Capítulo 4

104 16 4
                                    

Llegué a mi casa y escuché desde afuera las voces de mi familia. De seguro hablaban de alguien, les gustaba comentar sobre los demás, a mí no me gustaba mucho pero también metía una que otra opinión.

-Te estábamos esperando hace ya un buen rato –Dijo mi papá cuando yo ni siquiera metía un pie dentro de la casa.

-Deberíamos haber cenado sin esperarla –Mi hermana, Allison, tan simpática como siempre.

-Deberían haberlo hecho... porque fui a...casa de Laura y me invitaron a cenar. –Dije tartamudeando, ya había mentido mucho y me ponía nerviosa.

-No ven ¡Les dije! –Gritó Allison. Aunque fuese 4 años mayor, actuaba como la menor. Tampoco digo que yo sea muy madura pero, pues, es la mayor.

-Bueno, te perderás una rica lasagna preparada por tu hermosa madre –Dijo mi papá, de seguro tenía hambre y quería el pedazo más grande.

-Entonces cenen, tengo cosas que hacer para mañana, adiós, disfruten –Mi estómago gritaba auxilio, desesperado, pidiendo un pedazo de esa rica lasagna, sabía que estaba buena porque mamá cocinaba muy bien. Pero lo otro que sabía que comer lasagna traía consigo, de la mano, un bolso repleto de calorías.

Subí a mi habitación, cogí un libro y me puse a leer. Me gustaba hacerlo pero no podía en estos momentos, mis pensamientos eran más fuertes que las líneas del párrafo que se metían y salían de mi mente. Tenía que comer, no podía soportar el hambre y me odiaba por ello. Esperé que todos estuviesen dormidos, fui a la cocina, busqué la lasagna y me comí un trozo. Sentí como pasaba la deliciosa masa por mi garganta y disfrutaba su textura con mi lengua.

Mientras comía no pensaba. Quería hacerlo y no podía dejarlo. Un ruido me sacó de mi estúpida decisión. Saqué un cuchillo del cajón y corté para que los restos no me delataran, tenía que dejarlos de la misma forma en la que estaban.

Me fui directo a mi habitación y me sentí realmente culpable. Me quedé pensando en lo que había hecho por una hora, si me hubiese quedado dormida antes no habría pasado. Sentí rabia por no tener fuerza de voluntad. Prometí no volver hacerlo. Mañana sería un nuevo día y no podía fallar. Desde ahora cada día era un reto para mí.

Me desperté con la canción que tenía de alarma, con los ojos cerrados busqué mi celular para apagarlo. Parece que habían puesto dos parlantes al lado de mis oídos. Di un gran bostezo, me senté y me paré tambaleando. Si alguien me hubiese visto de seguro pensaría que había tomado una que otra copa. Fui al baño, miré la báscula que estaba justo a la tina y me acordé de las calorías que había ingerido anoche. No me atreví a subirme a ella, tenía miedo. Me había pesado desde hace poco y ese número que había aumentado en cinco no me había importado solo hace unas semanas. Suspiré, no sabía en qué momento me había descuidado tanto.

Quería adelgazar para no seguir mintiendo, porque cuando llegara a mi número pararía y podría estar segura.

Me cepillé los dientes y me duché, era una ducha refrescante, pero en las mañanas el frío era insoportable. Aunque el agua estaba caliente salí congelada. Trate de no mirar a los espejos y caminé hacia mi habitación, cogí mi uniforme y me lo puse, aún era temprano. Bajé y de nuevo era un gran desayuno, ya saben, la mesa llena de calorías y grasas como era costumbre en mi casa.

No sabía que escusa podía decir. Realmente no sabía que era peor: comer como vaca o mentir todos los días y a cada hora.

-¡Buenos días! –Dijeron al mismo tiempo mis papás.

-Hola –Dije, pero no con el mismo ánimo que ellos -¿Y Allison?

-Hoy no tenía clases –Allison estaba en la universidad y le faltaba poco para graduarse, así que tantas clases no tenía.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 25, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

¿Y si las calorías hablan? | Luke HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora