Tercero.

3.1K 255 66
                                    

Ya fuera de la secretaría, seguí mi camino, aún atontada por el golpe y por el cadete.

Más por el cadete que por el golpe.

Iba caminando asombrada, no sólo por la cantidad de aviones repartidos por el predio, si no que por lo hermosos que eran algunos. Siempre, cuando era pequeña estaba rodeada de autos de carreras y tractores, todos los juguetes que a mis hermanos les gustaba. Y aunque debería haber jugado con muñecas y maquillaje, mi padre sólo accedía a comprarme autos y tractores, por lo tanto me gustaban mucho los aviones. Era algo que mi padre aceptaba y que no era la principal atracción de mis hermanos. Sentía a los aviones como míos, eran parte de mí.

Es por eso que había recurrido a la división aerotransportada, aviones por doquier.


Como mi mente iba divagando, no me dí cuenta que llegue hasta un cartel, tenía un pequeño mapa, indicando hitos alrededor del predio, canchas, gimnasios, museos y por supuesto, cabañas. Habían cuatro cabañas, y por una pequeña información anexada, eran de treinta cubículos o literas. Hice un cálculo rápido, cuatro cabañas, ciento veinte soldados, sólo quedaría saber en cual pelotón* sería destinada.

Me aprendí el mapa al instante, así que volví a poner la maleta al hombro y continúe con mi camino.


Ciento setenta metros después, estaban las cabañas, y a la izquierda, un poco más lejos, lo que sería el comedor o cafetería.


Empecé a asustarme, habían cadetes riéndo en las entradas de las cabañas y en el comedor, algunos charlando bajo los árboles.

Ok Zea, no a la hiperventilación.


Susurré una pequeña plegaria y continúe mi camino, algunos ojos curiosos empezaron a pegarse en mi así que acelere. Antes de pasar por la cabaña A, todos reían, pero cuando pasé por delante todos se quedaron callados. Y cuando digo todos, es literalmente todos.

Al fín llegue a la puerta de la cabaña B, habían unos cadetes en la entrada tapando el paso y me envalentoné.

"¿Podrían dejarme pasar?" Dije algo bajo, estaba temblando, de vuelta.

"¿Que dijiste mi amor? No te oí" Un rubio de ojos grises me sonrió, no entendí por que me dijo mi amor, porque ¿No me ama cierto? No me puede amar si no me conoce. Me sonroje.

"Lo siento." susurre "Dije si podía pasar." Lo miré con duda, el y el resto sin embargo, carcajearon.


"La cocina está allí enfrente, ¿que no ves?" El ojigris se apoyó contra la pared. Apuntando con la mandíbula a la cafetería. Pobre, se había confundido.

"No, no" sonreí, y baje la maleta de mi hombro. " Vengo a la cabaña B, me lo han dicho en secretaría."

No había contado un chiste, pero los cadetes volvieron a carcajear. Yo también reí, sólo porque ellos lo hicieron, parecían buena gente.



"Que hace un pequeño bombón como tú, en un lugar como éste." Dice otro, moreno, palmeando la espalda del ojigris.

"Lo mismo que ustedes, vengo a cuartel, seré una soldado." Digo con la frente en alto. Al parecer, hoy es un buen día para reír, porque ellos lo vuelven a hacer, luego, se desplazan dejando la puerta libre. Sonrió y les agradezco. Agarro mi maleta y me adentro a la cabaña pero antes escucho hablar a los cadetes.

"Este va a ser un buen año." Dice el moreno.

"Si que lo será." Le susurra el ojigris. Y rezaba para que fuera de esa forma.


As a soldier © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora