Nuevo hogar, nueva vida

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Ahí estoy yo, sentado junto a mi padrastro en aquel tren, pegado a la ventana como de costumbre, pero sin emoción alguna, frio como una piedra mientras observo a mis antiguos amigos llorar desconsoladamente por mi partida. Son las 6 de la mañana, el sol recién comienza a dejar ver sus primeros rayos de luz en el horizonte, la lluvia comienza a cesar después de haber estado cayendo durante toda la noche. Toda la interminable y horrible noche que fue para mí.

El tren comienza a andar y yo sigo inmóvil mirando el paisaje, no sé si la muerte de mi madre me dejó en un estado de grave inestabilidad emocional que no podré superar o si es que no me puedo sacar de la mente la vida que me espera ahora. Ahora mismo tengo mi mente llena de cosas, recuerdos, pensamientos, con tan solo pensar que ahora viviré con mi padrastro alcohólico me pone de nervios, a veces la vida no te da lo que uno quiere pero solo queda aceptar lo que me tocó...

Al ir el tren viajando puedo observar montañas, lagos, arboles, bosques pero entre todas esas maravillas puedo ver mi propio reflejo en el vidrio, mi madre me solía decir que mi cabello era más negro que la noche más obscura, que mis ojos tenían un verde tan fuerte que podría llegar al alma de cualquier mujer que me mirase directo a ellos, cosas que dice una madre ¿No? Yo solo veo un pobre adolescente de 16 años que ya esta rendido, cansado, que ya no quiere luchar por conseguir las cosas que quiere ¿De qué sirve si la persona quien más me importaba cuidar y proteger ya no está?

Ya son las 7 de la mañana, estamos atravesando un infernal desierto; pero mis párpados me pesan, debe ser porque no he dormido nada en las noches de estas últimas 2 semanas, pero como dije, sólo dejaré que las cosas pasen, quien sabe qué cosas me esperan en aquel pueblo con aquella vida...

Esto es extraño... Estoy en mi antiguo hogar, el cual está completo de llamas abrasadoras, tratando de huir, el techo de madera se consume por el fuego y cae al suelo de a pedazos;

- ¿MA? - Grite desesperadamente. – ¡Mamá donde estas!

No era miedo la razón por la que la llamaba, sino que era el terror que a ella le pasara algo. Y ahí estaba: Frente a mí, mirándome fijamente con sus ojos llenos de lágrimas y dolor, cayendo al suelo pues sus piernas por el fuego ya no respondían

- Hijo, ¿Por qué me dejaste morir? - me dice ya en el piso arrastrándose hacia mí.

- Yo... Yo... - Dije tartamudeando.

- No te preocupes, estaré bien -

- ¡No madre! ¡No te vayas! – Grito cayendo al suelo estirando mi brazo para poder cogerla de su mano – Por favor no...

Luego ya no está, desaparece de la habitación, solo quedo yo entre todas las ruinas que quedan intoxicándome por el humo causado por el incendio, solo recuerdo quedarme sentado abrazando mis propias piernas apoyado en un rincón, solo podía decir una cosa: "Lo siento, lo siento mucho". El entorno se vuelve obscuro, los sonidos comienzan a desaparecer, el calor de aquel infierno abrazador va disminuyendo, pero mis músculos no responden, no puedo huir, no puedo gritar por ayuda, con suerte puedo respirar, la imagen de mi madre está ahí y no puedo sacarme ese sentimiento de culpa por no haberla salvado, que haya muerto por mi culpa, por mi miedo y terror, por haberla dejado ir más allá del infinito hacia los fríos y tristes brazos de la muerte...

- ¡Despierta! - Es lo siguiente que escucho, es mi padrastro que tan amablemente me grita eso con un golpe en la cabeza, me encuentro nuevamente en el tren de viaje, pero estamos en una estación desconocida que nunca había visto en mi vida.

No hubo reacción de parte mía, por lo que sigue insistiendo como todo un hombre educado

- ¡Que despiertes! - Me dice tirándome un poco de agua de su botella.

