Capítulo 2

39 7 2
                                    

La enorme bestia con forma canina se cernía sobre Raúl, su aliento a muerte y podredumbre le provocaban náuseas, y las gotas baba que caía de sus fauces enormes se sentían como ácido.

Raúl, con las piernas ya en el agua y la criatura acercándose más y más, apuntó el revólver hacia el corazón de la bestia, disparando certero a pesar del temblor de su cuerpo.

La bala de plata salió disparada y se incrustó en, lo que Raúl consideraba, el corazón del animal. Un ruido de succión y luego nada.

Los ojos de Raúl se abrieron más de lo normal, dejó de respirar y trastabilló hasta caer de lleno en las aguas del río.

No había herida. No había rastro de que una bala lo atravesó, como si su cuerpo hubiera pasado de ella.

Una risa de ultratumba se alzó en la noche, opacando cualquier sonido de más.

-Te has metido con la gente equivocada Brekara. Esto no se quedará...

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Raúl al escuchar ese apellido. No lo había oído desde hace demasiado tiempo y sólo traía problemas cada vez que era pronunciado.

El Luisón se desplomó frente a Raúl, cambiando lentamente de un feroz perro sin pelo a un hombre maltrecho, macilento y demacrado. La respiración de Raúl volvió a la normalidad mientras volvía a tierra, del otro no se pudo decir lo mismo. Las aguas se tragaron el cuerpo sin dejar rastro de lo sucedido esa madrugada.

-Raulsito, Raulsito. ¿Otra vez jugando con perros callejeros? Pasó mucho tiempo Raúl, pero aún recuerdo a mamá diciendote que a los nuestros no los querían los animales.

Una dulce voz lo hizo girarse, percatándose recién de la presencia de una joven a unos pasos de él sobre una pequeña lomada.

Cabellos rubios apretados en un recogido alto, ojos mieles como los suyos, cejas perfectas, cara fina y una sonrisa malévola.

Dreka.

-Hola ... Drek.- Raúl estaba chorreando agua y enojo, estaba sucio y se le notaba la falta de sueño; mientras ella estaba tan tranquila y perfecta como siempre, incluso más alta y elegante.

Una sonrisa de autosuficiencia cruzó el rostro de Dressania Kabrera. Se quedó en su sitio mientras Raúl se acercaba trastabillando hasta ella. Nada había cambiado después de todo. Ella impasible en la cima, disfrutando de la humillación ajena.

-Tanto tiempo hermanito. Por lo que veo perdiste práctica.

-Lo tenía todo controlado. No hacía falta que te entrometieras.

-Sí, claro que sí. -volteó los ojos y se dirigió a la casucha.- Por cierto ¿cómo está Sil? ¿Aún cree que somos amantes o al fin le dijiste que tenés una melliza? -se dio la vuelta levantando las cejas a la espera de la respuesta de Raúl.

-¿Cómo has matado al Lobisón?-preguntó ignorando a su hermana.

-Hm. Me lo imaginé. -Dreka se volteó y siguió su andar hasta llegar a la cocina de la vivienda, mientras decía- ¡Balas bendecidas de plata pura! ¡En serio te has vuelto descuidado!

El desconcierto de Raúl era palpable. La siguió hasta su cocina y la encontró abriendo gavetas y cajones.

-¿Dónde tienen las comidas? Ya que me imagino que en eso no.-dijo Drek señalando a la heladera vieja y sin puerta en un rincón contra la ventana.

-Olvida la comida. ¿Sólo usaste esas balas?

-Claro, es lo que nos enseñaron. Y no tenía una rama de palosanto como para enterrarlo en su pecho.

-Pero yo le disparé instantes antes con una bala de plata desde esto.- sacó el revólver demostrando su punto.

Los hermanos Kabrera se pusieron a discutir sobre las distintas posibles explicaciones de lo sucedido, cuando un grito rompió el momento y ambos concluyeron: -Una distracción.

Raúl corrió hasta el cuarto de Silvia y la encontró retorciéndose en su catre, agonizando. Un corte aparecía de la nada sobre su pierna izquierda, empezando en el tobillo y ascendiendo por su muslo, sin sangrar.

Raúl dio un paso para acercarse cuando otro grito salió de ella. Una de sus manos buscaba su pistola, mientras toda aquella odisea terminaba con otro disparo que no le correspondía.

Horrorizado se adelantó hasta llegar a Silvia y caer sobre ella.

Luisón: criatura mitológica paraguaya. Es el séptimo hijo de la familia. Consta de una maldición o magia negra que convierte a este hijo en un perro enorme todas las noches que se pasea por cementerios y se alimenta de cadáveres. Asociado a la magia negra.

Di inmortalis  (en coma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora