No sabía exactamente lo que hacía, al final puede que sí que estuviese loca después de todo.
Estaba en la única parada de autobuses que había en el pueblo. Eran las 2 am y no tenía ni idea de la hora a la que pasaban los autobuses, ni donde me llevarían.
Ahora mismo ese era el menor de mis problemas.
Por primera vez en mi vida la sensación de que alguien me seguía había desaparecido.
Me acurruqué en el banco de la parada esperando mi nueva vida.
Lo tenía todo planeado, inscribirme en un instituto y así terminar mi último año, hacer amigas, buscar una casa y encontrar un trabajo.
Todo parecía perfecto salvo el lugar.
Me volví a sentar y busqué el mapa que había cogido y me puse a decidir un destino.
Estoy cansada del campo, la ciudad estaría bien. Claro que quizás me perdía o si me encontrasen no sabría donde esconderme.
Siempre había querido ir a la playa, ponerme morena y beber mojitos en una tumbona.
El calor me sentaría bien y podría pasear por el puerto y quizas..
Vi algo moverse entre los arbustos no sabía si era yo que estaba delirando o había alguien que me había seguido.
No estaba dispuesta a descubrirlo, guardé todo bruscamente y me puse a andar rápidamente por la carretera.
Alguien me seguía y ahora estaba segura al oír sus pasos, eché a correr todo lo rápido que pude y en cuanto vi un camino rodeado de árboles me adentré entre ellos.
Seguí escuchando pisadas y corrí un poco más.
No sé exactamente el tiempo que estuve corriendo pero dejé de escuchar las pisadas y me escondí entre dos rocas para recobrar el aliento.
Cuando me encontré un poco mejor salí de mi escondite y cogí un palo para hacerle frente.
No había nadie, no se escuchaba nada, ni un atisbo de vida.
Esto es lo que me esperaba si me quedaba aquí, vivir asustada y en peligro.
Seguí caminando por el camino en busca de otro pueblo cerca y buscar otra parada de autobús.
Tenía que llegar antes de que se hiciese de día y que fuese más fácil verme.
Estuve caminando durante dos horas hasta que a lo lejos vi la torre de una iglesia y tejados de casas.
Por fin civilización.
Llegué al pueblo y no había nadie por la calle, recorrí todo el pueblo hasta que al final había una gasolinera que por sus pintas debía de estar cerrada desde hace tiempo y justo enfrente había una parada.
Me senté en el banco y rebusqué en la mochila las tijeras.
Empecé a cortar el largo pelo hasta que quedase por encima del hombro.
Me cambié de chaqueta y me puse un gorro de lana.
Así sería más difícil que la persona que me seguía se diese cuenta de que era yo.
Cuando por fin me estaba durmiendo aparecieron las luces de una furgoneta grande, por lo que se ve ese era el autobús porque se paró enfrente mía.
Sin saber a dónde iba pagué y me senté en el asiento de atrás del conductor.
Pude respirar tranquilamente sabiendo que aquí estaría a salvo.
- ¿Qué hace a estas horas aquí? Hay otro autobús mas tarde por si no lo sabía.
- A esta hora está bien.
- Como vea.
Me giré hacía la ventana y cerré los ojos quedándome profundamente dormida.
- Oiga, ya hemos llegado. - me dijo el conductor despertándome.
- Emmm sí claro ya bajo, gracias.
Cogí la mochila y bajé.
Estábamos en una estación de autobuses, fui a la taquilla que había para mirar los destinos y comprar un billete.
Destinos:
Madrid.
Valencia.
Toledo.
Guadalajara.
Ciudad Real.
Sin pensarlo compré el de Valencia y me senté en un banco a esperar.
Un chico rubio se sentó a mi lado y me sonrió.
- Buenos días. ¿De vacaciones?
- Se podría decir que sí.
- Bonito corte de pelo.
- Gracias. - me volvió a sonreír antes de volver a hablar.
- No eres muy habladora, ¿no?
- No.
- Está bien ya me callo.
No quería ser borde pero en estos momentos lo último que quería hacer era hablar.
Ya tenía muchas cosas en las que pensar para que alguien me molestase.
Apareció un autobús de los de verdad con destino Valencia.
Me despedí del chico y me subí dentro.
Me senté atrás del todo evitando que me hable otro conductor.
El chico rubio se volvió a sentar a mi lado.
- Hola otra vez. - y me volvió a sonreír. Este chico me estaba sacando de mis casillas.
- Están todos los asientos libres y te tienes que sentar al lado mío.
- Pensaba que te vendría bien un poco de compañía. Me llamo Daniel.
- Aura. - al parecer le hizo gracia mi nombre porque se empezó a reír y haciendo así que mi enfado creciese más.
- ¿Te llamas así en serio? - más risas.
- Sí y como te vuelvas a reír te juro que será la última vez que lo hagas.
- Vale vale, lo he cogido.
Me giré hacia la ventana y pude contemplar cómo nos íbamos alejando de este pueblo.
Estaba amaneciendo y el sol ya me empezaba a calentar la cara.
Sin saber porqué sonreí y me acurruqué un poco más en mi asiento.
Estaba quedándome dormida cuando Daniel me dió golpecitos en el hombro.
Me giré y lo fulminé con la mirada.
- ¿Te he despertado?
- Hombre pues sí.
- Lo siento, era para que cerrases la cortina, me molesta el sol. -
No sabía si matarlo o matarlo.
- No la voy a cerrar, cámbiate de sitio. Todavía no sé qué haces aún aquí.
- Ya te lo he dicho, hacerte compañía.
- No la necesito.
- Sigues borde.
- No sé cómo se comportarán las demás chicas contigo, pero yo no soy como las demás.
- Me gustan como tú, peleonas y difíciles. - esto ya era el colmo. Lo estrangularía aquí mismo y luego me daría a la fuga. Sí eso estaría bien.
- Déjame en paz. Me estás empezando a enfadar y tu vida corre peligro.
- Así nunca tendrás novio. Vivirás amargada, sola, con gatos y saldrás a la calle en bata y con zapatillas de andar por casa.
- Y tú no seguirás vivo para poder comprobarlo.
Me quedé mirándole a los ojos fijamente.
- Ahora te vas a cambiar de sitio y harás como que no me conoces. Me darás 50 euros para saber que no volverás a molestarme.
Sin saber cómo y porqué Daniel me dió el dinero sin dejar de mirarme a los ojos y se cambió de sitio. Actuando como un títere.
Esto que acababa de hacer era raro pero no podía pensar en esto con todo lo que tenía que pensar ahora.
Me volví acurrucar quedándome dormida, dando paso a mis pesadillas.
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Mis demonios.
FantasyTodo comenzó cuando era pequeña. Mi madre habló con una médium y fue advertida de que debería esconderme. Protegerme. ¿Protegerme de qué? Esa siempre había sido mi duda y estoy segura de que mi madre también la compartía. No lo supe hasta aquel día...