“Adriana levántate que ya son horas, vamos a perder el avión por tu culpa”, aquellas fueron sus últimas palabras, del resto, ni me quiero acordar. Fué tan trágico, los planes de unas vacaciones en la playa, se truncaron por culpa de ÉL, ¿quien es?, no lo sé, ¿lo conozco? Por supuesto que si, ¿le quiero? Más que a mi propia vida. ÉL me sacó lo que más quería pero poco a poco fué enrrolandome en su juego, hasta el momento de hoy, en el que ÉL dirije todos mis movimientos, incluso los de mi corazón.
Aquel día, un día cualquiera, una familia cualquiera, unas vacaciones cualquiera, un avión cualquiera, pero un cielo que nadie nunca jamás podrá reconocer. Aquel día, después de subir al avión y estar ya surcando los cielos algo hizo que no sufriera, que no sufriese las grandes turbulencias, que no sintiese el golpe de la caída pero sobretodo que no sintiese el dolor de mi corazón rompiendose en pedazos. Yo fui la única superviviente del accidente, ¿suerte? No lo creo, porque lo que me esperaba después de aquel día me cambiaría por completo. Yo, Adriana, no volvería a ser la misma chica de 19 años que iba al instituto, que tenía una familia perfecta y a la cual no le faltaba de nada.
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Llévame léjos.
EspiritualLas vueltas que da la vida pueden hacer que esta nos parezca más subrrealista de lo normal, llegando a ser un sueño inacabado