Epílogo

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- Entonces...

- y entonces...

- Deberíamos dejar de decir "entonces"-. Rió.

- Sabes... siempre imagine como sería el sonido de tu voz -recordé las noches que me desvelaba al pensarlo- y pensaba en miles de sonidos posibles; mas ninguno se compara. Creo que es mi sonido favorito -. Sus mejillas se tornaron cual color carmesí.

- Aún no entiendo como sucedió todo esto-, ignoró mi comentario- es decir; ambos pensábamos que el otro era mudo - rió - es todo una locura.

- Una locura que volvería a cometer. Sin duda alguna.

Seguíamos sentados en aquella mesa frente al ventanal del café -Bar. Hablamos de todo: Conocí sobre su vida y mas de ella; así como yo le conté sobre mí. Durante no se cuantos minutos, lo cierto era que hace ya algún rato había hecho su aparición la luna; haciendo relucir un bello destello plateado sobre su rostro haciéndola lucir aún mas hermosa.

-Disculpe, ya vamos a cerrar-. Irrumpió un camarero.

- ¿Cerrar? - me asombre un poco. Miré al rededor, éramos los únicos en el lugar, observé mi reloj el cual marcaba las doce de la noche. Había perdido la noción del tiempo. No han sido minutos los que pasaron, duramos horas y horas hablando sin percatarlo.

Pedí la cuenta, pague y salimos del lugar.

- La noche aún es joven - propuso.

- Ven, conozco un lugar.



- ¿El parque? - Me miró.

El parque en que nos conocimos, estaba iluminado por las luces de faroles en todo el lugar, estaba solo y frío.

Estire mi mano hacia ella en silencio queriendo que la aceptara. Hubo un pequeño atisbo de incertidumbre en sus ojos el cual desapareció al instante.

La tomó y sentí una sensación de alivio recorrer mi espina dorsal, era... era cómodo, era como estar en casa.

Rasco, quien había estado muy quieto extrañamente todo el rato, nos rodeó haciendo enrollar su cadena a nuestro pies y luego corrió hacia la banca, haciendo caer el peso de April sobre mí, siendo ella quien lo sujetaba; caímos al césped y reímos.

- Es lindo escucharte reír, imaginaba como sería eso - confesó.

Sonreí aún mas inevitablemente y observe sus labios los cuales estaban muy cerca de los míos.

Posé mi mano en su mejilla y la miré como pidiendo permiso, ella sonrió y pegó su boca a la mía. Me sorprendió mas no dudé ni un instante en responder.

Nos besamos, sus labios eran cálidos y suaves, era un beso desesperado por la espera pero cauteloso como queriendo que durase, queriendo que no tuviera fin.

Estaba besando a la chica de las notas en el parque, a la chica que nunca habló, aquella chica que se robó mi corazón sin siquiera hablar. Y era, era indescriptible.

Mi corazón latía con frenesí y nuestros labios hablaban su propio idioma sin pronunciar palabra alguna, era como nosotros, que nos conocimos hablando nuestro propio idioma sin pronunciar ninguna palabra, nosotros... que nos enamoramos escribiendo notas de mudos.




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