5. El Dragón de Alas Negras

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— Gorish... No te entiendo.
— No es necesario entenderme. Tan solo haz lo que tu corazón te diga. —me tomó de la mano— Alex... yo... —estaba muy rojo.

De repente el despertador sonó. Empecé a cagarme en todo. Estaba a punto de decirme algo que seguro que era muy importante, y resultó que era un simple sueño. Para cuando me di cuenta estaba con una lágrima en la mejilla.
— ¿Por qué estoy llorando? Ha sido solo un sueño, ¿o no?
No podía dejar de pensar en él. Era como un tumor que se adhirió a mi cabeza. ¿Qué me pasaba?
Decidí dejar de comportarme como una quinceañera, me sequé la lágrima con la manga del pijama y me levanté de la cama. Hice lo que tenía que hacer: duché, desayuné, despedí y me marché. Repetí la rutina. Subí al bus y me puse los cascos. Me senté en el mismo sitio de siempre, junto a la ventana.
— Esto es un asco. —pensé— Estar así más de 180 días... junto con 8 horas encerrado en ese colegio, sometido a constantes presiones... —me froté los ojos y resoplé— Como desearía que hubiese algo que me sacase de la rutina.
Al final de puro cansancio me entró el sueño y me dormí. Me acabé despertando media hora después. Gorish estaba a mi lado leyendo un libro.
— Buenos días dormilón. —me saludó con una pequeña sonrisa.
— Buenos días. —bostecé— ¿Qué lees?
— Nada, estaba repasando algo. —cerró el libro y también bostezó.
— Te lo he pegado. —me reí— Madre mía, ¿por qué estoy tan bobo? —pensé— Oye... ¿puedo echar un vistazo a ese libro?
— Lo que quieras, pero te aviso que no te vas a enterar de nada.

Era un libro bastante pesado. La tapa tenía unos acabados dorados y las letras, también doradas, eran de un alfabeto desconocido. Lo abrí, y también estaba escrito en aquel extraño idioma. Tenía algunos dibujos, tales como criaturas extrañas y algún patrón complejo.
— ¿Qué clase libro es este? —le preguntó extrañado.
— Un libro que no entenderías.
— Pero... ¿Cómo puedes leer esto? ¿Qué idioma es? —tomó el libro y lo guardó en su mochila.
— No te lo puedo decir, es un secreto. —me sonrío.
— Eres un misterio. Y algún día lo descubriré. —le dije en broma.
— Lo dudo, soy muy cauteloso. —me siguió el juego.

Ya en clase nos sentamos en nuestros respectivos sitios. Comenzamos con biología, la cual se nos hizo bastante amena; luego con filosofía, que consistió en la presentación de la asignatura; y por último matemáticas, con la que empezamos la asignatura. Al final acabó sonando el timbre y todos salieron del aula como borregos. Gorish se fue un momento al baño. Me quedé solo en la puerta de la clase para esperarle. Estaba tardando bastante, así que decidí ir a buscarle. Fui al baño para ver si estaba ahí, pero no lo encontré.
— ¿Dónde estás? —me pregunté impaciente.
Decidí volver al aula para ver si había regresado, pero tampoco. De repente me di cuenta de que alguien me estaba siguiendo. Me di la vuelta y lo vi. Era una persona de altura similar a la mía, con una gabardina y sombrero. Llevaba dos tubos de metal en cada mano. Incómodo, retrocedí poco a poco. Él avanzaba a la misma velocidad que yo. Empecé a correr, y él también corrió. Estaba asustado, traté de encontrar a alguien que me ayudase, pero no había nadie en todo el edificio. Eché un vistazo rápido por las ventanas. No había nadie en los patios. En un momento aquel extraño se acercó a mí y trató de golpearme desprevenido con uno de sus tubos, pero fui más rápido que él y lo esquivé. Rompió un cristal de la ventana como consecuencia de ello. Huí los más rápido que podía, pero al final acabó arrinconándome. Asustado, lo único que podía hacer era quedarme en aquella pared. Estaba aterrado, se me escapaban las lágrimas. Pero justo cuando él estuvo dispuesto a matarme Gorish le agarró de la gabardina y lo levantó.
— ¡Huye! —me gritó.
Yo obedecí a su orden. Lanzó a aquel desconocido contra la pared en la que me arrinconó y huyó conmigo.
— ¡¿Quién coño es ese?! ¡¿Qué quiere de mí?! —pregunté asustado mientras corría.
— Es un mensajero, y quiere matarte.
— ¿Mensajero? A tope...

Ambos salimos al patio. De repente Gorish abrió aquel libro que tenía y pronunció una palabras en una lengua extraña.
— Alex. Tápate los oidos. —me advirtió.
Volví a obedecer. Gorish golpeó el suelo con su puño, y al cabo de un instante el interior del colegio empezó a explotar. Todo el edificio se derrumbó.
— ¿Has... hecho tú eso? Joder... —estaba alucinado.
— No esperaba hacerlo. Ha sido muy excesivo.
Pero vimos algo moverse entre las ruinas y la nube de polvo. Era el mensajero. Mi persecutor seguía vivo. Enfurecido, golpeó sus dos barras contra el suelo, y estas se transformaron en dos cuchillas. Hizo un tajo con estas y lanzó una especie de flecha. Esta me traspasó el musclo, causándome un gran dolor y hemorragia. Me retorcí en el suelo y grité de puro dolor.
— ¡Alex! Tú... maldito hijo de puta... ¡Me las pagarás! —de repente sus puños se impregnaron de fuego.
— Gorish... —seguía retorciéndome— No luches, por favor. Vas a morir. ¡Huye!
— Alex... ¿Te acuerdas cuando te dije que tenía miedo a que me rechazases? Hoy vas a saber el porqué. Por favor, perdóname, nunca quise mentirte.

No entendía nada. Gorish, lleno de ira, golpeó sus dos puños y todo el cuerpo le empezó a arder. Veía como su piel y su ropa se consumían. Él estaba literalmente ardiendo. Pero en vez de gritar de dolor ahí estaba, con la mirada clavada en el mensajero. De repente algo extraño pasó. Algo brotaba de su espalda. Lo que brotó acabó desplegándose. Eran dos enormes alas negras emplumadas. De su cabeza empezaron a brotar dos extraños cuernos, y su cabeza pasó a ser reptiliana. Sus pies eran garras, su cuerpo era humanoide y tenía músculos. Estaba tan alucinando por aquel extraño espectáculo que casi se me olvidó que me desangraba. De repente Gorish rugió y se abalanzó contra el mensajero, teniendo una lucha encarnizada.

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