Capítulo 4.

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El edificio no tenía ascensor, menos mal que el piso se encontraba en un primero.
El piso por dentro estaba bien, un salón grande con 2 sofás y una mesa para 6 personas, cocina, despensa, 2 habitaciones y 2 baños. No sabía con quién me tocaría compartir la casa por lo que tener mi propio baño me gustó.
Dejé la mochila en la habitación que estaba vacía y me tumbé en la cama.
El día había sido muy largo y echaba de menos a mi madre.
Sé que estará triste y enfadada pero no puedo arriesgarme a perderla. Lo es todo para mí y poniéndola al margen estaría a salvo.
Echaré de menos sus manías, nuestras discusiones y las reconciliaciones de después.
Tengo la esperanza de que todo esto pase y que pueda volver a verla. Que me pueda perdonar por todo el dolor que le estaré causando ahora mismo.
Debería dejar que me encontrasen, poner fin a todo este asunto. Pero tengo miedo a que después desapareciese del mapa y que nadie me buscase ni llorase por mi perdida.
Quiero encontrar mi lugar, encontrar un sitio que sienta que sea mi hogar.
Formar un futuro.
Me levanto de la cama y voy al salón a buscar algo en la tele con lo que entretenerme.
No llevo ni 5 minutos cuando la puerta se abre y me llevo una gran sorpresa encontrándome a Daniel mi "gran" compañía del autobús.
- Hola, tú debes de ser mi nueva compañera. Soy Daniel encantado. - acerca su mano para que se la estreche.
¿No se acuerda de mí? Pensaba que en el autobús me estaría tomando el pelo y el dinero sería como obra caritativa.
- Aura, encantada. ¿No te sueno de nada?
- Lo siento pero no, ¿debería de acordarme? - me dice algo dubitativo.
- No, claro que no.
Me vuelvo a sentar en el sofá y me quedo mirando la tele pero sin ni siquiera escuchar lo que dicen.
Puedo hacer que una persona haga lo que yo quiera, eso sería una de las cosas que ese demente dijo que podía hacer.
¿Podré hacer más cosas?
Cojo lo primero que encuentro en la mesa y lo miro fijamente intentando hacer que salga disparado para donde yo quiera.
- ¿No entiendes cómo se usa el mando de la tele? - me sale una risa nerviosa y mis mejillas se tiñen de rojo.
- Sí.. sé usarlo.
- Ah es que te he visto tan pensativa que pensaba que necesitabas ayuda.
Me extraña que seas chica, no quiero decir que no lo parezcas porque claro se nota que lo eres. Solo que Hugo solo suele meter a chicos. - y ahora el que suelta una risa nerviosa es él.
- ¿Hugo?
- Sí, nuestro casero. Es un tipo raro pero sé que en el fondo de la máscara que lleva puesta, es buena persona.
- Lo he conocido hace 2 horas y no me ha dicho su nombre. - así que Hugo.. No le queda mal el nombre pero debería quitarse esa chulería al hablar.
¿Cómo había dicho daniel? Ah sí, puede acabar solo y con muchos gatos.
Me haría gracia verle salir en bata por la calle así seguro que acababa con toda la prepotencia.
- Le conozco desde hace años y de verdad que me ha impactado que accediese a alquilarte una habitación.
- Le habré dado pena. - no lo veo tan raro la verdad, ninguna chica habrá querido alquilar la habitación y por eso habrán sido siempre chicos.
Al haber puesto fin a esta conversación cojo dinero y salgo a la calle en busca de un supermercado para comprar algo de comer. Estoy muerta de hambre.
Justo en la esquina hay uno así que no tardo mucho en comprar lo necesario y regresar a casa.
Estoy abriendo la puerta del portal cuando alguien tose a mi espalda.
Me giro y ahí está, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y brindándome con una sonrisa de medio lado.
- Venía a ver que te había parecido el piso y para ver si ya has conocido a Daniel. - me olvido de respirar en cuanto me vuelve a sonreír y veo que se le marca un hoyuelo. ¿Pero qué me pasa? Tengo mejores cosas que hacer que intentar tontear con el chulo del pueblo. Vuelvo a recobrar el aliento antes de contestar.
- El piso está bien y Daniel es simpático. - como tú ahora me gustaría decirle.
- Subamos arriba que aquí hace un poco de frío.
Subimos arriba, dejo las bolsas encima de la mesa y me siento en el sofá.
Hugo se sienta a mi lado y se queda mirándome fijamente.
- ¿Cuál es tu historia? - me dice regalándome otra de sus arrebatadoras sonrisas. No me extrañaría que tuviese a miles de chicas detrás de él.
- ¿Mi historia?
- Sí, no eres de por aquí y has venido sola. ¿De qué huyes? - no sabía qué responderle. No puedo hablarle de mí, no puedo confiar en nadie que no sea yo misma.
- Quería cambiar de aires, me gusta el sol y la playa. Decidí venir aquí.
- Sé que eso no es cierto. Todos tenemos problemas y yo soy un problema.
- Lo siento pero yo no tengo proble... - otra vez posa un dedo en mis labios haciéndome callar.
- No espero que me lo cuentes ahora, te voy a ayudar y espero que en un futuro puedas contármelo. - Vale esto sí que no me lo esperaba.
- Gracias.. Por todo. - digo moviendo la mano alrededor de la estancia.
Se levanta y se acerca a la puerta de la calle, abre la puerta y antes de marcharse se gira y me dice:
- No necesito que me pagues el alquiler, no por ahora. - dicho eso se marcha y yo me quedo sentada en el sitio, sin parar de darle vueltas a lo que acaba de pasar.
Sé que querrá saber de qué o mejor dicho de quién huyo y no parará hasta averiguarlo.
Daniel entra al salón sacándome así de mis pensamientos y me ofrece una botella de agua.
- Yo creo que le gustas. - me dice dándome una palmadita en el hombro como si fuésemos colegas de toda la vida.
- No le gusto, solo está siendo amable. - lo digo más bien para mí, no me quiero enamorar ni que se enamoren de mí.
No quiero arrastrar a nadie al infierno en el que vivo.
- Hugo no se comporta así con nadie. Todo el mundo sabe que es un problemático y que solo piensa en sí mismo. Ten cuidado con él. - me dice dándome una sonrisa lastimera.
Qué tenga él cuidado conmigo o la oscuridad lo consumirá como me está consumiendo a mí.
No quiero que aparezca nadie más en mis pesadillas.
Me levanto y cojo las bolsas de la mesa y lo guardo todo en silencio, mientras mi cabeza no para de hacerse preguntas.

Mis demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora