Capítulo 3.

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Me encontraba en el mismo bosque de siempre, tenía el presentimiento de que algo había cambiado. Pero todo seguía igual, la niebla, los rostros, los árboles y la oscuridad, salvo que sentía en mí una mirada de odio.
Ésta vez la que se acercó a los fantasmas fui yo.
- ¿Quién se ha colado en mi sueño? - dije con voz de rabia pero cargada de miedo.
De repente los fantasmas empezaron a echarse a un lado dando paso a un hombre que no llegaba a divisar su rostro. Llevaba una capa larga y un sombrero, era alto y de hombros anchos aunque un poco encorvados. Empecé a sentir un escalofrío que me puso en alerta.
-No hemos llegado a conocernos realmente, debo reconocer que tienes un buen instinto para la huida y el camuflaje. Bonito corte de pelo por cierto.
- No sé que quieres de mí, pero será mejor que me dejes de buscar.
- Quiero que me ayudes, tú eres la única que me puede ayudar a poner fin a todo. Tú me perteneces.
-¿De qué estás hablando? - no sabía como parar esto, no podía despertarme.
- Sácame de la oscuridad y haz que vuelva a ver la luz.
- Yo no puedo hacer eso, ni si quiera sé porque veo muertos.
- Puedes hacer muchas más cosas, no te haces ni una idea de lo que eres capaz. Sácame y te ayudaré, resolveré todas tus dudas. - no pensaba ayudarle, sabía que si lo hacía algo malo pasaría.
- No, no te voy a ayudar.
Empezó a reírse como si estuviese loco, como si negarme le pudiese hacer gracia. Frenó la risa de golpe y se quitó el sombrero, pude ver la gran cicatriz que le recorría toda la cara antes de que se echase encima mía y me despertase así de la pesadilla.
El sol me molestaba y estaba sudando. Tenía la respiración agitada y me temblaba todo el cuerpo.
Llevé las manos a la cara y empecé a sollozar, estaba asustada.
Yo no era de llorar, pero ¿quién no lloraría estando en mi situación?
Todo se me venía encima y no tenía a nadie a mi lado que me apoyase y me ayudase. Era culpa mía.
Me quité las lágrimas de la cara y me puse a mirar por la ventanilla.
Daniel no se volvió a acercar a mí lo que quedó de viaje, al bajar del autobús ni si quiera se despidió. Actuó exactamente como yo le dije que lo hiciera.
Salí de la estación y me metí entre la gente buscando algún sitio que se pudiese alquilar.
Después de recorrer cuatro calles más abajo pareció que alguien lo hubiese hecho aposta porque había un bar que buscaba una empleada y justo arriba un piso que se alquilaba. Sin dudarlo entré dentro del bar.
El bar no estaba tan mal como parecía desde afuera, era más grande que el bar en el que trabaja mi madre y claro también había más clientela.
Me acerqué a la barra y pedí una fanta mientras esperaba a la encargada.
- Hola, soy Amelia. - me tendió la mano y yo se la estreché. Era rubia y alta por los grandes tacones, de ojos azules y con una camiseta que mostraba gran parte de sus grandes pechos.
A su lado yo era ridícula.
- Yo soy Aura. He visto que necesitabais alguien para trabajar.
- Así es pero buscamos alguien con experiencia y.. no te lo tomes a mal pero tú no pareces tener mucha.
- Mi madre trabaja en un bar y te aseguro que después de verla tantos años he aprendido a hacerlo.
- Te puedo dar una semana de prueba y si no sirves fuera. - vaya con la rubia.
- No necesitará echarme. - le dije mirándola mal.
- Muy bien mañana por la tarde quiero verte aquí después de las clases, si es que vas. - me dijo antes de darse la vuelta con chulería y marcharse.
Parecía que Barbie Malibú y yo nos íbamos a llevar de perlas.
- No te lo tomes a malas, Ame es así. -
Me giré y me encontré con un chico de cabello negro, ojos azules y labios carnosos. Me quede un momento a tónica pero después de menear la cabeza recobré la compostura.
- Mientras me de el trabajo me da igual.
Me sonrió y siguió bebiendo de su cerveza sin decirme ni una palabra más.
Por primera vez en mi vida sentía la necesidad de hablar con un chico.
-Eeeh.. ¿Sabes quién alquila el piso de arriba?
- Alquilan una habitación, la casa es mía. No te ilusiones monada que yo no vivo ahí.
- No me había ilusionado tranquilo, no querría vivir contigo ni aunque me pagasen. De hecho no saldría contigo ni a la vuelta de la esquina... - me puso un dedo en los labios haciéndome callar.
- No te revoluciones, que no he pedido que me expliques nada. La habitación es tuya y por lo que veo querrás dormir esta noche en algún lado. Toma la llave y ya te veré un día para decirte el precio. - y sin más se marchó dejándome con la palabra en la boca.
No sé qué les pasa a los chicos conmigo, no les entiendo.
Si se piensa que me va a tratar así lo lleva claro, no sabe con quién está jugando.
Pago y me dirijo a ver la que va a ser mi nueva casa.

Mis demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora