escuché incluso con el fuerte sonido de la música que retumbaba. La puerta se abrió de golpe y me quedé helado.
Mi padre acababa de llegar a casa.
A partir de allí mi camino cambiaría, y de verdad que nada, nada volvería a ser como antes nunca más.
*NOTAS DE LA AUTORA*
¡Hola! Me alegra estar aquí de nuevo, esta vez traigo una historia que me está llegando al alma, se trata de la vida de un chico normal que cambia una y otra vez, al igual que la de todos, pero bueno, este chico es Julian Casablancas, vocalista de The Strokes... no tengo ni palabras para explicarlo, pero es importante para mí, es un sentimiento hermoso: Sólo se vive una vez, por lo cual hay que vivir al límite.
Me encantará que lean este nuevo fanfic que me estoy atreviendo a escribir y que les guste, muchas gracias.
Si quieren que la continúe, no duden en dejarme sus comentarios!! Y escuchen "You only live once" y "I'll try anything once" de The Strokes, estas hermosas canciones quizás les hagan entender un poco acerca de mis sentimientos.
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Sólo se vive una vez #Wattys2016
Teen FictionHay decisiones que cambian nuestra vida en un abrir y cerrar de ojos, decisiones grandes que a veces no tomamos en cuenta pero que forjan nuestro camino. Pero, ¿por qué no probarlo todo si solo lo recordarás una vez? Esta es la historia de Julian Ca...