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13:30...

Mi estómago rugía como un león cuando tiene hambre. Caminaba con tranquilidad por las calles de mi barrio para llegar a mi edificio. Estaba cansado debido a las horas trabajadas aquel día, cosa que provocaba que fuera más lento de lo habitual. ¿Para qué mentir? Era un vago y no quería reconocerlo. Busqué las llaves en mi mochila antes de llegar a mi piso por aquella calle poco transitada en la que vivía, a penas pasaban coches y las calles solían estar desiertas, pocas veces te cruzabas con gente y, para mí, ese era uno de los mayores encantos de aquel lugar. Encontré lo que buscaba y abrí para llegar lo antes posible. Abrí la puerta de cristal del portal y entré en aquel gran edificio blanco dispuesto a disfrutar de la comida que me esperaba.

—¡Espere! —Exclamó alguien antes de que cerrara la puerta, cogí la puerta antes que se cerrara de golpe dandole en la cara. Un cuerpo pequeño llegó agitado mostrándome la persona que había gritado.

Aguantó la puerta con la mano mientras agachaba su cuerpo recuperando la respiración. Una cascada marrón le caía sobre la cara impidiendo que pudiera ver su rostro. Su abdomen seguido de su respiración entrecortada se movían con rapidez. La miré por un momento esperando a que no se desmayara, parecía que había corrido una maratón a pesar de los tacones que llevaba.

—Gracias —dijo cuando había recuperado un poco su respiración normal. Levantó la cabeza y entro para cerrar la puerta. Le dediqué una pequeña sonrisa y me dispuse a seguir mi camino.

Ella era mi vecina, mi extraña y bonita vecina del piso anterior al mío. Continuamente concedíamos, nunca sabia porqué pero, estábamos destinados a encontrarnos en el ascensor, era como una rutina que nunca cambiaba. Ella por las mañanas salía a trabajar al igual que yo, justo salíamos a la misma hora y volvíamos a la misma. Nunca intercambiábamos más que un mísero "Buenos días" o un "Hola", ninguno de los dos intentaba entablar una conversación mayor que esa.

Entramos en el ascensor, primero marqué mi piso y después ella marcó el suyo. El ascensor era bastante amplio con espejo y unas barandillas en las que poder apoyarse, incluso estaba preparado para minusválidos.

Ella retocó un poco su cabello largo que estaba algo despeinado. Cada uno se puso en la esquina contraria del otro dejándonos nuestro espacio vital como solíamos hacer. De rato en rato la miraba de reojo y sentía que ella hacía exactamente lo mismo, cosa que aumentaba mis nervios. Sentía que debía hablar, que debía decirle algo, que debíamos intercambiar palabras de una vez, algo más elaborado de lo habitual. El ascensor se movía con lentitud, como si estuviera esperando a que hablara con ella. Tosió a la vez que llevaba una de sus manos a su cabeza con los ojos cerrados, tenia pinta de estar agotada del trabajo y encima había tenido que correr, me sorprendía que lo hubiese hecho con esos tacones, seguramente yo los hubiera roto a mitad de camino.

—¿Te encuentras bien? —Pregunté preocupado después de haber intentado millones de veces decirle algo pero no me salían las palabras. Era extraño, pero no podía hablar normal con ella. Me miró retirando la mano de su frente y poniéndose recta ya que estaba apoyada en la pared.

—¿Eh? —Soltó volviendo a la realidad. Agitó la cabeza mientras me miraba, un acto bastante adorable por su parte—. Nada, solo estoy algo cansada, y para colmo me dejé las llaves en el casillero de mi trabajo —dijo mientras soltaba una pequeña risa cansada, claramente, ese acto iba porque prefería reír antes que llorar.

—Qué mal... —solté sin pensar y ella asintió con la cabeza. Me sentía tan incómodo, no sabia ni que decir.

—¿Tú eres Kim...

—Kim Namjoon —completé y ella movió la cabeza recordando mi nombre.

—Yo soy Kwon Sooyun —me informó aunque iba medio encaminado en su nombre. De algún modo, teníamos las típicas señoras cotillas del edificio así que sabía su nombre por eso.

—¿Tienes las llaves de casa? —Ella negó con la cabeza y le miré con preocupación. Aunque me había dicho sobre las llaves del portón, a lo mejor tenía las de su casa.

—Mi vecina de enfrente tiene una copia, gracias a dios —suspire aliviado, me daba apuro por ella.

¿Por qué me preocupaba tanto por ella? Era una situación extraña, sí, podía decir que me atraía en todos los sentidos a pesar de que prácticamente no habíamos hablado y acababa de saber su nombre completo ya que solo sabía su apellido. Pero, no sabía que me pasaba, siempre esperaba que ella estuviera en el ascensor esperando para ir a su trabajo, incluso, cuando yo salía normal a pasear o para salir con mis amigos, siempre esperaba que ella estuviera ahí.

Me quedé un rato observándola sin tapujos; iba vestida con una falda de tubo gris, una camiseta de botones blanca y una chaqueta de vestir del mismo color que la falda aparte de unos tacones color crema. No solía ir así vestida para trabajar pero, suponía que por el mal día que llevaba esta mañana se había puesto lo primero que había pillado.

—Para colmo esta mañana me desperté justa de tiempo y ni siquiera me dio tiempo de arreglarme, llevo un día de perros —después de haberlo dicho me miró y sonrió de lado—. No sé que hago contándote esto, seguramente no te interesa... —se medio disculpó. Negué con la cabeza estándole importancia.

—No te preocupes, es mejor que te desahogues —sonreí al sentir su mirada sobre mí. Cuando hice contacto visual con ella me devolvió el gesto.

—Supongo que todos tenemos un mal día alguna vez, ¿no?

—Es ley de vida.

De vuelta volvimos al silencio. La sensación era extraña, se notaba que ambos queríamos hablar pero, no sabíamos de que manera hacerlo porque siempre todas las conversaciones de ascensor sonaban rutinarias en las películas. Pensé un rato que decirle, quedaba poco tiempo para llegar a mi piso y, este era el momento oportuno para hablarle, ¿quién sabe si después me haría el mismo caso? Tenía que aprovechar el momento ahora.

—¿Cuántos años tienes? —Preguntó ella quitándome la palabra antes de que hablara. Le miré extrañado.

—Veintidós —respondí sin pensarme su atrevimiento con esa pregunta. No sabía si preguntarle de vuelta, normalmente a las mujeres les molestaba que les estuvieran preguntando la edad.

Aunque con cualquier otra chica hubiese preguntado sin tapujos.

Sonrió ante mi respuesta y mi corazón latió con rapidez haciéndome sentir algo que hacía tiempo que no sentía. Miró la pantalla que marcaba el número del piso por el que estaba seguramente comprobando si nos quedaba tiempo para hablar. Miré sus actos hasta que me pilló por sorpresa mirándola y volvió a sonreír para después añadir:

—¿Cuántos años crees que tengo? —Preguntó desafiándome y acercándose un poco más a mí. Tragué saliva mientras veía la profunda mirada que ella tenía.

—No sé... quizás veinte años —mentí, estaba seguro de que tenía mi edad. Hizo un ruido con su boca indicándome que había fallado.

—Vamos, no mientas, di la edad que realmente piensas —se acercó un poco más a mí y pude presenciar la gran diferencia de altura que había entre nosotros pesar de los tacones que llevaba que le agregaban algo de altura.

—¿La misma edad que yo? —Intenté decir pero sonó más como una pregunta.

—Entonces me conservo bastante bien —admitió con una sonrisa y se miró al espejo de nuevo para colocarse el pelo.

—¿Eres mayor...

—Ahora solo te queda descifrar cual es el numerito correcto, espero que lo encuentres —sonrió y me guiñó el ojo provocando que mi corazón latiera igual de rápido que antes. El ascensor abrió sus puertas haciéndome saber que se había acabado nuestra charla.

Salí desganado, quería seguir hablando con ella, quería descubrir que se traía entre manos, quería saber por qué ella quería que descubriera su edad. Me giré antes de que se cerrara el ascensor para ver como ella miraba como me iba hacia mi piso. Tragué duro al ver que me estaba tomando atención que, por un momento, podría disfrutar de que su mirada estuviera totalmente sobre mí.

—Si lo descubro, ¿me darás algo?

—No lo sé, ya veremos mañana cuando vayamos al trabajo —dijo con picardía haciéndome sonreír.

No sabía si era un sueño o qué pero, sabía que necesitaba disfrutar ese momento.

Elevator ↣ NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora