Diecisiete días de lo mismo.
Nada.
¿Qué estaba logrando?
Nada.
¿Hacia donde estaba yendo?
¿En que terminaría su cabeza?
Todo por lo que ya se había ilusionado, todo lo que había imaginado, se convirtió en polvo.
Otra vez.
Realidad.
Otro empujón hacia madurar.
No podía culpar a nadie. No había culpables. Pero jamas deberían haberla ilusionado.