Vampiro a. espectro, muerto es, revivido por el Caos. Habiendo perdido su primera vida, el v. usa de una segunda en la noche. Sale de la tumba, a la luz de la luna y sólo bajo los sus rayos puede actuar. Ataca a las mozas que duermen o a los mozos de labranza, a los cuales, sin despertarlos, su dulce sangre bebe.
Physiologus
Los aldeanos comieron ajo en grandes cantidades, y, para más seguridad, colocáronse collares de ajos en el cuello. Algunos, en especial las hembras, pusiéronse ajo en la cabeza por todos lados. Toda la aldea a ajo horrendamente apestaba, los villanos entonces pensaron que estaban seguros y que el espectro nada podría hacerles. Grande fue entonces su asombro cuando él espectro, volando a la media noche, no vaciló ante la protección, sino que se rió como loco, haciendo chirriar los dientes de regocijo y de mofa. «Bueno es», dijo, «que os hayáis sazonado, puesto que voy a comeros y la carne bien sazonada me es de más gusto. Echaos además sal y pimienta también y sin olvidar la mostaza.»
Silvester Bugiardo, Liber Tenebrarum o Libro de los Sucesos Terribles pero Ciertos, nunca Explicados por la Ciencia
La luna brilla, el muerto vuela, El vestidito ondea, ondea... ¿Señorita, no tienes miedo?
Canción popular
Los pájaros, como de costumbre, precedieron al sol naciente, rellenando la grisácea y nebulosa calma del amanecer con una verdadera explosión de gorjeos. Como siempre, las primeras dispuestas a la marcha eran las silenciosas mujeres de Kernow y sus hijos. Igualmente rápido y enérgico resultó el barbero Emiel Regis, que se les unió con bastón de viaje y bolsa de cuero al hombro. Los demás de la compaña, los que por la noche habían disfrutado de la destilería, no estaban tan frescos. El frío de la mañana despertó y reanimó a los aguardenteros, pero no consiguió hacer desaparecer por completo las huellas de la acción del orujo de mandrágora. Geralt se despabiló en un rincón de la casucha con la cabeza en el regazo de Milva. Zoltan y Jaskier, abrazados, yacían sobre el montón de raíces de alraune, roncando de tal modo que hasta movían los hatos de hierbas que colgaban de las paredes. A Percival lo encontraron detrás de la choza, hecho un ovillo junto a un arbolillo de cerezas y cubierto con una estera de paja que le servía a Regis para limpiarse los zapatos. Los cinco dejaban ver síntomas manifiestos aunque diferentes de cansancio, así como un intenso deseo de apaciguar la sed en la fuente.
Sin embargo, cuando se disiparon las nieblas y la bola roja del sol ardió por encima de las coronas de los pinos y alerces de Fen Carn, la compañía ya estaba en camino, marchando con agilidad entre los túmulos. Dirigía Regis, tras el que andaban Percival y Jaskier, dándose mutuamente ánimos mediante el canto a dos voces de un romance acerca de un pastor y una loba parda. Detrás de ellos iba dando zancadas Zoltan Chivay, con su semental castaño del ramal. El enano había encontrado entre las posesiones del barbero una vara nudosa de madera de fresno, e iba golpeando con ella todos los menhires por los que pasaba y les deseaba a los elfos hacía ya tanto tiempo muertos que tuvieran un descanso eterno. Por su parte, el Mariscal de Campo Duda, que iba en su hombro, gritaba de cuando en cuando, pero sin ganas, poco claro y como sin estar muy convencido de ello.
La menos resistente al destilado de alraune resultó ser Milva. Marchaba con evidente esfuerzo, estaba sudorosa, pálida y muy enfadada, no respondía ni siquiera a los gorjeos de la muchacha de las trenzas que iba en la silla de su caballo negro. Así que Geralt no intentó entablar conversación, él mismo tampoco estaba de buen humor.
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V Bautismo de fuego Geralt de Rivia
FantasyBautizmo de fuego V Libro de la saga Geralt de Rivia de Andrze Sapkowski