Ingresé a la sala de clases. Volver a entrar después de vacaciones allí era como estar en una horrible pesadilla. Llegaba tarde como siempre, los profesores ya me conocían como la "Señorita atraso" llegar temprano para mí era demasiado. Creo que ya se me había hecho costumbre.
Mis amigas me miraban y sonreían, haciéndome señas para que me sentase junto a ellas.
-¡Siempre tarde! -Dijo Laura riendo- Pero no creas que no te hemos guardado una silla.
-Por razones así, somos unas amigas increíbles -Dijo Emily, recogiendo su pelo con una liga que tenía en el dedo como si fuese un anillo.
-Es para la buena suerte -Dije, acomodando mi mochila en el suelo.
Mis amigas eran Laura y Emily, parecidas a mí, risueñas, tímidas y algo sociables, encajábamos perfectamente.
-Tengo hambre- Laura nos miró, tal como un perro mira a su amo para que le ponga un plato de alimento frente a sus ojos, luego recogió su mochila y sacó una botella de agua.
-¿No que tenías hambre? -Le dije mirando cómo tomaba su agua sin parar.
-Esto quita el hambre, estoy en régimen. No comida basura. No grasas, no dulces, no chocolate -Y siguió tomando agua, a tal punto de acabarla.
-Yo también lo estoy, llegaron todas más delgadas, menos yo -Emily sacó una manzana de su bolsillo.
-Pero si están bien así ¿Para qué quieren adelgazar?
Me sorprendió un poco lo que decían Laura y Emily. Nunca se habían preocupado por eso, es decir, obviamente cuidaban los que comían pero no al punto de tomar solo agua y frutas. Además, les encantaban los helados y chocolates, no me imaginaba a ellas por una semana dejando de comer a lo que antiguamente le llamaban "exquisiteces de la vida".
-Para ser más bellas, para que se fijen en nosotras, no sé -Dijo Laura cerrando su botella y metiéndola en su mochila.
¡Shhhht! - Nos miró el profesor, con su cara arrugada y haciendo que todo mundo se volteara a mirarnos.
Tocaron el timbre y nos dirigimos a comprar algo de colación. A la señora que atendía le pedí una barra de chocolate con manjar en su interior, mientras que Laura y Emi pedían gaseosas con un gran "0 azúcar" en su etiqueta.
Nos sentamos en "nuestra banca". La llamábamos así porque desde siempre nos colocábamos allí, ya sea a mirar chicos, a reírnos de algún compañero que tropiece o a hablar de lo que nos ocurra.
¡Hola! - Se acercó Maddie, una chica pelirroja de nuestro salón muy simpática, generalmente hablábamos con ella pero nunca formó parte de "nuestro trío".
¡Hola! - dijimos al unísono con las chicas.
Es mi idea o ustedes dos - Apuntó a Laura y Emily- ¿Están más delgadas?
-¿Tú crees?- Dijeron las dos al mismo tiempo, sonriendo y alzando los brazos en modo de celebración.
-¡Cuánta felicidad por eso! - dijo la pelirroja- ¿Y tú Mia? ¿No sigues la dieta de tus amigas? - Me miró justo cuando me metía a la boca un trozo de chocolate.
Parece que no - Dije riéndome y botando la barra, aún quedaba pero me sentí un poco cerda. Es decir, ellas estaban más delgadas y yo a su lado, comiendo grasas y azúcares que sigilosamente se iban metiendo en mi abdomen, caderas y piernas. Yo nunca me preocupé por esto, pero las palabras de Maddie me llegaron de una manera fuerte, sé que no dijo mucho, pero en resumen fue: Ellas adelgazaron ¿No aprendes? Sigues siendo una gordita que come chocolate alto en grasa.
Me da tanta rabia que solo esas palabras causaran tanto en mi mente en ese momento, sé que no deberían porque en serio fue una estupidez, pero como siempre, lo que decían los otros de mí me llegaban de una manera muy mal y siempre ha sido así. Y además, jamás, nunca nadie me había dicho algún comentario acerca de mi peso a pesar que nunca he sido delgada. Tampoco obesa, pero sí con un sobrepeso que no se me notaba. Pero parece que esos 5 kilogramos que subí en las vacaciones todos los habían notado, hasta yo misma, pero muy poco me había importado hasta ahora.
El día se me hizo muy largo, las horas pasaban muy lento y en mi cabeza se aparecían esas palabras de Maddie una y otra a vez. Además, como 2 personas más de la clase les habían dicho a mis amigas que estaban más delgadas. Estar al lado de ellas me hizo sentir como una vaca entre jirafas.
Cuando tocaron el timbre de salida me despedí de la chicas y comencé a caminar, ahí los pensamientos se volvieron peores, las palabras de Emily y Laura diciendo que estaban en régimen, tomando agua y comiendo manzanas, mientras ¿Qué hacía yo? Subía kilos y comía más grasas. Cuando llegué a mi casa escuché una voz chillona que no paraba de hablar, cómo confundirla, mi tía. Claro, como siempre andaba de viaje en viaje nos había ido a visitar. Era una señora baja, regordeta y morena. Que tenía un cabello del demonio el cual muchas veces era la burla en las juntas familiares pues tenía gran volumen y además estaba teñido rubio. Como no compararla con un león.
-¡Mía! Tanto tiempo sin verte - Me abrazaba y me tocaba mi abdomen, tanteando mis horribles rollos, era la tía que más odiaba, siempre hacía lo mismo - Parece que alguien está más grande - Se burló, me dieron ganas de decirle cada cosa espantosa que pasaba por mi mente, pero guardé la compostura. Parece que todos que habían puesto de acuerdo para recordarme que estaba gorda y que yo no me daba cuenta.
Aguardé unos minutos sentada al lado de mi madre, haciéndome la interesada en la conversación pero mi mente no podía estar en otra parte que en dietas y agua. Al parecer de verdad estaba subida de peso. Luego de unos minutos subí a mi habitación para escuchar música o concentrarme en otra cosa.
De repente escuché el grito de mi mamá llamándome a cenar y me olvidé de todo. Bajé y me senté en mi puesto, vi el plato, unas grandes patatas doradas con un trozo de carne y ahí me acordé de todo, calorías, grasas y abdomen gordo. A pesar de todo, quería comer, quería sentir el sabor de esas patatas, mi fuerza de voluntad era nula.
-¿Me podrías acercar el plato de ensalada? - Miré a mi tía, apuntando un gran plato de tomate.
-Oye deja para los demás - Se burló y me pasó la ensalada, me sentí tan mal, empecé a sentirme cada vez con más grasa, miré mi plato y ya me había comido la mitad sin siquiera darme cuenta, y me había tomado casi toda la gaseosa, llena de azúcares. Mi mamá de miró y yo le sonreí, no podía darse cuenta que me había hecho daño con ese comentario.
Solo comí un poco más, pero no todo el plato, me había quedado pensando en lo de mis amigas y en lo de mi tía, me sentía tan mal por haberme comido todo ese plato. Cuando por fin mi tía se fue, subí a mi habitación, me desvestí para ponerme mi pijama y me miré al espejo, estaba tan gorda y no me había dado cuenta.
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¡Hola! es mi primera novela y me encantaría que opinaran sobre ella para saber si seguirla.
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¿Y si las calorías hablan? | Luke Hemmings
FanfictionLa mente habla sin parar. Primero todo es colores, dibujos y juegos. Luego, se torna en chicos, espejos, maquillaje, ropa, popularidad, kilogramos y calorías. A Mia se le fue de las manos pensar en estos dos últimos, a tal punto de transformarse en...