VII

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Tercera vez que la bocha, la tercera vez que esta mina la saca del medio por el simple hecho de ser Paula Gutter. Sentía ganas de desaparecer del mundo, de correr tan lejos como pudiese, y aunque el tema de Fernando la tenía mal, nada superaba lo fracasada que la hacía sentir esta mujer.

El refugio perfecto para estos momentos era la casa de sus padres porque sí, a quienes va a recurrir ¿Si no es a sus incondicionales? El olor a asado la despertó y la hizo saber que su papá le estaba haciendo uno como siempre que desaprobaba algún final.

En el momento en que estaba bajando las escaleras el timbre sonó y fue corriendo a abrir. Lo que ni esperaba era que él estuviese del otro lado de la puerta.

Había repetido mil veces este momento en su cabeza, había practicado frente al espejo mil formas de dejarlo con la boca cerrada, pero todo se borró cuando lo vio. Estaba ahí tan buen mozo como aquel día que se despidieron en el aeropuerto.

Sus sonrisa, sus ojos celestes como el cielo que delataban la alegría de verla frente a él, porque si... Al parecer el estaba muy feliz de verla, a ella sin embargo no le agradaba la situación en lo más mínimo.

-Hola ¿Como estas? - se animó a romper el hielo el morocho.

-Acá estoy, como se puede. - no termino la frase porque escucho un grito a sus espaldas.

-¡PEDRO! Veni a ver quien está en casa - dijo María sin ocultar la alegría de ver a Fernando.

Su padre tardo algunos segundos pero al instante se hizo presente, después de cuatro años donde tuvo a su "segundo hijo varón" lejos, ahora tenerlo cerca era de las mejores cosas que le podían pasar.

-¡Fernando! - dijo mientras caminaba a su encuentro, Paula no lo dejó pasar ya que aún estaba perpleja en el umbral de la puerta.

-¡Pepe! Los extrañe mucho -dijo el morocho tan feliz como nunca lo había escuchado.

-Nosotros también te extrañamos mucho Fer, muchísimo. - María lo abrazó como siempre lo hacía con sus hijos después de no verlos por una semana.

-Yo... Yo me voy al cuarto, tengo que... Tengo que arreglar unas cosas allá- estúpida pensó, no te iban a creer nunca esa mentira TAN mal formada.

Entra en la habitación y posa su espalda en la puerta. Volvió, volvió e intercambiaron palabras...

Volvió y su corazón sigue latiendo con el mismo amor que hace años atrás. Contrario a lo que pensaba que pasaría el mundo siguió su curso, pero contrario a lo que pensó el odio no superaba al amor.

*Fernando*

Sus manos sudaban, y su corazón palpitaba diez, o quizás 30 veces más fuerte de lo normal. Volver a su país, a su lugar, le causaba una gran felicidad y alivio.

La espera lo volvía loco y el saber que aún no estaba su equipaje lo altero un poco más de lo común.

-¿Ya van a tener mi equipaje? - dijo acercándose a una trabajadora del lugar.

-Señor, hemos tenido algunos inconvenientes con el equipaje de unos cuantos pasajeros, si es tan amable de decirme su nombre, veo si puedo ayudarlo.

-Fernando Balaguer - dijo seco. La espera era su peor enemiga, ansioso por demás no podía esperar nunca.

-No, no está en la lista. Aguarde unos minutos y su equipaje estará en sus manos.

-Gracias- pegó media vuelta sin siquiera ver la cara de aquella muchacha. Odiaba la palabra "Esperar", era el antónimo de eficiencia y él amaba el orden y las reglas.

Prendió su celular y observó los cientos de mensajes que recibió en las horas de vuelo. Varias llamadas de su madre, algunos mensajes de su jefe y cientos de whatsapp de clientes y compañeros. De su bolsillo se cayó un papel y sonrió al levantarlo.

"Te amo por la eternidad...
Tuya, Pipi ❤"

Esa nota fue la primera que la morocha dejo entre sus libros la primer noche que le ayudo a estudiar. Al ordenar mientras ella desayunaba, no podía esperar el orden era primero, se dejó ver entre sus pertenencias. Su tesoro más preciado, la promesa más difícil.

En el taxi a casa sus manos eran prácticamente agua, tenía la ilusión de volver a verlos a todos de una vez por todas. Contarle todas las aventuras que vivió en Brasil a Pablo y Rodrigo, sus hermanos, sus "compinches" como decía su mamá.

Cuanto necesitaba un abrazo de esa mujer, la que le dio la vida y seguramente le daría seguridad.

Su padre lo había llenado de mensajes de texto torpemente escritos por ejemplo:

"Hijo volves manana" (si, era una pregunta pero seguramente no sabía encontrar los signos de interrogación, y mucho menos la letra "Ñ")

El taxi paró y le pagó al chofer, le dejó el vuelto y prácticamente corrió a la puerta de aquella casa de barrio donde creció.

-¡Mamá!- soltó casi en un grito a esa mujer que siempre le aguanto lo que fuese.

-¡Hijo mío, mi amor! Te he extrañado tanto- sintió que el aire abandonó su cuerpo gracias al apretón con el que su madre lo recibió.

Saludó a toda su familia, 20 minutos abrazando y secando lágrimas de felicidad le fueron suficientes para largar lo que nadie quería escuchar.

-Voy a visitar a Pedro y Majo ¿Están?

-Hijo, mira la hora. Quizás están ocupados.

-Veo que están haciendo un asado no pienso perderme eso - sonrió, besó la frente de su madre y salió. En dos segundos estaba del otro lado de la calle.

Tocó timbre una sola vez y fue suficiente para darse cuenta del error. Estaba hermosa, igual de hermosa que siempre.

Su pelo, su cara, sus ojos, nada había cambiado en ella, seguía siendo un ángel.

Se siente enamorado como antes, como siempre y larga un pequeño suspiro tratando de cortar el momento incómodo. Decidió hablar, no podían estar así mucho tiempo.

-Hola ¿Como estas? - trató de sonar tranquilo, sin preocupaciones y amistoso.

-Acá estoy, como se puede. - largó lapidaria la castaña.

-¡PEDRO! Veni a ver quien está en casa - gritó María sorprendida apareciendo detrás de Pipi.

Luego de los saludos con sus segundos padres Paula, con la escusa de "hacer cosas" desapareció a su cuarto.

-¿Les molesta si... Bueno, si voy a verla? - dijo un tanto tímido

-No hay problema, anda.- dijo María sonriéndole.

Subió lentamente las escaleras esperando la catarata de insultos que ella le daría. Estaba ansioso, nervioso y FELIZ de verla.

Golpeó la puerta unas tres veces antes de abrirla sin importar lo que ella dijera.

-Subí para no verte ¿No te das cuenta?

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Juntos a través del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora