La noche había caído y las lámparas de gas de la ciudad amurallada ya se habían encendido. Akame llevaba todo el día recorriendo la ciudad en busca de antiguos miembros del ejército revolucionario, quizá alguno que pudiera conocer. No había encontrado a nadie. No había encontrado ni siquiera rastros de la revolución en la ciudad; no encrontró carteles de recompensa con las caras de miembros de la insurrección (los cuales todavía permanecían en algunos lugares, dado que no todos habían sido retirados aún), ni edificios dañados por la guerra o iglesias del culto del Camino de la Paz.
Andar por las calles de esa ciudad era como viajar a una época en la que el imperio no estaba tan corrompido, tal vez durante el mandato de algún emperador de hace siglos, pero definitivamente como antes de la asunción del emperador Makoto al trono.
Akame estaba cansada de andar todo el día, y habiéndose ahora encontrado al otro lado de la ciudad decidió parar y hospedarse en alguna posada. Se topó con una cerca de la muralla oeste de la ciudad. Era un edificio construido al estilo de los demás en aquel lugar, aunque un poco más rústico; sólo tenía unas cuantas vistas de yeso en los vértices de la construcción, sin ornamentos en los marcos de las ventanas o los de la puerta, y el color era de un verde azulado muy pálido y resquebrajado en algunos sitios, señal de que ya era muy viejo. Sus ventanas resplandecían con hazes de luz naranja de las lámparas y velas en el interior, que estaban encendidas.
Akame dio un último vistazo al firmamento antes de entrar: las estrellas lo adornaban como fúlgidas farolas de diamantina celeste y la luna en cuarto creciente apenas y alcanzaba a iluminar su rostro, destellando sus hermosos ojos rojos con aquella luminosidad plateada. Y al fijarse en el otro extremo de la luna, ese que se encuentra en las tinieblas, pudo ver en aquella oscuridad a los negros ojos de su hermana, Kurome. Reprimiendo el recuerdo avanzó hacia la entrada de la posada.
Estando en el interior pudo notar que el lugar lucía tan mal por dentro como en el exterior. Los pisos de madera café desvencijada y astillosa crujían a su paso y el papel tapiz con motivos de violetas y claveles se caía aquí y allá en las superficies de la pared. A tres metros de la puerta estaba una recepción con los canceles de madera pintada de rosa pálido. "O más bien el color había perdido contraste con el paso del tiempo", pensó Akame.
Detrás de la recepción, pegado a ella, había una pared de madera marrón, sin tapiz, y detrás de ella estaba una escalera del mismo material con una buhardilla tallada en espirales pintada de color blanco, con apariencia bastante débil e inestable.
Akame caminó por los chirriantes pisos hasta la recepción, donde atendía una mujer adulta portando un vestido rosado estilo lolita, con holanes blancos en las mangas y los bordes de la ancha falda, la cual llegaba hasta las rodillas. Un gran moño también rosado coronaba su rubio cabello, recogido en dos coletas a los lados de su cabeza. Akame no pudo evitar recordar a Mine mientras observaba a la recepcionista; su estilo era muy parecido. Ahogó los sentimientos.
-Buenas noches señorita, bienvenida a nuestra posada, -dijo la mujer- dígame ¿En qué le puedo ayudar?... -Akame abrió la boca para contestarle, pero antes de que pudiera siquiera emitir cualquier sonido la recepcionista la interrumpió- ¡Oh! ¡Creo que ya sé! Seguro que quiere una habitación o... ¿Me quivoco? Debe ser eso... ¿Verdad? -la mujer se rascaba la cabeza confundida y agachaba la vista.
Akame la miraba, seria, mientras se preguntaba qué estaría pensando la recepcionista en su confusión.
-Sí... yo... quiero una habitación, por favor. -le respondió Akame.
-Ah, ¡claro! Me lo imaginé. Todo el mundo viene por habitaciones por alguna razón que desconozco -dijo la mujer sonriendo.
"¿En serio no se da cuenta de por qué buscan habitaciones?" Pensó Akame con gesto de extrañeza.
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Akame ga kill! -After the darkness
Fiksi PenggemarDespués de que se derrocara al emperador Makoto y al ministro Onest, el imperio tomó un nuevo y muy positivo rumbo; sin embargo, ¿qué fue de aquella chica de ojos rojos que peleó casi hasta la muerte por el bien de la revolución y que al final tuvo...