Cuenta la leyenda.

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***Lia

El chiste realmente no hizo reír a Nico, pero lo hizo sonreír y me dijo que era el peor chiste que había oído jamas. Así que objetivo realizado.

Ya al día siguiente habíamos llegado a la frontera, con solo unos pequeños problemas técnicos (ósea, batallas y monstruos), y duramos como unos veinte o treinta minutos enteros discutiendo sobre si cruzar en el barco o a pie.

No se me ocurrió un buen lugar como para dejar el barco en la ciudad, así que lo dejamos en un estadio y fuimos en trolley hasta un Walmart porque Percy y Leo querían ir al baño, Jason quería un agua fría, Piper y Hazel querían una nieve y Nico dijo que le vendrían bien unas galletas. Annabeth y yo solo queríamos seguir, pero no tuvimos más opción que ir con los demás.

Después de la aventura del Walmart (del cual nos sacaron a Leo, Jason, Percy y a mí por jugar carreras con los carritos), subimos de nuevo al trolley hasta llegar a la frontera.

-Esto es un momento emocionante-me dijo Percy- Voy a conocer donde creciste.

-Si... Sobre eso, es una ciudad bonita-le respondí-pero... no te emociones tanto.

Okay, México no es el lugar más hermoso del mundo, pero si es bonito, mi ciudad tiene carisma turístico, mucha gente viene aquí de vacaciones.

Diría que "rentamos" un auto, pero en realidad Piper le dijo al hombre que nos diera un auto por un día y pues, obviamente accedió gracias al poder del embrujahabla.

Nos subimos todos apretados en la camioneta que nos "prestaron", y decidimos que Annabeth condujera, porque 1. Ella si tenía los dieciocho y 2. Tenía pinta de ser responsable, así que los oficiales no se preguntarían porque estaba tan llena la camioneta, yo era copiloto, por si nos preguntaban algo.

Pero sorprendentemente todo salió bien, solo revisaron el auto y nos dejaron ir.

No sabía exactamente como íbamos a volver si los chicos no traían una identificación para comprobar que eran estadounidenses y volver, pero bueno, ya nos la ingeniaríamos.

-Bien, ¿Por donde?-me preguntó Annabeth.

Si, traté de empezar a llamarla por su nombre y ya no por apodos raros. Aunque a veces era divertido inventarlos, solo para matar el aburrimiento.

Le fui diciendo por donde hasta que dijo que ya reconocía donde estábamos.

Llegamos a mi casa, no diré que olía a hogar ni que extrañaba las paredes y tontería y media, solo extrañaba mis cosas realmente. Mis libros y discos. Mis otros siete pares de Converse, y mi computadora.

-¿Mamá?-dije al entrar, la reja estaba abierta-¿Mamá, donde estas?

Mi madre salió de la cocina y corrió a abrazarme.

-Oh dioses, Olimpia, mi vida, ¿Estas bien? ¿Estas completa?

La solté y la miré a la cara.

-Si mamá, vengo en una sola pieza.

-Te extrañé.-dijo y luego miró atrás de mi, donde estaban seis semidioses cansados y hambrientos-Oh, veo que trajiste amigos. Pasen, pasen a la sala deben de tener hambre. Y disculpen que no los siente en el comedor, es que es un poco pequeño.

Todos se sentaron en los sillones, menos Nico, se quedó de pie junto a mi.

Fue un reencuentro tan pacífico que hasta parecía que era un día normal y que yo había vuelto de la escuela.

Hasta se me pasó el enojo con mi madre, no la había visto tan preocupada desde que Peter se tuvo que ir. ¿Cómo enfadarme con la mujer que siempre ha estado allí para mi?

Lia del Olimpo- Percy Jackson y la nueva diosa. (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora