Huida y Matanza

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#Troy Leary



«Piénsalo un momento Troy. Lo sé, es muy confuso en tantos sentidos. Puede que ella fuera una chica leal, acosada por ese estúpido, o que en realidad fuera una zorra con mala suerte. De cualquier forma, Flint es un maldito. Yo le dije que no apuntara la bola ocho hacia mi novia Mells, y termino más que apuntando.»

—De cualquier manera, Fildhegar ha sido una persona que ha marcado mi vida. No puedo lamentar o llorar por ella, incluso patalear, pues eso no la hará regresar. Se ha ido, y ello debe hacerme fuerte —pataleé, tirado en el suelo, con algún grito que de repente sacaba. Sí, lloré como no tenéis idea. El rostro estaba caliente, contrario a mi corazón. Pero uno debe seguir.

Apuesto a que desde abajo se oyeron ruidos de mi habitación. Un balazo. Un grito. Un lloriqueo.

Tras el drama, había sacado la mayor parte del dolor. Me dispuse a distraerme con alguna cosa interesante.

Primero cogí un atuendo deportivo de mi armario, ideal para moverme lo suficiente. Aún faltaban las consecuencias; la sangre y lo que en realidad les pasó a Flint y Mells al caer, pues a los pocos minutos me asomé por la ventana y no había rastro de ellos.

Bajé de nuevo a revisar dónde estaban mis primas, ya sabéis. De hecho, les gustaba jugar a las escondidillas en mi mansión. Ellas y los primos Rian y Harry, aunque más con Rian, puesto que el otro sólo se dedicaba a la escuela y a salir con sus amigos. Como una especie de nerd social y brillante.

Vivian era la más juguetona, pues siempre lograba buscarse un lugar para esconderse donde nadie la encontraba. Fernanda y Jennifer si se esforzaban, pero simplemente las encontraban. Como la mayoría de veces las encontraban casi juntas, entre ellos decidieron que sería mejor que ellas buscaran a los demás, lo que les sentó bastante bien.

—Chicas, me temo que... —pronuncié, pero sólo estaban Jennifer y Fernanda— ¿y Vivian?

—Se fue a esconder por algún lado. Nosotras no la logramos encontrar, aparte de que estamos llenas de flojera. El primo Rian llegó hace poco —algunos decían que yo me parezco bastante al primo Rian. En ocasiones lo mencionan más mis primas—, dijo que sus padres estaban algo preocupados. Están esperando en la sala principal —dijo Jennifer.

—Yo opino que deberíamos buscar a Vivian y jugar con Rian, todos juntos —dijo Fernanda.

—Muy bien, sólo que antes acompáñenme a ver a los tíos, por favor —les dije, y me siguieron.

—Hola sobrino, hace ya mucho que no nos vemos —dijo el padre de Rian, William, recibiéndome con un abrazo. A su lado estaba la hermana de mi padre, y esposa de mi tío, Elena, fumando un cigarrillo.

«Ella los adora.»

—Ya hace mucho, desde que he tenido trabajo en mi empresa —dije.

—Me alegra, me alegra. En fin, queríamos visitarte y aprovechamos que Rian vendría para acompañarlo y traer un pequeño obsequio —y sacaron de una bolsa grande, tras un sillón, un enorme cuadro de óleo, de un paisaje montañoso, con una playa a la derecha. Un cielo oscuro tiñéndose de rosa se vislumbraba tras las montañas, y su máximo esplendor fucsia se contemplaba al acercarse al mar y la playa. Un bosquecillo estaba enmedio, con algunas personas formadas, jugando baloncesto en una pequeña cancha en forma de corazón, gris y desgastada. Cada persona estaba perfectamente detallada; los ojos, altura, peso, atuendos, tono de piel. Eran muy diversas, casi como si la imagen girara en torno a ellos. A su juego.

Azul De Media Noche [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora