I

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Entonces despertó, tenía un par de gotas de sudor en la frente y el corazón acelerado. Aquella había sido una terrible pesadilla...

El despertador vibraba y timbraba sobre el buro al lado de su cama, poco a poco, calmando el ritmo de su pecho, se incorporó para apagar el aparato y checar la hora: 6:40 a.m.

Se dejó caer en la cama, haciendo las cobijas a un lado, todavía le quedaban algunos minutos... Miró de reojo la habitación: la pared a un lado, el escritorio con la mochila y los deberes que debía entregar ese día, algo de ropa tirada por el suelo. Las paredes eran de un verde pálido, en el centro una larga ventana rosaba el suelo y daba a una pequeña terraza ―su lugar favorito para esconderse cuando era pequeño―, sin embargo estaba cubierta con cortinas, imaginando a cómo estaría el clima ese día.

Con un quejido Eren se levantó por fin. El ritual matutino de asearse y prepararse para la escuela lo relajó un poco, últimamente esas pesadillas lo atacaban cada vez más seguido, y no dejaba de preguntarse por qué:

Estaba herido, su brazo derecho estaba mutilado y toda su parte baja se hundía en un líquido rojizo, espeso y caliente, con humo evaporándose a su alrededor. Sabía que no era sangre porque esta era más oscura y más brillante, además de que ese líquido era acuoso. Luchaba, luchaba y luchaba por mantenerse a flote en ese horrendo pozo, pero seguía bajando, esa cosa parecía tragarlo... Un bulto grande a su lado, ¿algo de que detenerse? No, era más bien una mujer con el rostro desfigurado, todavía viva, intentando decirle algo. Parecía cera derretida. ¿Por qué no había nada para salvarse? ¿En dónde estaba? Antes de lo averiguara el líquido ya lo había tragado completo, su mano atrapaba el aire a su alrededor buscando no ahogarse, incluso la mirada se le cegaba por algo que le escurría de la cara... Un parpadeo y entonces...

Entonces despertada, la habitación de siempre y el despertador sonando, por unos segundos lucía confundido, como cerciorándose de que aquello fuera real.

Otras veces veía a un hombre parado en medio de un prado, estaba de espaldas con una capa verde rasgada, en la que se podía apreciar un extraño emblema: un par de alas entrelazadas. Intentaba avanzar hasta él pero tropezaba con algo, ¿una piedra? No, un cadáver desfigurado, al lado otro partido a la mitad, otro sin brazos... Seguía avanzando a trompicones hasta que el hombre lo ayudaba a levantarse, entonces se concentraba en su rostro, cubierto con la gorra de la capa, tenía el cabello negro y la piel era blanquecina, pero...

Despertaba. Aquel parecía más un vago recuerdo, no un sueño, ¿acaso era algo que había vivido antes? Si era así... ¿por qué no recordaba el resto? ¿Cómo había llegado allí?



―Hola, papá ―dijo Eren al ver a su padre leyendo el periódico mientras tomaba un café.

―Hola, hijo ―respondió él levantando un poco la vista del papel, Eren se servía jugo de naranja de una jarra y tomaba un tazón con cereal para ponerle la leche.

Sentado él en la mesa se quedaron un momento en silencio, Eren comía distraídamente llevándose cucharadas a la boca, por la ventana se podía observar el cielo gris, nublado ligeramente, de esos que las estúpidas nubes no se deciden a llover nunca y sólo espantan el día. Cuando terminó llevó los trastos al fregadero y salió corriendo apenas despidiéndose de su padre.

Después de todo, nunca hablaban demasiado, las mañanas siempre eran así: silenciosas.

Caminó por el pasillo hasta el elevador y tomó el ascensor hasta la recepción, y salió disparado a la calle sin saludar al viejo portero, un sujeto llamado Pixis que se la pasaba bebiendo.

The only exceptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora