Capítulo 2

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- Eres un imbécil. – dijo Ely tras azotar la puerta principal. Su hermano estaba de pie, recargado en la mesa redonda del comedor. Su única respuesta fue gruñir.

- No tenía tu número.

- ¡No tenías que irrumpir en mi casa! – él sonrió torcido a su hermana. Me senté en uno de los taburetes de la barra.

Era gracioso verlos, ahora que sabía la verdad. Ella estaba parada frente a él, con sus manos en su cintura en una pose desafiante y claramente molesta. Él, sin sentirse intimidado o arrepentido, la miraba hacia abajo ya que era al menos quince centímetros más alto que ella.

- Es bueno verte, hermanita. Tienes un buen lugar aquí.

- Imbécil. – dijo ella y se sentó a mi lado con los brazos cruzados. - ¿Por qué viniste? – dijo más bajo y el rostro de él se retorció un segundo.

Era evidente que los hermanos tenían problemas. Y era evidente, ahora que estaba más calmada, lo parecidos que eran. Ambos tenían el mismo cabello negro ondulado, aunque el de él parecía más desordenado, y el mismo tono de piel. No podía verlos bien, pero juraría que incluso su color de ojos era el mismo: un azul electrizante.

Obviamente estaban emparentados, pero el contraste era impresionante. Ella tenía una imagen alegre y femenina, mientras que él daba un aire de peligro. Tenía tatuajes en sus brazos, y el cabello lo llevaba desordenado. Su ropa también daba un aire de despreocupación, vestía mezclilla, unas botas negras y una camisa del mismo color con el logotipo de alguna banda que me era desconocida. También era, ahora me daba cuenta, sumamente atractivo.

- Vine a visitarte. Asegurarme de que estuvieras bien. No has ido a casa en mucho tiempo.

- Esta es mi casa. – él la ignoró y continuó hablando mientras caminaba por el lugar, observándolo todo.

- Quería verte y pensé que las vacaciones sería un buen momento. – dijo mirando a través de las rejillas de la persiana.

- ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

- Llegué unos minutos antes que tu amiga. – dijo sonriendo en mi dirección, y decidí mirar a mi amiga, ella tenía una mirada que mataba.

- Sabes a lo que me refiero.

- He estado unos días por aquí.

- ¿Cómo...? – esta vez, el la miró exaltado.

- No eres difícil de rastrear. Si quieres ocultarte, tendrás que hacer un mejor trabajo. – Ely bufó y ambos rompieron contacto visual. – Deberías recordar quien paga todo esto antes de ponerte dramática. – Ella lo fulminó con la mirada, pero él no apartó la vista.

- Quiero que te largues ahora.

- No fuiste, Els. Aún en sus últimos momentos...

- Si vienes a sermonearme...

- Él quería pedirte perdón. – dijo y ella apartó la mirada. El ambiente se había vuelto tenso, difícil de respirar.

- Tú que vas a saber. – dijo mi amiga con un tono sombrío. – No estuviste ahí cuando pasó.

- Regresé, Els. Volví cuando pude sólo para descubrir que se habían ido. El viejo... - El tono de dolor en su voz era tan evidente como la angustia que sus ojos reflejaban. Me pregunté, por milésima vez que escondían ambos hermanos, pero este no era el momento de hacer preguntas. Era algo muy personal y no tenía corazón para interrumpirlos, pero Ely detuvo a su hermano en media oración.

Out come the wolvesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora