Capítulo 2. De vuelta en casa

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Capítulo 2. De vuelta en casa

En cada ciudad que visito "rento" un auto, aunque la verdad solo hipnotizo al dueño y me lo llevo mientras este en aquella ciudad, jamás me quedo demasiado tiempo así que apenas termino de usar el auto lo devuelvo y en la mayoría de las veces lo entrego intacto.

Lo bueno de estar en Nueva York es que nadie se da cuenta de nada, así que me es fácil hacer lo que quiero sin tener que arriesgarme a ser descubierto. Si se me apetece desayunar a alguien, lo hago sin que la gente lo note. Esta ciudad es maravillosa.

Estoy en el aeropuerto de Nueva York, esperando mi vuelo que sale a las 3:00 pm hacia Nueva Orleans donde vivo con mi familia. No somos los típicos alejados de la civilización, de hecho nos gusta convivir con los humanos y no sólo para alimentarnos, sino también para socializarnos. He estado fuera de casa por tres meses y creo que ya es tiempo de volver y dejar a lado la vida de rumbero, solo por un tiempo.

Nombran la salida de mi vuelo por el micrófono y es cuando me levanto en dirección a la puerta respectiva para abordar. Cuando ya estoy por fin en el asiento del avión una linda señorita se acerca hacia mí. A juzgar por el uniforme es una azafata.

- Muy buenas tardes joven, ¿desea algo para su mayor comodidad? - me pregunta con una voz rijosa, enseguida me doy cuenta de que me está coqueteando y como respuesta a eso, le regalo una sonrisa juguetona.

- Si, por favor me podrías traer un vaso con agua - le respondo guiñándole un ojo, ella solo asiente y se retira a ir por mi vaso con agua.

Me acomodo en mi puesto, junto a la ventana. Siempre me ha gustado ir al lado de la ventana para tener una mejor vista del paisaje que me rodea cuando viajo. El panorama que se observa al volar es muy tranquilizador, tanto que puede ayudarte a pensar sobre temas abrumadores.

- Toma aquí está tu vaso con agua – me extiende el vaso amablemente, junto con una servilleta donde está escrito su nombre, Kristel, su número de teléfono y una nota donde me cita ir al baño en media hora para jugar un momento.

- Muchas gracias – le guiño el ojo, que va acompañado de una sonrisa traviesa, asegurándole que estaré ahí. Ella solo me sonríe y se va moviendo sus caderas al caminar.

La verdad es muy bonita, es alta, de cabello castaño, ojos verdes, de piel trigueña y no es por nada pero el uniforme que usa le queda muy bien, moldea toda su figura.

El avión comienza a elevarse y me doy cuenta que falta dos minutos para el encuentro con aquella chica. Me levanto y disimuladamente me dirijo hacia el baño donde veo que entra la bella azafata que me había dado su número en la servilleta.

Al entrar ella me sorprende besándome desesperadamente, y como yo soy un angelito (obviamente caído) le sigo el beso alzándola de los muslos y juntándola a la pared del baño. Podrá ser un lugar estrecho, pero si se sabe cómo usarlo, no es ningún problema. Ella comienza a quitarme la camisa mientras que yo ya le había quitado su blusa rápidamente, ella busca el botón de mi pantalón para desabrocharlo y como no lo encuentra, recibe un poco de mi ayuda. Después de que me dejo en bóxer yo quito su falda, dejándola solo en bragas y sujetador, como las dos últimas piezas que cubren sus partes íntimas están demás, se las quito y ella hace lo mismo con mi bóxer.

Está muy intensa y el calor humano, su sudor, su agitación hace que desee su sangre, así que no me resisto y muerdo su cuello sin previo aviso, al principio le dolió, pero después comenzó a sentir excitación, lo mismo que sucede con cualquier humano. Algunas primero sienten dolor pero después les gusta y comienzan a excitarse, pero hay otras que solo sienten dolor y hay que hipnotizarlas para que no sientan dolor como en el caso de Dayane, sé que era muy delicada e iba hacer un escándalo, por lo que creí conveniente hipnotizarla de una vez sin comprobarlo.

Alex: Sueños Y MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora