DÍA DE LLUVIA.

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-Respone Eduard, ¿ya no sientes nada por mí?

Eduard no cotestaba, parecía incomodo, como si no recordase quien era la que lo besaba y acariciaba.

-Entiendo... no es necesario que contestes, ya lo entendí.

-¿Dónde vas?

-¿Para qué quedarme?

-Él quiere hablar con ambos.

-Tú eres mi esposo ¿no?, habla tú por mí, después de todo a mí nunca me escucha.

Después de la audiencia con O.s. contestó su teléfono, la verdad no pudo prestar atención a nada de lo que su ''jefe'' le dijo. Hablaron algo sobre algunos problemas en el extranjero y el nuevo grupo de caza Elite y otra serie de cosas las cuales no le interesaban mucho.

-¿Hola?

-...

-¿Hay alguien?- preguntó nuevamente al teléfono.

-¿Eres tú, Eduard?

-¿Con quién hablo?

-Soy... Andrew, quería saber si podrías venir. Verás, quería darle su regalo a Aiden, y no creo poder llegar solo.

-Oh. Sí, claro. ¿Deseas venir hoy?

-Si no tienes problemas... pues me gustaría poder verlo- paró un segundo y luego continuó -, hablarle.

-Entiendo, voy de inmediato.

-Gracias.

<<Fin de la llamada>>

Eduard condujo ha casa de Andrew, tocó al timbre y abrieron de inmediato, pareciese que Andrew esperaba al lado de la puerta que Eduard llegase.

-Soy... Eduard.

-Hola.

Eduard no sabía qué contestar, a pesar de su aparente frialdad a Eduard le dolía verlo con aquel bastón.

-¿Quieres pasar?- preguntó para romper el hielo entre ambos.

-Sí, me gustaría.

-Pues, adelante- Eduard miraba todo con nostalgia, eran los mismos muebles de aquella cabaña en la que vivieron ambos durante años.

-Esta es una gran foto- dijo Eduard refiriéndose a una pequeña imagen enmarcada puesta sobre el televisor.

-¿La de Aiden pequeño?

-Sí, recuerdo que la tomé cuando dio sus primeros pasos ¿no?, tú no querías aparecer en ella, pero te obligué. Jaja.

-Sí, tienes razón. Es una gran foto, bueno e realidad no puedo verla, pero la recuerdo muy linda, supongo que ahora tiene polvo ¿verdad?

-Ya no- le respondió limpiando el pequeño cuadro con su abrigo.

-Eduard, tú y Trisha...

-Ya tenemos que irnos- interrumpió rápidamente y ayudándolo a caminar hasta el auto.

Todo el camino fue puro silencio, parecía que aquellos amigos tontos y juguetones que solían ser se los habían llevado el viendo, no se escuchaba más que el llanto de la lluvia y de sus corazones.

-Ya estamos aquí, ¿te ayudo a bajar?

-No, puedo solo. Pero ten esto, no quiero que se rompa- dijo entregándole una caja envuelta en papel cafe.

Entraron, Eduard lo llevó hasta la sala y pidió que le diesen un té para el frío.

-¿Puedo pasar?- preguntó tocando a la habitación de Aiden.

-Sí.

-Hola.

-Hola, papá.

-Eh... yo venía porque está tu tío en la sala, él quería darte un regalo y yo... yo lo traje.

-Ah, ok. Gracias, papá.

-Hoy es tu cumpleaños ¿eh hijo?

-Pues, sí.

-Y ¿qué tal haz estado?- en realidad Eduard no sabía qué decir, no era muy bueno conversando, prefería estar en silencio y guardarse sus pensamientos para sí mismo.

-No es necesario que hagas esto, papá. No importa, sólo vete, sé que tienes cosas que hacer.

-Sí, tienes razón Aiden. ¿Quién soy para venir y hablarte como si nada luego de 10 años sin siquiera mirarte?- antes de salir volteo y miró por la ventana. -Ese día también llovía. Cuando naciste, el día estuvo nublado y pocos minutos antes comenzó una gran tormenta, tú eras el único motivo por el cual sonreír aquella noche.

Aiden se sorprendió, pues nunca antes había oído palabras tan motivas de su padre, por lo menos no que recordase, sus única imagen paterna es un hombre duro, frío y callado, siempre callado y oscuro, pero ahora era diferente, ahora se podía ver algo de luz en aquellos ojos oscurecidos por el dolor.

Movimientos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora