REY BLANCO.

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Yo estaba en la sala jugando con un viejo tablero que estaba en la oficina de papá. Mientras me sumergía en mis pensamiento escuché como abrían la puerta de la casa, era mi padre que llegaba del trabajo, cuando volteé a mirarlo estaba todo mojado por la lluvia, sosteniendo su portafolio de cuero negro y hablando por teléfono, traía una mirada cansada y fría, era la misma imagen de hace 16 años, desde que tengo memoria he visto los mismos ojos en mi padre, como si nada lo alegrace. Me aterraba hablarle, sin embargo me armé de valor y mientras ordenaba rápidamente las piezas del ajedrez lo invité a jugar.
—¿Quieres jugar?— no me respondió, sólo seguía parado en el marco de la puerta hablando por teléfono. —Si estás cansado no te preocupes, puedo jugar con mi her...— comenzó a caminar hacia mí, apartó la silla y se sentó como si nada.
Me daba miedo hablarle, no quería incomodarlo o avergonzarlo de alguna manera, todos estos años me he esforzado para que se sienta orgulloso de mí, pero siempre ha sido una piedra.
—Puedes ser blancas, si quieres.
Movió un peón sin dejar de hablar por teléfono, yo le respondí jugando también con un peón. Luego sacó uno de sus alfiles y yo a uno de mis caballos. Yo estaba nervioso no quería perder, pero tampoco podía ganarle, él era mi padre y yo quería caerle bien. Así fue como le regalaba algunas piezas y dejaba que me hiciera unos cuantos jaques para no en tristeserlo.
Pareciese que no le importara la partida, sólo se preocupaba de su teléfono eso me enfadaba, pareciera que lo único que le interesase fuera su trabajo.
—Si no quieres jugar dímelo y ya, así podrás seguir con tu trabajo—. Le dije desafiante, la verdad no quería decirle eso, es sólo que me ilusionaba mucho estar cerca de él, pero no me hacía ni caso.
—Si no vas a jugar en serio y sólo regalarás tus piezas dímelo y ya, así podré seguir con mi trabajo.
Se había dado cuenta de todo.
—Jaque— le contesté moviendo mi alfil.
Me lanzó una mirada desafiante acompañada de una sonrisa.
La partida se tornó emocionante, jugada que le lanzaba me la respondía, cada movimiento era más rápido y grotesco que el anterior, él era impresionante, sabía perfectamente que mover sin error alguno. Mi corazón latía fuerte, su rey estaba desprotegido, era un mate abierto, pero no tenía el valor, quizás después de eso me odiase y eso no era lo que buscaba.
—¿Qué esperas?—preguntó sin siquiera inmutarse.
—Jaque Mate, gané papá— dije con miedo.
—Aun no, Aiden— contestó colgando su teléfono sin importarle lo que le decía aquel tipo en la llamada. Movió su Dama.
—¿La sacrificarás?
—A veces para ganar debes perder a tus más grandes amigos— contestó deprimido, como si para él significase mucho la perdida de esa Dama.
—Jaque— volví a decir.
—Aiden... No todo en la vida es ataque—. Me dijo retrocediendo a su Rey. —A veces debemos proteger con más cuidado nuestras piezas.
Se levantó y se fue, pero antes de salir de la habitación escuché "Jaque Mate". No había visto la posibilidad de esa jugada, me descuidé ya que sólo pensé en atacarlo.
—Gran partida—. Dijo frío y sin mirarme, luego volteó y pude ver una sonrisa, una que no había visto hace mucho tiempo en su rostro y creo que es la primera que le provoqué. Nunca olvidaré ese momento, ese fue el mejor regalo de cumpleaños que me pudo haber dado.

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