- ¿Qué te pasa? - Respondo mirándolo a penas pues mis pupilas aún no se acostumbraban a la luz del medio día

- Ya llegamos, ¿Qué clases de sueños tienes hombre? Sólo te movías y estabas llorando.

- No te importa eso – Le dije mientras me ponía mi abrigo, hacia demasiado frío para ser medio día.

- Que modales. ¿Tu madre no te enseñó a...

- ¡NO TE ATREVAS A MENCIONAR A MI MADRE! - Le grito mientras lo agarro por el cuello de la camisa con mis dos manos.

Él solo me mira, con una mirada desafiante, con una sonrisa en su boca que solo quiere decir que le encanta mi sufrimiento. Claro, no era de extrañarse, pues siempre fue un maldito con mi madre. Estaba tan concentrado en mirarlo a los ojos y seguir odiándolo con mi alma, que no me di cuenta en la escenita que estaba creando en el tren; todos los pasajeros estaban asustados mirándonos, en silencio.

Solo atino a soltarlo, tomar mi mochila y guitarra que estaba afirmada en el asiento de adelante y bajar rápidamente para desaparecer de ahí, fui al baño, me lave la cara y salí de nuevo a buscar mi equipaje.

Durante el camino a casa no dije nada, solo pensaba en esa pesadilla que tuve. Bueno, y en la misma pesadilla que he tenido en este último tiempo.

Cuando llegue vi que era una casa bien bonita para mi gusto, refinada, completa de madera obviamente porque era un pueblito apartado de la ciudad, con un gran antejardín lleno de pasto y un sendero de cemento hacia la puerta de entrada. La puerta tenía un pequeño letrerito que decía "welcome", no sé por qué mencionar este detalle pero me gustó... Soy raro de vez en cuando, me fijo en cosas muy pequeñas.

Adam tocó la puerta, y yo pensaba que tenía llaves... Una señora bajita de estatura, con lentes y un mantel de cocina, su cabello era gris como el humo de una chimenea y en su rostro tenía la experiencia de muchos años, pero aún se le notaba ese vigor que tiene la gente que es buena por dentro.

- ¡Hola hijo mío! - Le dijo la viejita a mi padrastro, dándole un gran abrazo por el pecho y apegando su cabeza en este - Tanto tiempo sin ni siquiera llamar a tu madre ¿Ah?

- Hola mama. – Dijo Adam sin ninguna emoción, no sé cómo un hombre con una madre asi puede ser como es él.

- Y este joven debe ser Nick, tu hijastro.

- Sí. - Respondí apenas quitando la vista del suelo

Estaba entrando a la casa y por fin tuve la primera sonrisa sincera en todo este tiempo, de la nada misma salió un perrito moviendo su cola, era chiquito, blanco completo con manchas negras y café por todo su cuerpo, y tenía una mancha café que le cubría toda su oreja izquierda, subió sus dos patas delanteras en mis muslos y me miraba moviendo su cola para todos lados. No sé si me verá como un nuevo juguete o un cómplice para que le de comida bajo la mesa, pero si estoy seguro que no hay mirada más tierna y sana que la de un animalito

- ¡Spike! – Gritó la señora

- No se preocupe – Le dije – Él me alegró el día

- Es muy amistoso, y ahora está más feliz que hace poco le trajimos a una compañera, se llama Charlotte, debe estar durmiendo en el sofá como de costumbre

Luego se acerco a mi oreja y en un tono cómplice, pero dejando al descubierto con su mirada y expresión facial que amaba con su vida a sus mascotas y me dijo

- Charlotte pasa durmiendo todo el día, y el pobre spike la extraña pues está solito.

Solo me reí y deje que me mostrara mi nuevo cuarto, es pequeño, me gusta que sea así, lo único malo es que al lado está la habitación del horrible e inútil Adam, hasta me llega el olor a suciedad y cerveza a mis narices.

Al menos están Spike y Charlotte, no importa lo que me espere en esta nueva vida... Con la compañía de ellos todo lo gris se vuelve color y te dan ese rayo de alegría que tanto se necesita. Eso siempre decía mi madre.

8 Laughs at midnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora