capitulo 2

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No se había imaginado que ella pudiera ser tan hermosa. Mientras el todoterreno circulaba a través de las carreteras nevadas, Darién Chiba miró a la pequeña rubia que tenía sujeta por las muñecas. Al verla tratando de escaparse, se había abalanzado sobre ella de forma instintiva, apresándola entre su cuerpo y el cuero del asiento.

Darién podía sentir su aliento y oler el perfume a ropa limpia y a flor de té que emanaba de su piel. Con cada suspiro, sus pechos se marcaban bajo el vestido tan ceñido que llevaba, pareciendo pugnar por salir de su encorsetada prisión.

Se sintió excitado y trató de apartar la mirada de su cuerpo.

Se suponía que él no deseaba a Serena Tsukino. Sólo la despreciaba. Y quería utilizarla.

¿Por qué estaba sintiendo entonces aquel súbito arrebato de deseo?

A él le bastaba desear a una mujer para acostarse con ella. No sentía el menor interés por conocer sus sentimientos. ¿Para qué podría servirle? Tampoco sus amantes eran tan inocentes. Ellas tenían sus ambiciones, codiciaban su cuerpo, su dinero, su poder o las tres cosas a la vez. Él sabía que todo el mundo tenía un precio.

Pero desear a la mujer que tenía ahora a su lado suponía un desafío, incluso para él. Sabía que Serena Tsukino era una mujer inmoral, despiadada y ambiciosa. Pero no se había imaginado que fuera tan hermosa. Ahora podía entender por qué Diamante Black se había arriesgado tanto celebrando aquella falsa boda. Cualquier hombre querría tener una mujer así.

Ella lo miró, aún jadeante y asustada. Tenía el pelo suelto después de que él le deshiciera el moño, al arrancarle el velo y la diadema. En su rostro de porcelana resplandecían unas mejillas sonrosadas. Sus ojos, enmarcados por unas pestañas largas y espesas, eran del mismo color azul del mar Egeo. Sus labios eran carnosos y su cara reflejaba la indignación y la rabia que sentía en ese momento.

Tenía el aspecto de una mujer que acabase de hacer el amor de forma ardiente y apasionada.

La deseaba.

Y eso le hacía sentirse más furioso. Pensó que ella era la culpable. Debía estar provocándole, tratando de seducirle, para intentar librarse así de su castigo.

Pero no contaba con que él era un hombre despiadado y sin corazón.

Sus secuaces habían estado vigilando el castillo de Trollshelm desde que se había enterado de la celebración de aquella supuesta boda. Había planeado secuestrar al barón para obligarle a revelar el paradero de Hotaru. Sabía que Diamante Black era demasiado astuto para dejarse atrapar, pero no había podido esperar más. Había pasado un año, no sabía en qué condiciones estaría Hotaru. Podría estar muriéndose.

Había irrumpido en las puertas del castillo con todos sus hombres armados, aun a sabiendas de que su aventura podría acabar trágicamente. Entonces había visto a la novia de su enemigo saliendo del castillo, paseando por el jardín a la luz de la luna. Al verla iluminada por las luces sobrecogedoras de la aurora boreal, había decidido cambiar los planes y aprovechar la ocasión.

Lo sabía todo acerca de Serena Tsukino, aquella camarera americana que había dilapidado la fortuna de Hotaru en joyas, pieles y ropa de diseño. La ambiciosa cazafortunas que no había tenido escrúpulos en jurar fidelidad a un hombre para convertirse en una baronesa millonaria, respetable a los ojos del mundo.

Sintió un odio feroz hacia ella mientras la sujetaba por las muñecas en el asiento trasero, y percibía el perfume de su piel.

-No va a salirse con la suya -afirmó ella, jadeando.

-¿No? -replicó él con ironía, tratando de apartar la vista de aquellos pechos que subían y bajaban de forma cada vez más rápida al ritmo de su respiración.

-Mi marido...

-Usted no tiene marido.

-¿Cómo que no? ¿Qué le ha hecho? -Exclamó ella, presa de pánico-. ¿No habrá sido capaz de...?

-Sabe muy bien a lo que me refiero.

-No le habrá hecho nada, ¿verdad? -insistió ella con la cara muy pálida.

Darién había tenido efectivamente la tentación de matar a Black, pero había llegado a la conclusión de que podría ser contraproducente. Probablemente, Black tendría retenida a Hotaru en algún escondite inhóspito. Si lo mataba, nunca conseguiría dar con ella.

-Déjeme marchar y le doy mi palabra de que no le diré nada a nadie -susurró Serena Tsukino.

-¿Su palabra? -dijo él con desprecio-. Los dos sabemos el valor que tiene su palabra.

-¿Cómo puede decir eso? -replicó ella con voz ahogada en lágrimas-. ¡Ni siquiera me conoce!

-Más de lo que cree. Y ahora usted y su amante van a pagar por...

No pudo terminar la frase, porque ella se revolvió contra él y comenzó a darle patadas con el tacón de los zapatos. El conductor estuvo a punto de salirse de la carretera al sentir un fuerte golpe en la espalda del asiento. Luego ella se puso a dar patadas a la ventanilla con tal fuerza que Darién tuvo que agarrarla de los tobillos para que no acabase rompiendo el cristal.

-¡Basta ya! -le ordenó él, echándose sobre ella para tratar de reducirla.

-¡Maldito sea! ¡Es usted un cobarde! ¡Un criminal! Mi esposo lo encontrará y lo detendrán. ¡No conseguirá salirse con la suya!

Siguió forcejeando y, cuanta más resistencia ofrecía, mayor era el deseo que despertaba en él.

-¡Estese quieta de una vez!

Ella dejó de luchar, dirigiéndole una mirada de odio y desafío que consiguió acrecentar aún más el deseo de él.

El vehículo comenzó a aminorar la marcha. Vieron entonces un jet privado esperándoles en una pista de aterrizaje abandonada, barrida por un fuerte viento que levantaba los copos de nieve.

Serena sintió pánico. El todoterreno se detuvo.

-No haga esto, por favor -susurró ella llorando-. Haya lo que haya entre Diamante y usted, no me obligue a subir a ese avión. Sea usted quien sea, déjeme volver con la gente que amo. Déjeme volver con mi marido.

-¡Amor! ¡Ja, ja! ¡Como si una mujer como usted supiera lo que es el amor! -respondió él con una amarga sonrisa-. Además, ya se lo he dicho. Usted no tiene marido.

Le miró aterrorizada mientras el conductor abría la puerta.

-Se lo ruego -le imploró ella bañada en lágrimas-. ¡No le haga daño a mi marido!

-Usted no tiene ningún marido -dijo él agarrándola por el brazo-. ¿Sabe por qué? Muy fácil. Diamante Black ya está casado.

La Novia Raptada (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora